Opinión |
Responsabilidad histórica
Andreu Claret

Andreu Claret

Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO

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Quien controle el pasado controlará el futuro

Si la derogación de la Ley de Memoria Democrática se ha llevado a cabo en algunas CC.AA., en nombre de la concordia o la reconciliación, y sin citar al franquismo, es por la actitud vergonzante del PP, que tiene un problema no resuelto con la historia reciente de España

Valle de los Caídos.

Valle de los Caídos. / EFE / EMILIO NARANJO

Paradójicamente, este aforismo de Orwell suele ser utilizado por la derecha española, desde que José Luís Rodríguez Zapatero llevó al Parlamento la Ley de Memoria Histórica. Menciono la paradoja porque Orwell era un hombre de izquierdas que combatió a los militares alzados contra la República junto a las milicias del POUM. Es cierto que él, tras comprobar como las gastaba el estalinismo, no hizo distingos entre los intentos de Hitler o de Stalin de manipular la historia. El Ministerio de la Verdad de su famosa novela tanto podría tener su sede en el Reichstag como en el Kremlin. Pero volvamos a España, donde no parece que el comunismo soviético esté en condiciones de tomar el poder. Más bien al contrario. Lo que tiene más posibilidades de ocurrir es que un partido como Vox, paladín de la reescritura de nuestra historia, llegue al poder, de la mano del Partido Popular. Ya ocurrió en algunas Comunidades Autónomas y sigue siendo una realidad en más de 140 ayuntamientos.

‘Quien controla el presente controla el pasado, y quien controla el pasado controlará el futuro’ escribió exactamente Orwell, en ‘1984’, indicándonos como suele actuar el poder. Todo poder necesita un relato oficial, por decirlo en el lenguaje de hoy. O una meta-narrativa posmoderna. Aquella que permite ir y venir del pasado al presente con aparente coherencia, para justificar las políticas de hoy y dibujar las de mañana. Sucede, sin embargo, que la historia es reacia a dejarse manipular. Sobre todo, cuando resulta tan controvertida como la de España. Cuando Javier Ortega Smith proclama que "la reconquista no ha terminado", necesita que alguien, previamente, haya simplificado el sentido histórico de esta llamada Reconquista. Alguien que le permita elevar el Cid a categoría de 'machoman' para formular el nacionalismo agresivo que su idea de la España de mañana requiere. ¿Cuándo Abascal sostiene que "España se ha hecho frente al islam", en que está pensando? ¿En la toma de Granada, o en un discurso islamófobo que le dé votos? Reescribir el pasado es una tarea bien pagada, a la que se prestan algunos historiadores, sabedores que la cita de Orwell tiene muchos seguidores.

Emprenderla se le hace más complejo a la derecha, sobre todo al Partido Popular, cuando Vox aplica la máxima orweliana a la historia contemporánea y llama a reescribir la de la República y la guerra civil. El PP sabe que no se puede ir por el mundo, y aún menos por una Unión Europea nacida sobre las cenizas de la locura nazi, diciendo que Franco salvó a España del caos republicano. No resulta ni convincente ni estético. Una cosa son los intentos de historiadores al servicio de este propósito, como César Vidal o Pío Moa, y otra el planteamiento revisionista de Vox que incomoda al grueso del PP. Solo José Maria Aznar se atreve a hacerlo suyo. Preferentemente, en la versión edulcorada de Stanley Payne, uno de los asiduos de la FAES. En ese sentido, cuando Abascal sostuvo en el Parlamento que el gobierno del PSOE "es el peor de los últimos 80 años", Alberto Núnez-Feijóo miró para otra parte. Si la derogación de la Ley de Memoria Democrática del gobierno de Pedro Sánchez se ha llevado a cabo en algunas CC.AA., en nombre de la concordia o la reconciliación, y sin citar al franquismo, es por la actitud vergonzante del PP, que tiene un problema no resuelto con la historia reciente de España.

Frente a este intento de manipularla en función de intereses políticos conviene no simplificar. Al contrario, es necesario profundizar en la complejidad de una República que intentó afrontar ingentes problemas y que cometió errores que le proporcionaron a Franco la base social de la que carecía. Como los excesos del anticlericalismo, por mucho que la Iglesia española bendijera el poder y el golpe. La palabra reconciliación no debe ser patrimonio exclusivo de nadie. Cualquier norma debe atender a todas las víctimas. Sabiendo, sin embargo, que por muy dolorosas que sean las que se produjeron bajo la II República o durante la Transición, no son comparables con las del franquismo. Y que nada debe ocultar la responsabilidad histórica que tuvo el levantamiento militar contra un régimen legítimo.  

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