Opinión |
Derecho a pensar
Anna Grau

Anna Grau

Periodista, escritora y exdiputada en el Parlament

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Ultradislexia

Ante la imposibilidad de echarme, las canceladoras frustradas optaron por pirarse ellas

Portátil.

Portátil. / Freepik

Perdonen que no me levante mientras juego partidos de dobles como Nadal y Alcaraz, solo que yo sola. Con una mano, me las estoy teniendo en Facebook con unos que me llaman “asesina” por defender el derecho al aborto. Con la otra mano devuelvo pelotas en un grupo de WhatsApp donde me tildan de “ultraderechista” por escribir un artículo sobre consortes de políticos que se meten en política, y por comparar las trayectorias de Marta Ferrusola e Irene Montero. Ante la imposibilidad de echarme, las canceladoras frustradas optaron por pirarse ellas, “dando un portazo”, en precisa expresión de otra integrante de ese grupo, la escritora, feminista y progresista Laura Freixas.

No doy más nombres porque Laura ha tenido la amabilidad de mencionar el incidente en 'La Vanguardia'. Digo amabilidad sin ironía y con gratitud.

Laura Freixas hace al hilo de esta 'anécdota' una interesante reflexión sobre la necesidad de trascender tanta polarización y sentarse a por lo menos escuchar los argumentos discrepantes, ultraderecha incluida, si no queremos que esta siga creciendo. Es el único punto de su brillante artículo que me genera dudas: ¿quiere decir que la ultraderecha tiene derecho a pensar, o que los que pensamos tenemos derecho a que no se nos quiera tapar la boca llamándonos ultraderecha? (O asesina, volviendo al derecho al aborto).

Es igual. Yo sigo pensando. Como persona y como mujer. Hablando de mujeres, les invito a leer el maravilloso libro 'Coraje' (Sekotia) de Hanan Serroukh, catalana de padres marroquís que a los 16 años tuvo que escaparse de casa para huir de un matrimonio forzado. De verse en la calle con 2.000 pelas a revolucionar el trabajo social fundando la entidad Punt de Referència. Jordi Pujol la quiso fichar. Ella le dio calabazas. Hoy colabora con las fuerzas de seguridad para rescatar a hijos de la inmigración del salafismo. Hanan Serroukh pone igual de histéricos a multiculturales folklóricos y xenófobos. Me encanta. Seguiremos pensando.

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