Opinión |
Tras el acuerdo entre ERC y PSC
Pilar Rahola

Pilar Rahola

Periodista y escritora

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Operación retorno

Puigdemont ha dejado muy claro que vuelve para continuar el pulso con el estado, que vuelve libre y que cualquier detención será una flagrante ilegalidad

ERC exige a Puigdemont una rectificación y una "disculpa" por achacar al partido su posible detención

El PP ve a Illa "más independentista" que a Puigdemont y rechaza ayudarle con una abstención

Carles Puigdemont, el pasado 27 de julio de 2024

Carles Puigdemont, el pasado 27 de julio de 2024 / EUROPA PRESS

Dos maneras de hacer, pero una misma intención: que el presidente Carles Puigdemont se replanteara la idea de volver a Catalunya, a pesar de la decisión de Llarena de no aplicar la ley de amnistía y mantener la orden de detención. Primero fue el PSOE quien lo intentó ‘in person’, con el argumento de que no controlan el Supremo y no podrían evitar la detención. Y después fue ERC quien, vía Marta Rovira, aseguró que “Puigdemont no se tendría que dejar detener”, como si su detención fuera una cuestión de voluntad personal, y no un acto de abuso judicial.

Sea como sea, tanto el PSOE como ERC coinciden en la misma preocupación ante un retorno que provocará una fuerte sacudida tanto en la política catalana como en la española. Y es tal la preocupación que ha sido este retorno el que ha marcado los 'tempos' del acuerdo de investidura, tanto en la hora de hacerlo público -a pesar de que hacía semanas que estaba cerrado-, como a la hora de escoger el calendario de la sesión plenaria. De hecho, en la memoria de las relaciones entre ERC y Junts pesarán con dureza las maniobras que han hecho los republicanos con los socialistas para poner la investidura en el peor momento de agosto -podía haberse fijado para finales de mes- y así impedir la reacción ciudadana. El objetivo: deslucir la épica del retorno del presidente en el exilio. Sumada esta decisión a la previa de investir a Illa, considerado el exponente del PSC más españolista y más favorable a la represión, es evidente que el estropicio entre los dos partidos es fulminante. “Ahora ya sabemos qué quería decir Rovira cuando decía que volvía para acabar el trabajo: venía para acabar con nosotros”, concluye una letanía que se repite por todo el movimiento independentista. En todo caso es un hecho que ERC ha quemado las naves y ha optado definitivamente por encajarse en las izquierdas españolas y abandonar la tentación independentista, y este es un viaje de ida que no tiene retorno ni a corto, ni a medio plazo. “No solo no trabaja a favor, sino que trabaja en contra”, remachan las voces más ilustres de las redes.

Más allá de la transmutación de ERC -y del terremoto que ha provocado dentro del movimiento independentista-, todo lo que pasará en los próximos días marcará a fuego la política catalana y española. Es impensable que la investidura de Illa tenga un recorrido políticamente tranquilo con el retorno de Puigdemont, de entrada porque es probable que se suspenda el pleno si hay detención, y, en todo caso, la tensión y la indignación de la ciudadanía subirá muchos decibelios, con un 11 de septiembre caliente a las puertas. La suma “investidura Illa versus detención Puigdemont” es una multiplicación explosiva que desmentirá la famosa “pacificación” que ha vendido el PSOE para justificar sus pactos. Con el añadido de que Puigdemont ha dejado muy claro que vuelve para continuar el pulso con el Estado, que vuelve libre y que cualquier detención será una flagrante ilegalidad. El pulso será a múltiples bandas, tanto político y ciudadano, como judicial.

Pero, si el retorno producirá una sacudida en Catalunya, la réplica en la política española será igualmente fuerte, no en balde la partida se juega en Barcelona, pero las piezas las mueven en Madrid. Es una obviedad que la “toga nostra” (en feliz expresión ya popularizada) dispara contra la amnistía, pero en el centro de la diana está Pedro Sánchez. No es necesario añadir que la detención de Puigdemont es el sueño húmedo del Supremo y de todo el 'deep state', alimentado durante años de frustración y derrotas internacionales, pero ahora le tienen todavía más ganas a Sánchez. Por eso se han enfrentado a la amnistía, en una operación que algunos juristas han considerado un golpe de Estado judicial, y por eso mismo harán efectiva la detención, convencidos de que todo ello será una estocada a un Sánchez al que ya tienen asediado judicialmente. En este punto, habrá que mirar con lupa la batalla cruenta entre Conde-Pumpido y Marchena, es decir, entre el Constitucional y el Supremo. Es aquí donde se jugará la libertad de Puigdemont, tanto como se estrechará o se aflojará el círculo a Sánchez. Dado que la guerra es total entre la Moncloa y estos poderes fácticos (que sin duda incluyen a la Zarzuela), hay que prever que Puigdemont sufrirá todas las previsiones: lo detendrán, lo llevarán a Madrid y lo encarcelarán. Al final esta es la vocación de los pirómanos: echar gasolina donde hay fuego.