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Ágora
Elisenda Alamany

Elisenda Alamany

Presidenta del Grupo Municipal de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona.

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La gestión del turismo en Barcelona, un debate más allá del turismo

Gobernar el turismo es actuar en todos los frentes para continuar siendo una ciudad de éxito, turística y dinámica que sabe preservar su personalidad, su comercio, y donde los vecinos y vecinas puedan vivir

Archivo | Turistas en la Rambla de Barcelona.

Archivo | Turistas en la Rambla de Barcelona. / PERIODICO

Esta semana se ha presentado el barómetro del Ayuntamiento de Barcelona, una herramienta que sirve para recoger la opinión de la ciudadanía sobre la ciudad. La novedad es la irrupción del turismo como la tercera preocupación de los barceloneses, doblándose respeto el anterior barómetro y superando, incluso, la limpieza. No es sorprendente si tenemos en cuenta las movilizaciones que han habido en la ciudad y que también se han organizado en Canarias o Palma.

Las cifras en Barcelona son récord. En 2023 se superaron los 15,6 millones de turistas, según el Observatorio de Turismo de Barcelona. Unas cifras que tienen un impacto en nuestra cotidianidad. Nos equivocamos si ante este fenómeno decidimos o bien cerrar los ojos y continuar como hasta ahora, o bien decir que no queremos turismo, cuando este representa el 14% del PIB de Barcelona.

Ante el impacto de lo que no deja de ser una consecuencia del éxito de la ciudad, creo que tendríamos que tomar dos medidas imprescindibles.

La primera, intentar entender la complejidad de este fenómeno que va mucho más allá de los turistas que nos visitan. El verdadero problema que tiene la ciudad es de flujos y de impacto. Barcelona está muy tensionada por el turismo, pero también porque es una ciudad de servicios de primer nivel donde cada día vienen muchas personas a trabajar, a formarse, a cuidarse, a hacer negocios o, evidentemente, a hacer turismo. Así pues, el colapso no deja de ser un recordatorio de lo que supone ser una ciudad global. Esto sin contar con los miles de 'expats' que han escogido la ciudad para vivir (ya representan el 10% de los vecinos).

Encarar todo este impacto va más allá del turismo e implica tener en cuenta aspectos troncales de una ciudad. Desde la vivienda hasta el comercio. Por lo tanto, si solo analizamos el fenómeno del turismo continuaremos tomando medidas que serán meros parches. Si en cambio, entendemos que el turismo es solo una parte de lo que impacta en la demanda del precio de la vivienda, a buen seguro que podremos trazar una estrategia para mitigar este impacto.

Esto pasa por un abanico de medidas que aborde los apartamentos turísticos ilegales, pero que a la vez sea capaz de hacer emerger más vivienda de alquiler y construir más vivienda pública. Y lo mismo con el comercio: el turismo no tendría que transformarlo, sino que el comercio tradicional se tendría que beneficiar como público necesario para acabar de cuadrar la caja.

Y esto nos lleva a la segunda medida. El turismo se tiene que gobernar. Desde hace demasiados años la gestión turística se ha concertado al sector privado, en promoción turística y algunas medidas concretas cuando ha emergido alguna problemática. Esto ha pasado por la ideología de unos y por el desinterés de otros, pero hace mucho que Barcelona no gobierna uno de los principales sectores económicos de la ciudad.

Es imprescindible que gobernemos el turismo y esto quiere decir tener una estrategia para definir cuánto turismo y qué turismo volemos, qué no queremos y qué es el impacto que la ciudad puede asumir. Y obviamente, decidir a qué queremos dedicar los recursos que esta actividad genera en la ciudad.

Hace poco que hemos conseguido que los recursos generados por la tasa turística se inviertan en los barrios con más impacto turístico. Esto es gobernar el turismo. Entender que lo que hace atractiva Barcelona es su manera de ser y velar para que esta personalidad no se pierda por el éxito de la ciudad. En definitiva, gobernar es actuar en todos los frentes para continuar siendo una ciudad de éxito, turística y dinámica; pero que sabe preservar su personalidad, su comercio, y donde los vecinos y vecinas puedan vivir. No tiene ningún sentido que el atractivo de Barcelona comporte que la Barcelona que queremos desaparezca.

Solo podremos dejar atrás esta preocupación ciudadana cuando entendamos que el turismo solo es una de las caras de los impactos que genera el atractivo de la ciudad y cuando entendamos que solo podremos mitigar este impacto sobre la vida de los barceloneses si este éxito es gobernado por la administración pública con la complicidad de los diferentes sectores. ¿Nos ponemos?