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Investidura
Joan Tardà

Joan Tardà

Exdiputado de ERC.

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¿Adiós trincheras entre ERC y PSC?

Si bien los socialistas catalanes y los republicanos han estado en bandos opuestos y han sufrido fracturas emocionales, sus electorados conforman buena parte de las clases populares catalanas

El presidente de la Generalitat en funciones, Pere Aragonès, y el líder del PSC, Salvador Illa, en un pleno del Parlament

El presidente de la Generalitat en funciones, Pere Aragonès, y el líder del PSC, Salvador Illa, en un pleno del Parlament / QUIQUE GARCÍA / EFE

Celebraría que la negociación entre ERC y PSC llegara a puerto. Constataría un avance en la metabolización de agravios instalados a raíz del ‘procés’. Los unos, por haberse sentido violentados en los derechos por las leyes de desconexión; los otros, al vivir como agresión la complicidad en la aplicación del 155 y la inhibición en la conquista de la amnistía. Superar el pasado en clave progresista, sin embargo, obliga a convencer a quienes se envuelven en falsos patriotismos, de aquí y de allá, ajenos a unas proyecciones que entrevén un futuro de descohesión social, de inviabilidad del estado del bienestar a causa del expolio fiscal y de una acelerada desnacionalización, tal como se evidencia en el alarmante estado de la lengua catalana y la pérdida de capacidad de integración de los nuevos catalanes por parte del catalanismo.

Avanzar no ha sido fácil. Por un lado, un sector del independentismo ha sido incapaz de reconocer que hoy no existen las condiciones objetivas que hicieron posible el intento de abrir un proceso constituyente para una nueva república y sigue ciego ante la evidencia de que Catalunya, como nación sin estado, permanece a la intemperie de una Europa en que un renovado nacionalismo estatalista y los peores fantasmas totalitarios del pasado van materializándose en forma de nuevo poder. Y el catalanismo también es víctima, tal como se expresa en la dolorosa aparición de la xenófoba Orriols. Amenazantes escenarios que, a la vez, han favorecido una constante españolización y asimilación cultural de la sociedad catalana en paralelo a la pérdida progresiva de relevancia del catalanismo dentro del PSC.

Por eso, solo podrá ganarse la batalla de la catalanidad si el conjunto del catalanismo se reconcilia y abandona la trinchera. Ser, al fin y al cabo, consecuentes con el legado heredado de las generaciones precedentes basado en la renovación de una identidad nacional forjada a golpes de voluntad de hacer de Catalunya un solo pueblo y una tierra de personas libres, llegadas de todas partes, donde del alfa al omega nada se escape de los derechos democráticos y de la justicia social.  

Corresponde, pues, a los partidos catalanistas de izquierda hacer que el país tire adelante. Metabolizar el pasado en clave de búsqueda de nuevas oportunidades, por lo que, sin demoras por razón de la velocidad con la que avanza la reacción, hay que exigir a republicanos y a socialistas un entendimiento que permita encarar el momento histórico con el convencimiento de que, cuanto más tarde compatibilicen la “confrontación” y la “colaboración” más empinado será el camino.

Un proyecto que implica rehuir el miedo a accidentes electorales, a crisis internas y a las campañas de asedio de la derecha española a Sánchez y de Junts a ERC. Conscientes de que si bien PSC y ERC han estado en bandos opuestos y han sufrido fracturas emocionales, sus electorados conforman buena parte de las clases populares catalanas.

Del resultado final dependerá que las izquierdas catalanistas (independentistas y autonomistas/federalistas, es decir de ERC a la CUP y del PSC a Comuns) se vean dispuestas a liderar conjuntamente una solución al conflicto político que Catalunya tiene pendiente con el Estado español. Un objetivo que requerirá tanto incrementar la autoestima de la catalanidad a base de mejorar los estándares de calidad de vida como de la capacidad de emprender juntos un nuevo proceso, en el que la mayoría de la ciudadanía se sienta llamada a participar en la medida que no se tenga que sentir excluida.

En definitiva, que el republicanismo participe activamente en las propuestas “socialistas” para un mayor autogobierno en justa correspondencia a la implicación del PSC en las iniciativas autodeterministas del republicanismo para que, ambas, puedan ser ofrecidas a consulta a la ciudadanía. Ofrecer un relato libre de sectarismos y empezar a resolver las grandes incógnitas. De entre las cuales, dos básicas: saber si Junqueras o su hipotético adversario buscan o rechazan el socialismo catalán como integrante de la Vía amplia republicana. Y, en segundo lugar, descubrir si Illa se comprometerá a hacer posible una solución final que no obvie ninguna opción.

Al fin y al cabo, a mayor colaboración recíproca menos involución españolista en el PSC y menos jaque de esencialismo nacionalista al republicanismo. Es decir, más oportunidades para una Catalunya más libre. 

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