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Albert Soler

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Periodista

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Sexta romanza del exilio: Trillas y los amish

Viven a su manera, aislados del mundo exterior y anclados en el pasado, que es lo que anhela el lacismo

Quién es quién en el 'sottogoverno' de Illa

Procesión de carros tirados por caballos de una comunidad 'amish' en Georgetown.

Procesión de carros tirados por caballos de una comunidad 'amish' en Georgetown.

El lacismo anda revuelto, hasta mi lugar de exilio, en la tranquila cala Montgó, llega el ruido de su rechinar de dientes, en otras épocas y lugares sería ruido de sables, pero lo único medio afilado que tienen los lacistas son sus dientes, y eso los que los conservan a pesar de la edad. Se les hace incomprensible que el nuevo 'governet' catalán no incluya entre sus cargos a ningún lacista, al parecer el PSC tenía que haber nombrado consellera portavoz a Pilar Rahola, de Cultura a Comín, de Agricultura a Vicent Partal, de Igualdad y Feminismo a Lluís Llach y de Interior a aquel mosso independentista que pide caridad para costearse sus muchos pleitos y ya ni siquiera recuerdo como se llama. Al Vivales, nada, que, como su nombre indica, prefiere vivir sin pegar golpe, con que le pasen todos los altos cargos un 3% de su sueldo, ese va que chuta. Con eso, el de Illa sería un 'governet' aceptable y no fascista, que es lo que está demostrando ser al nombrar a gente de su confianza y no de la confianza de la oposición.

Uno de los nombramientos que más estreñimiento está provocando es el de Francesc Trillas como secretario de Asuntos Económicos. Uno pensaba que el problema es que Trillas sabe de números, y en JuntsxTrapis están tan acostumbrados a gente como Laura Borrás y sus trapicheos -tan burdos, que encima la pillan-, que consideran una anomalía meter en el 'governet' a alguien que sepa por lo menos sumar. O tal vez -pensé- no les gusta que Trillas sea federalista, cosa extraña, porque en España ser federalista es como ser del Rayo Vallecano, todo el mundo sabe que nunca van a conseguir nada pero queda simpático. Los federalistas son inofensivos, la gente que se dedica a perseguir pacífica y legalmente una idea utópica es gente que no causa problemas. Ocurre lo mismo con Vox, que quieren cargarse el Estado de las autonomías, expulsar a los inmigrantes y derogar un montón de leyes, pero mientras persiguen esos sueños, no molestan. E incluso con Bildu y con la CNT, ya ven ustedes. Mejor eso que pretender convertir los sueños en realidad por la fuerza, pasando por encima de la legalidad, como intentaron los lacistas, Dios los tenga en su gloria.

Pues resulta que nada de todo eso pesa contra Trillas. Su pecado es que un día publicó un tuit aconsejando proporcionar a los independentistas “una especie de territorio amish”, para que no molestaran. Uno no entiende por qué se toman mal los lacistas esta idea, si es la más brillante que jamás ha tenido nadie para su felicidad. Los amish viven a su manera, aislados del mundo exterior y anclados en el pasado, que es lo que anhela el lacismo. No les haría falta ni un referéndum ni una DUI ni nada, ni siquiera unas elecciones, que, como ha quedado demostrado, los votos son enemigos del lacismo. Bastaría con unos cuantos acres de terreno debidamente señalados para que vivieran a su estilo, casándose entre ellos para mantener la pureza de sangre catalana, una endogamia que- como les ocurre a los amish originarios- causaría raras enfermedades hereditarias, pero serían recibidas con alborozo porque serían enfermedades auténticamente catalanas. Los doctores, sobra decirlo, solo atenderían en catalán, lengua que sería también la única utilizable en la escuela. Si los amish americanos se abstienen de utilizar elementos tecnológicos, los catalanes evitarían utilizar ningún elemento -tecnológico o no- etiquetado en castellano. Vestirían todos a la manera tradicional -barretina y 'espardenyes'- y se ganarían la vida elaborando su propia ratafía, que venderían a los visitantes llegados de todo el mundo. Como se ve, la idea de Trillas no tiene más que ventajas. Los lacistas, tranquilos, viviendo como unos amish a la catalana, y el resto, más tranquilos todavía, librándonos de su tabarra y haciéndoles de vez en cuando visitas educativas con la familia, como el que lleva a los niños al zoo.

- ¿Ves, Ernest? Así vivirías si esa gente hubiera conseguido su propósito. ¿Da miedo, verdad? Pues como no apruebes todo, te mandaré aquí a pasar el verano.

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