Opinión |
Duelo incomprendido
Olga Ruiz

Olga Ruiz

Periodista

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Mi perra también era mi familia

De nada sirve alargar la vida de tu animal solo para retrasar el momento de afrontar su pérdida

Dorita.

Dorita. / O.R.

Se ha muerto mi perra y me siento terriblemente triste. La asfixia ha entrado en mi casa estos días por partida doble; por un lado el sofocante calor y por otro la pesada tristeza. Todo el mundo comprende la flojera de ánimo que provocan las tórridas temperaturas, pero la pena que te atraviesa hasta partirte en dos por la pérdida de un animal sigue siendo-aún hoy- un duelo incomprendido.

En los últimos días he repetido demasiado “es que se les quiere mucho” después de cada bajón en público, después de que un recuerdo sobrevenido me provoque el llanto. Odio esa coletilla. Jamás la utilizaría para justificar mi dolor por una pérdida humana. 

Morirse no es nada fácil, el cuerpo por enfermo que esté lucha por mantenerse con vida, a pesar de todo. En el caso de un animal, es su familia humana quien unilateralmente decide cuándo poner fin a esa vida tras un diagnóstico terminal. Es la decisión más complicada que he tomado jamás. También es la menos egoísta. De nada sirve alargar la vida de tu animal solo para retrasar el momento de afrontar su pérdida. 

Si estás pasando por una situación similar, tu veterinario de confianza sabrá decirte cuando ha llegado la hora. En nuestro caso, tomamos la decisión solo tres días después del diagnóstico. Lo que estaba por venir era horrible, cambiamos su dolor por el nuestro. Mi perra, adoptada tras años de maltrato, no merecía pasar ni un segundo de sufrimiento a nuestro lado. En esa decisión encuentro ahora mi consuelo, por extraño que parezca. 

Quered y cuidad a vuestro perro como merece. No os limitéis a sacarlo tres veces al día a la esquina, no os conforméis con ponerle de comer y beber. Tener un animal es adaptar y transformar tu forma de vida a sus necesidades, nunca a la inversa. Es entender que un centro comercial no es su sitio como no lo es un chiringuito de playa en agosto.

Querer en vida y dignificar su muerte es el mejor regalo que podéis hacerles. 

Ha muerto mi perra y estoy muy triste. Mi perra también era mi familia.  

Para Dorita, que nos eligió y nos colmó de amor.

Suscríbete para seguir leyendo