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Cine
Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

Escritor y periodista

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Pagué 8 euros por ver 'Alien: Romulus'

Hollywood rebusca constantemente en la basura de un pasado glorioso, para capturar microscópicas briznas del talento fabuloso y despedazado

Un fotograma de 'Alien: Romulus'

Un fotograma de 'Alien: Romulus'

Ayer fui al Multicines de Roses a ver 'Alien:Romulus'. Eran las once menos cuarto de la noche. La entrada me costó ocho euros. No fui el único que pensó que esta era una idea excelente. En la sala había seis personas además de mí. Los siete tontos del pueblo. La película también va de siete tontos de pueblo, concretamente un pueblo minero propiedad de la malvada empresa Weyland Wutani. El mayor pecado de esta corporación ficticia es la prolongación abominable de la saga Alien. 

Hay películas de horror y películas que son un horror. 'Alien: Romulus' pertenece a la segunda categoría. En los primeros dos minutos hay una escena reveladora que resume todo lo que vamos a ver y también el estado actual de la industria estadounidense del entretenimiento. Aparece una nave de Weyland y rebusca entre los restos destrozados del Nostromo, escenario de la película de 1978, para llevarse ADN del bicho. Bien: ahí está todo. Es un acto de honestidad involuntario de Fede Álvarez, el director. Eso es lo que vamos a ver, eso es lo que hace Hollywood: la industria rebusca constantemente en la basura de un pasado glorioso, para capturar microscópicas briznas del talento fabuloso y despedazado. Con ellas, hace refritos. 

El primer acto de la película es lo único que se salva. Conocemos a la protagonista, que no es Ripley aunque dirá las frases más icónicas de la teniente, a su androide negro y al resto de jóvenes que morirán para que ella se salve. Como en la aberración que hicieron con 'Star Wars', aquí volvemos a ver los cachivaches de la primera película: toda esa tecnología de aspecto obsoleto despierta al xenomorfo pagador de entradas que llevamos dentro, la nostalgia, pero todo lo que el primer acto construye y sugiere, el resto de la película se encarga de despedazarlo. 

'Alien, el octavo pasajero' fue una obra maestra que funcionaba con una premisa muy simple: un bicho sin alma persigue a seis humanos mientras un androide los traiciona. 'Alien: Romulus', por su parte, es un truño de desarrollo absurdamente rocambolesco: no se sabe adónde van, ni quiénes son, ni por qué actúan los seis personajes sin alma perseguidos por un CGI. La película trata de asustarte pero el terror viene luego, al salir del cine, cuando temes que una inteligencia artificial se haya puesto a los mandos de esa industria que ofreció más por mucho menos. Espero que se autodestruya pronto.