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Venezuela, en la incertidumbre

Si no hay transparencia, se enturbiará el mandato de Maduro y será difícil que el país alcance la estabilidad

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro / Europa Press/Contacto/Juan Barreto

Nada resulta definitivo en los anuncios hechos ayer por el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, que otorga la victoria a Nicolás Maduro en la elección presidencial del domingo con el 51,2% de los votos, y por los líderes de la oposición, que consideran electo a Edmundo González con el 70% de las papeletas. Era de prever que este fuera el desenlace en primera instancia del recuento electoral, que prevaleciera la incertidumbre que lleva a líderes progresistas latinoamericanos, caso de los presidentes de Colombia y Chile, a la Unión Europea y a Estados Unidos, por boca del secretario de Estado, Antony Blinken, a manifestar dudas sobre la limpieza del escrutinio y la proclamación del resultado. La reclamación general de transparencia, a la que se ha sumado España, es una exigencia sensata, que no presupone la existencia de fraude, sino que abunda en la necesidad de que no se cierna la sombra de la sospecha sobre el resultado proclamado.

Responde a dudas razonables exigir un recuento exhaustivo que permita cotejar los resultados registrados en las actas y los manejados por el CNE, una operación que debe realizar manos independientes en presencia de las personas designadas por los candidatos para fiscalizar el quehacer de los funcionarios encargados de llevarla a cabo. No hay otra forma de que se desvanezcan las «serias preocupaciones» manifestadas por Blinken en sintonía con un abanico ideológicamente muy amplio de actores de la comunidad internacional. Sin tal certificación de que lo anunciado por el CNE responde a la realidad es muy difícil que Venezuela alcance la estabilidad necesaria para salirse del marasmo económico y atenuar la fractura política; sin tal legitimación, Maduro será un presidente permanentemente señalado.

La rapidez con la que los gobiernos de Rusia, China, Irán, Bolivia, Cuba y Nicaragua han dado por bueno el resultado oficial no hace más que subrayar la necesidad de que la validación del recuento sea técnicamente irreprochable. Sin que se puedan tomar como referencia irrefutable los pronósticos de todas las encuestas realizadas estas últimas semanas, lo cierto es que la distancia entre los vaticinios y los datos aportados por el CNE es demasiado llamativa como para no considerar democráticamente saludable extremar las garantías. Porque lo cierto es que cuantos gobernantes se han apresurado a reconocer la reelección de Nicolás Maduro no son precisamente adalides de la democracia especialmente preocupados en que se respete hasta sus últimas consecuencias el veredicto de las urnas.

Es posible que finalmente la abstención haya sido mayor de lo previsto, que el chavismo movilice más efectivos que Edmundo González, tutelado por María Corina Machado, que los problemas administrativos del voto exterior –a menudo injustificables– hayan sido muy perjudiciales para la oposición, que todo ello haya facilitado la victoria de Maduro, pero sin un recuento público papeleta por papeleta algo enturbiará desde el primer día el tercer mandato de Maduro. Los sucesos que precedieron a las elecciones, incluida la inhabilitación de Machado, que le impidió ser candidata, justifican la exigencia de máxima transparencia para evitar, como sucedió en citas anteriores, que la representatividad de los elegidos quepa ponerla en duda.