Opinión |
No ficción
Jordi Serrallonga

Jordi Serrallonga

Arqueólogo, naturalista y explorador. Colaborador del Museu de Ciències Naturals de Barcelona.

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Historias para no dormir

Mamuts fósiles de ayer, elefantes republicanos de hoy... y otras pesadillas

El doctor Frankestein y su criatura.

El doctor Frankestein y su criatura.

Donald Sutherland nos dejó hace poco; entre sus inolvidables actuaciones, además del papel como Oddball –un sargento hippy en plena Segunda Guerra Mundial ('Los violentos de Kelly')–, imposible olvidar esa escena final con la que nos aterrorizó en 'La invasión de los ultracuerpos'. Vi la película de niño y, por la noche, no pude conciliar el sueño. Según me confesó recientemente, tampoco durmió Ángel Sala, director del Sitges Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya y autor del libro 'Profanando el sueño de los muertos' (Hermenaute); una historia jamás contada del cine fantástico español entre los años 1896 y 2022. Excavando entre sus páginas aprendes sobre lo mucho que debemos a las mujeres y hombres que, desde los titubeantes orígenes, pasando por la represión y censura durante el franquismo, hasta la industria cinematográfica contemporánea, nos han obsequiado con imágenes capaces de expresar «las emociones, las sensaciones y los hechos, así como una forma de reiterar la relatividad de lo real y su disfunción en relación con lo cotidiano».

Es por ello que, al igual que con la lectura de Frankenstein o el moderno Prometeo, tras repasar las películas de las que habla Sala, ya no me siento aterrorizado por vampiros, licántropos, alienígenas, zombis o paisajes distópicos, sino por la cruda realidad. La criatura de Mary Shelley es una víctima inocente; una creación surgida de la ambición personal del único monstruo: Víctor Frankenstein. Y es que el debate bioético –las consecuencias de crear vida por simple capricho– hoy conecta con la polémica en torno a la carrera tecnológica hacia la desextinción de los gigantes del pasado. Una idea recurrente que gana terreno mediático tras la noticia, este mes de julio, sobre el hallazgo de cromosomas fósiles en un mamut lanudo, de 52.000 años de edad, excavado en Siberia. El éxito científico de la misión –en la que participa el Centro Nacional de Análisis Genómico, en Barcelona– ha sido aprovechado para insistir en el proyecto de recuperar a los mamuts. La excusa: regenerar el paisaje prehistórico siberiano. ¿Es necesario, o solo existe un mero interés mercantilista? ¿Acaso deben regresar los mamuts cuando otras muchas especies animales, esenciales para nuestra supervivencia (disculpen tan efusiva muestra de egoísmo antropocéntrico), se encuentran en pleno camino hacia la extinción?

No todo acaba ahí. Antes te cagabas de miedo con el bicho de la saga cinematográfica 'Alien' o los colmillos de Drácula; ahora pancartas y carteles, en la entrada del ambulatorio, advierten de la que se avecina en relación con los recortes en la sanidad pública: «mejor no ponerse enfermo en verano». Una auténtica historia de terror que se aúna a las ridículas discusiones entre bandos políticos incapaces de pactar y construir por el bien común. Así es imposible que el cine pueda hacerse un hueco, y más asustarnos; pues lo que te acojona de verdad es que, tras un intento de magnicidio, como el ocurrido en Pensilvania, muchos crean que se trata de una conspiración internacional anti-trumpista. En cambio, callan que por todo el mundo que se siga bombardeando y asesinando a gente inocente.

El mismo Donald Trump, después de resultar herido en el mitin de Butler, dijo: «es increíble que un acto así pueda ocurrir en nuestro país». ¿Cuántos francotiradores y pistoleros han disparado en colegios, restaurantes o calles de Norteamérica sin que la reflexión sea la misma? Lo que tendría que helarnos la sangre es que un adolescente maneje armas de fuego con normalidad; más cuando, legalmente, todavía no puede comprar una cerveza.

En conclusión, la búsqueda de historias para no dormir, en el cine fantástico, quizá ya no recaiga en los descendientes de personajes ficticios –como 'la Cosa' o Freddy Krueger–, sino en el tipo supremacista con gafitas de colores, traje camo y rifle automático del filme 'Civil War'. Ese sí que es un monstruo capaz de dar miedo, pues no es una bestia asesina de pesadilla... es un clon sacado de la vida real.

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