Ibiza del Norte, el turismo que nadie quiere

«Cantabria no será Ibiza». Así reza un muro del Mirador de Los Tranquilos, en Ribamontán al Mar, a la vista de cualquier persona que estos días recorra la ruta de los acantilados, entre las playas de Loredo y Langre. La pintada es la respuesta de los vecinos a la masificación turística, la gran apestada de este verano y de la que tanto se habla en todo el país. Temen que llegará en breve a su municipio después de que un promotor inmobiliario anunciara que quiere convertir este enclave casi virgen de la costa cántabra en «la Ibiza del Norte», con viviendas, hotel y campo de golf.

La frase me invita a la reflexión después de que mi yo turista y senderista este año decidiera renunciar al ardor del Mediterráneo y mudarse al Norte. Porque todos somos o hemos sido turistas, ya sea de corto, largo o medio recorrido, en algún momento de nuestra vida, algo que conviene recordar en pleno debate sobre una masificación que afecta a todos los territorios, aunque sea en diferente gradación. 

 Nadie duda de que el momento de repensar el turismo es ahora, ni siquiera el propio sector. Se trata de una actividad con un impacto económico que no puede ningunearse, pero que ha de ser sostenible y dejar una menor huella, tanto en el medio ambiente como en la población local. Conviene una amplia reflexión con las aportaciones de especialistas, administraciones públicas y agentes económicos y sociales. Siempre será mejor que limitarse a una mera sucesión de parches inconexos por territorios o por segmentos de actividad, como los pisos turísticos. 

Aunque pueda caber la imposición de restricciones, mi yo turista prefiere la introducción de medidas positivas que ya existen en países como Dinamarca. Refugio climático para los viajeros que huyen del sur, ha decidido implantar bonificaciones a los visitantes que sean respetuosos con el medio ambiente y demuestren que recogen la basura o viajan en transporte público. Para tomar nota.

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