Opinión |
Fallo judicial
Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

Escritor y periodista

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Preguntas pendientes sobre Daniel Sancho

 ¿A quién reprochar el tratamiento mediático del tema, si es que la cosa mereciera un reproche? ¿Quién alimenta el depósito de combustible de la máquina? 

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Sara Fernández

Durante la investigación y juicio al chef Daniel Sancho, por el asesinato y descuartizamiento de su novio Edwin Arrieta, traté de mantenerme lo más alejado que pude del asunto. Mi gusto por el 'true crime' es muy limitado: nulo cuando el 'true crime' se emite en directo, con sus tentáculos de justicia paralela, sentimentalismo catódico y distorsión. Podía entender, sin embargo, las razones para la fascinación colectiva: sucede en un país exótico, son dos amantes, hay diferencia de edad, el dinero, la belleza física, la fama, lo macabro. El caso lo tenía todo para arder en las parrillas donde la carne humana se asa ante nuestros ojos y se consume sin que nadie se queme los dedos.

Pese a mi intencionada distancia, los ecos me iban alcanzando, claro, y surgían preguntas retorcidas. Por fortuna no me tocó hablar de esto en ningún plató: los pensamientos que me suscitaba el caso y su tratamiento mediático necesitaban el frío de la tecla, la calma de la pantalla del ordenador. Y ahora que el telón se ha cerrado, ahora que la estrella del espectáculo se queda sola en su remoto presidio y los operarios recogen los bártulos del circo mientras se dispersan las últimas moléculas del néctar que genera audiencias, voy a dejar escritas aquí tres preguntas.

La primera: ¿a quién reprochar el tratamiento mediático del tema, si es que la cosa mereciera un reproche? Lo fácil sería señalar a los programas de radio y televisión, a las secciones de sociedad de los periódicos, al 'clickbait', pero ¿quién alimenta el depósito de combustible de la máquina? ¿No es la audiencia la que se acerca en masa a lo que huele de una determinada forma y huye de lo que no desprende ese aroma nauseabundo? ¿No tiene sobre la agenda mediática el espectador la última palabra, no sirve el mando a distancia para tomar una decisión?

La segunda: ¿cómo hubiera sido el circo televisivo de ser Daniel Sancho un heterosexual y Arrieta, por lo tanto, una mujer? ¿Esos violines, esos planos del cuerpo musculoso? ¿Los paños calientes y las sentimentales peroratas sobre su estado anímico? ¿Las teorías y disparates amparados en su primera versión? ¿La permanente angustia por su vida entre rejas y las condiciones sanitarias de Tailandia? El tratamiento mediático de un feminicidio cometido por un apuesto famoso hubiera tenido, también, sombras alargadas, pero no parece muy aventurado suponer que en tal caso las sombras habrían respetado algo más a su víctima y su familia.

Tercera: ¿hay que sacar antes de la cárcel a los hombres guapos y famosos? Nada más conocerse la sentencia, en los medios empezaron las cábalas angustiadas sobre los años que pasará preso en Tailandia y los beneficios penitenciarios que obtendrá en el momento en que regrese a España, entre ellos el tercer grado, decían, mientras pensaba yo en otros tantos compatriotas condenados, sin la fama y la belleza, que se pudren en cárceles de medio mundo por asuntos mucho menos graves que matar.

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