Opinión |
Elecciones en EEUU
Jorge Dezcallar

Jorge Dezcallar

Embajador de España.

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¡Vamos, Kamala!

La vicepresidenta estadounidense ha insuflado ilusión y aire fresco a un partido que hace nada parecía resignado a la derrota de un Biden cansado y dubitativo

Kamala Harris acepta la nominación como candidata con el respaldo de todo el Partido Demócrata

Obama respalda a Kamala Harris y prevé su victoria en noviembre: "Estamos listos para un nuevo capítulo"

Kamala Harris acepta la nominación como candidata con el respaldo del Partido Demócrata

Kamala Harris acepta la nominación como candidata con el respaldo del Partido Demócrata / J. SCOTT APPLEWHITE

El pasado jueves la Convención Demócrata reunida en Chicago ha confirmado la candidatura de Kamala Harris a la presidencia de los Estados Unidos, entre el entusiasmo de sus seguidores y el respaldo de los Clinton, los Obama y Biden. En apenas tres meses, sabremos si ella y Tim Walz hacen las maletas y regresan a California y Minnesota de donde salieron, o se convierten en los personajes más poderosos del mundo, con capacidad para afectar directamente a nuestras vidas aunque no les hayamos votado

Kamala ha insuflado ilusión y aire fresco a un partido que hace nada parecía resignado a la derrota de un Biden ('Sleepy Joe') cansado y dubitativo, frente a un Donald Trump ligeramente menos viejo pero más dinámico y agresivo. El mismo Trump que ahora aparece desconcertado cuando su rival ha sido reemplazado por una mujer joven, negra y buena polemista, porque ahora el viejo es él y no estaba preparado para ese cambio de papeles. Sus nervios se adivinan en su infantil rechazo a pronunciar bien el nombre de su rival, en acusarla de izquierdista radical, y en insultarla (que es lo que Donald hace mejor) llamándola loca por su forma de reír. En todo caso, Kamala, procedente -como Walz- del ala izquierda del partido está centrando rápidamente su mensaje para unir a todos los Demócratas en torno a su candidatura, igual que hizo Hillary Clinton en 2016 frente a Bernie Sanders y Elizabeth Warren. Sabe que solo así podrá ganar.

Kamala no ha sido una vicepresidente brillante, ninguno lo es. Creo que fue el presidente McKinley quien dijo que tenía dos amigos: uno se fue a dar la vuelta al mundo en un velero y al otro le hicieron vicepresidente de los Estados Unidos... ¡y decía que nunca volvió a oír nada de ninguno de los dos! Es un puesto desagradecido, pues su principal tarea es controlar el Senado, que preside, y esa es una labor importante pero de poca visibilidad. Le encargaron además el tema migratorio, en el que es imposible salir bien parada. Su vicepresidencia ha sido gris y solo el miedo del aparato del partido a perder las elecciones la ha lanzado a la primera línea de la política y ahí ha dado la sorpresa de mostrar un atractivo y una vitalidad que hasta ahora desconocíamos.

Después de Hillary Clinton, Kamala Harris es la segunda mujer que aspira a la presidencia de los Estados Unidos, y después de Barack Obama es la segunda persona de raza negra que lo hace. Y eso pone nervioso a Trump, porque son bazas que allí pesan mucho. Su exabrupto diciendo que Kamala solo ha descubierto ahora su negritud le ha salido por la culata con los líderes afroamericanos y recuerda a cuando también decía que Obama no había nacido en Estados Unidos. No para de mentir mientras ella le denuncia como un peligro para la democracia, la estabilidad global y los derechos de las mujeres...

Los principales retos de Kamala son darse a conocer, pues Trump es mucho más famoso; hacerlo con un perfil propio, como heredera de Biden pero diferente en asuntos como el aborto o las armas; unir a todo el partido en torno a su candidatura; desmontar las constantes mentiras de su rival; no caer en la autocomplacencia; asegurarse el voto femenino (no debería ser difícil, ante el misógino de Trump) y el de las poderosas minorías afroamericana e hispana, sin olvidar a la árabe, que es influyente en algunos estados decisivos pero fluctuantes ('swing states') y que está indignada con el apoyo a Israel y la tragedia humanitaria de Gaza. De ahí los denodados esfuerzos de Anthony Blinken por lograr cuanto antes una tregua que calme las aguas, mostrando una vez más que la política exterior de Washington está dominada por la política doméstica y por eso Netanyahu desea que gane Trump y Zelenski que lo haga Harris

He tenido la fortuna de asistir a una convención Republicana y a otra Demócrata y el fascinante escenario circense en el que se desarrollan, con globos y trajes estrafalarios, no dejan ver el serio trabajo que allí se hace en las decenas de conferencias, recepciones y negociaciones, que el gran público no ve y donde se discuten apoyos, contrapartidas y sumas enormes de dinero para financiar los próximos tres frenéticos meses de campaña, que anuncian una dura pelea. Lo peor que ahora podría hacer Harris es confiarse, porque queda mucho partido

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