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Jorge Dezcallar

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Mortadelo y Puigdemont

El 'conflicto' catalán había perdido mucha fuerza y que lo resucitaron las elecciones del 23 de julio por la necesidad que Pedro Sánchez tenía de algunos votos para seguir en el Gobierno

Llegada del líder de Junts Carles Puigdemont a las inmediaciones del Palau de la Generalitat de Catalunya.

Llegada del líder de Junts Carles Puigdemont a las inmediaciones del Palau de la Generalitat de Catalunya. / EFE/Alberto Estevez

A mí los ingleses me parecen raritos, como ha dicho Tim Walz sobre su rival J.D. Vance a la vicepresidencia de EEUU. Me parece rara esa manía de conducir por la izquierda, de tomar la cerveza tibia, de entusiasmarse con el cricket, o de montar esos números tipo Disneyland en torno a una monarquía llena de dorados. Pero los admiro porque tienen una democracia que funciona, la separación de poderes no la discute nadie y la ley se cumple. Por eso se pudo intervenir la autonomía de Irlanda del Norte durante varios años sin que nadie se rasgara las vestiduras, y por eso se mantuvo aislado o encerrado a Assange otros varios sin ceder tampoco a las fuertes presiones de Washington para entregarlo. Allí dicen cosas tan elementales como que no hay que legislar con nombres y apellidos ni tampoco bajo la impresión de hechos recientes, por terribles que sean. Son medidas sabias.

Por eso allí no ocurriría, como aquí, aplicar vergonzantemente el 155, no se harían leyes apresuradas como las del del Sí es sí o la de Amnistía que pone en la calle a cambio de votos a delincuentes que aseguran que 'ho tornarem a fer' (sobre todo después de haber llenado las hemerotecas de declaraciones sobre la inconstitucionalidad de la medida), la Fiscalía actuaría con independencia, los ciudadanos no asistirían desconcertados a peleas entre los Tribunales Supremo y Constitucional, los gobernantes no harían campaña defendiendo una cosa y luego haciendo otra (como ha hecho este gobierno con el Sáhara Occidental sin explicarnos todavía las razones del cambio), y si un delincuente buscado por la Justicia regresa, se le detiene y no se deja en ridículo a las Fuerzas de Seguridad. Son solo algunos ejemplos.

Puedo equivocarme y respeto a los que piensan de otra manera, pero creo que el “conflicto” catalán había perdido mucha fuerza y que lo resucitaron las elecciones del 23 de julio por la necesidad que Pedro Sánchez tenía de algunos votos para seguir en el Gobierno, cosa muy diferente que gobernar como muestra su incapacidad de sacar adelante los presupuestos y otras leyes. Las elecciones de mayo en Catalunya las ganaron de calle los socialistas del PSC que tienen todo el derecho del mundo a

negociar los acuerdos necesarios para formar gobierno. Lo que sucede es que en este caso nos hacen pagar la factura al resto de los españoles y eso ya no me parece tan bien. La entrega de la Caja a la Generalitat rompe la solidaridad y la igualdad entre españoles que yo, en mi ingenuidad, creía que eran las marcas distintivas del socialismo. Pues parece que ya no lo son y me asombra la mansedumbre de un partido apesebrado que acepta estas cosas sin rechistar, al margen de algunas algunas críticas que no llegan a mayores. Ahora los españoles seguiremos pagando las pensiones de nuestros amigos catalanes mientras estos reducirán su aportación al fondo de solidaridad ínterterritorial. Es como los cerdos de 'Animal Farm' de Orwell: aquí todos somos iguales pero con el PSOE unos somos más iguales que otros. O como Groucho Marx: “Estos son mis principios, señora, pero si no le gustan tengo otros”. Si esto es “progresista”, que venga Dios y lo vea.

No me parece mal ir hacia una fórmula federal, como ahora dice Pedro Sánchez, pero creo que en lugar de soltarlo como una ocurrencia en una rueda de prensa el asunto tiene la suficiente importancia como para merecer un profundo debate nacional en el que se delimiten con nitidez las competencias, derechos y obligaciones del poder federal y de los poderes federados. Y sobre todo, creo que un sistema federal exige un mínimo de lealtad constitucional porque si cada concesión del gobierno central es solo un peldaño hacia más concesiones futuras, como ocurre ahora, el invento no funciona porque acaba matando de inanición al Estado, que es lo que algunos socios del actual gobierno defienden abiertamente. Por eso creo que ahora no se dan las condiciones mínimas necesarias.

Uno puede equivocarse y la lista de errores de este gobierno me parece larga, incluso se habla de un pacto para dejar a Puigdemont venir, hablar y largarse sin interferir en la investidura de Illa. Lo ignoro. Para algunos el fin lo justifica todo. Lo que no es aceptable es el ridículo monumental que se ha hecho. Algunos hablan de Mortadelo y Puigdemont. Les dejo decidir quién es aquí Mortadelo.

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