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Economía
Carme Poveda

Carme Poveda

Directora de Análisis Económico de la Cambra de Comerç de Barcelona. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

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Poner las luces largas

Crecemos más que Europa, pero este crecimiento se caracteriza por ser más de carácter extensivo (basado en el aumento de la cantidad de empleo) que intensivo (basado en la mejora de la productividad)

El turismo empuja la economía española a un crecimiento cercano al 3%

El BCE deja para el otoño otra bajada de los tipos de interés

El turismo se desboca en otro verano récord con más de 53 millones de llegadas hasta julio

El turismo se desboca en otro verano récord con más de 53 millones de llegadas hasta julio

La economía española sigue dando buenas noticias en el inicio del curso escolar, a pesar de que el contexto internacional no le es del todo favorable. Estados Unidos está en desaceleración y la zona euro no acaba de arrancar, lastrada por la debilidad de Alemania y Francia. Los últimos datos publicados de inflación y crecimiento, tanto en Europa como en EEUU, apuntan a una relajación de la política monetaria en los próximos meses. La Reserva Federal podría iniciar la bajada de tipos de interés en septiembre, uniéndose así al Banco Central Europeo, que ya los bajó en junio. Los analistas descuentan dos bajadas de tipos en lo que queda de año a ambos lados del Atlántico, lo que ayudará a sostener la actividad económica el próximo otoño e invierno.

En este contexto, la economía española seguirá destacando por ser una de las que más crece en Europa en 2024, casi 4 veces más que la media de la eurozona (2,5% frente a un 0,7%, según las últimas previsiones). La inercia del crecimiento es muy grande, sobre todo cuando se basa en el sector servicios, y en especial el sector turístico, que es muy intensivo en empleo. Según la WTTC (Consejo Mundial del Viaje y el Turismo), en España se prevé que el crecimiento del sector turístico duplique el crecimiento del conjunto del PIB de aquí al 2034 (2,4% frente al 1,2%). Sin embargo, la producción industrial y las exportaciones españolas ya están acusando el estancamiento de la economía alemana y la oleada de proteccionismo que frena el comercio mundial. Los resultados de las elecciones norteamericanas, el 5 de noviembre, también influirán en el comportamiento de la economía y la geopolítica mundial.

Las luces cortas, por tanto, nos avanzan una evolución económica positiva, al menos durante el próximo año. Sin embargo, la economía requiere un análisis de luces largas que no se fije únicamente en el crecimiento del PIB sino en el bienestar económico de la población. El indicador que mejor nos permite medir este bienestar económico es el PIB por habitante (o renta per cápita). Y es aquí donde encontramos uno de los principales retos que debe abordar la economía española en los próximos años.

Si el crecimiento acumulado del PIB en España desde finales del 2019 hasta mediados del 2024 es del 4,7%, el PIB por habitante solo ha aumentado un 1,5%. Esto se debe a que la población ha crecido en este mismo periodo un 3,2%. En el mercado laboral sucede algo similar. Aunque el número de ocupados ha alcanzado una cifra récord de 21,7 millones en el segundo trimestre del 2024, la tasa de paro todavía se sitúa todavía por encima del 11% (la más alta de la zona euro), debido a la gran entrada de nuevas personas activas en el mercado laboral (la mayoría, extranjeras). En resumen, crecemos más que Europa, pero este crecimiento se caracteriza por ser más de carácter extensivo (basado en el aumento de la cantidad de empleo) que intensivo (basado en la mejora de la productividad).

Cuando analizamos el consumo privado, las cifras son menos favorables. En los últimos cuatro años y medio el consumo ha crecido solo un 0,8% acumulado, frente al 4,7% del conjunto del PIB; pero el consumo per cápita todavía se sitúa un 2,4% por debajo del nivel de finales del 2019. La inflación y los altos tipos de interés ha hecho mella en el consumo, mientras que las exportaciones (sobre todo de servicios) y el sector público han sido los grandes protagonistas del impulso del PIB en los últimos años.

Estos datos explicarían por qué, a pesar de los buenos resultados económicos, la percepción ciudadana es menos optimista, según muestran las encuestas de confianza. Deberíamos dejar a un lado la complacencia de los buenos datos en el corto plazo, y poner las luces largas para conseguir reducir la brecha que nos separa de nuestros socios europeos en productividad, lo que nos permitiría converger en renta per cápita y salarios. Si somos capaces de ofrecer a nuestros jóvenes un mayor bienestar económico, frenaríamos la fuga de talento y, con ello, entraríamos en un círculo virtuoso de talento, innovación y competitividad que nos aproximaria a los países de centro y norte de Europa.

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