Opinión |
Investidura
Anna Grau

Anna Grau

Periodista, escritora y exdiputada en el Parlament

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Puigdemonhólicos anónimos

A toda la gente que alguna vez creyó en Puigdemont: la decepción política duele muchísimo, pero también te ayuda a crecer

Puigdemont aparece en Barcelona después de siete años

Puigdemont aparece en Barcelona después de siete años

Al final, ni la independencia iba en serio, ni iba en serio lo de “mañana todos al despacho”, ni se podían ganar elecciones teletrabajando desde Waterloo… ni Puigdemont tenía lo que hay que tener para volver de verdad. Ni para el entierro de su madre ni para la investidura de Salvador Illa. Que, como algunos ya sabrán, se votaba dentro del Parlament, no bajo el Arco de Triunfo. Ese por donde Puigdemont se suele pasar sus promesas.

Supongo que no hace falta que les dé detalles del asco de mucha gente, da igual si a favor o en contra del 'procés'. 'Procés' que ya tiene certificado de defunción oficial. Estaba en muerte clínica pero ahí, ahí, dudando entre los intentos de reanimación y la eutanasia; hasta que zas, llega Puigdemont, desenchufa el respirador y, por supuesto, después se pira. Dejando un reguero de cadáveres políticos allá donde una vez hubo una “unidad independentista” que parecía imposible romper, entre otras cosas por disponer de un poder institucional donde no se ponía el sol. No como ahora, ya ves. Gracias a Puigdemont, el independentismo ha hecho lo único que, según el gran Josep Tarradellas, no se puede hacer nunca en política: el ridículo.

Sí, sí, ya sé que algunos están pensando en el ridículo de los Mossos por no haberle detenido antes (o después). Otro día hablamos de ello con más calma. Hoy quiero dirigirme a toda la gente que alguna vez creyó en Puigdemont, que le vio como su “legítimo”, como su héroe, que a lo mejor cogieron coches y autobuses de madrugada, o viajaron toda la noche, para estar como un clavo donde les dijeron que había que estar. Para acompañar a las puertas del Parlament a quien ya no estaba ahí. Porque no había estado nunca, en realidad.

Sé por experiencia que la decepción política duele mucho. Muchísimo. Pero también te ayuda a crecer. ¿Nos hacemos mayores? ¿Y a Puigdemont que el karma y Llarena le juzguen? Yo solo quiero olvidarle, y sospecho que muchos que no se atreven aún a decirlo en voz alta, también.

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