Opinión |
Tren
Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

Escritor y periodista

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Chamartín es un bulo

Óscar Puente ha alcanzado un hito importante en la industria del bulo que el Gobierno dice querer combatir

El caos en Chamartín por un fallo eléctrico, en imágenes

El caos en Chamartín por un fallo eléctrico, en imágenes

Óscar Puenting se tiró, como acostumbra, de cabeza por el borde del precipicio que llamaban Twitter. Dijo que lo que los pasajeros estaban experimentando en Chamartín no existe como respuesta al programa de Risto Mejide, que había emitido imágenes de la estación más infernal y tercermundista de toda España abarrotada de prisioneros del retraso de la excelente gestión ferroviaria del Gobierno. Con esto de llamar bulo no a una afirmación, ni a un dato cuestionable, ni a un titular malintencionado, sino a la mismísima gente hacinada, Óscar Puente ha alcanzado un hito importante en la industria del bulo que el Gobierno dice querer combatir. 

Si tú que me lees estabas allí, en Chamartín, con la vista clavada en los carteles luminosos que iban agrandando el retraso en la salida de tu tren a Valladolid Campogrande, haz caso del antiguo alcalde de esta ciudad y admite tu inexistencia. Dejar de existir debiera ser una prioridad para los pasajeros obligados a arrastrar sus ubres exhaustas por ese infierno precariamente conectado a otros infiernos llamado Chamartín. Al menos, esta debiera ser la decisión responsable de los pasajeros más sanchistas, capaces de hacer cualquier cosa por defender al Gobierno: incluso dejar de ser.

Sea como fuere, y dado que negar la existencia de una persona es difícil, pero negar la existencia de una multitud resulta directamente heroico, Puenting blindó su argumento con tan férrea voluntad como su cargo: añadió que la prueba de que el tren en España va bien es que la gente usa mucho el servicio, y luego sugirió que quien se queja por los retrasos, las averías y los vagones sin climatizar lo mismo piensa que con Franco el tren iba mejor, ergo es fascista. Sobre el primer argumento habría que subrayar que también va mucha gente a la sanidad pública y esto no implica que las listas de espera monstruosas sean buena señal, o que hay infinidad de niños escolarizados y los barracones y las ratios africanas no son la prueba de la calidad del servicio; sobre el segundo, recordarle a Puenting que los trenes también iban mejor con su antecesor, también socialista, de modo que no hace falta remontarse al franquismo.

Después, si toda contestación es aplastada por la máquina retórica del ministro, quedará en el aire la siguiente pregunta: si sus trenes no se retrasan más, ¿qué necesidad tenía de abolir el legendario compromiso de puntualidad de Renfe?