Escenario poselectoral
Joan Tardà

Joan Tardà

Exdiputado de ERC.

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A PSC y ERC se les acumula el trabajo

El republicanismo no debe caer en la tentación de retirarse a los cuarteles de invierno. Debe ser determinantes en la gobernanza del mayor número de instituciones del país y, principalmente, en la Generalitat, en una relación de colaboración con las fuerzas de izquierdas en el marco de una oposición constructiva o de otras fórmulas 

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Junqueras y Aragonès en el mitin central de ERC en esta campaña.

Junqueras y Aragonès en el mitin central de ERC en esta campaña. / MANU MITRU

Corresponde a Illa conseguir apoyos para convertirse en el tercer president socialista. Si quiere a las izquierdas, tendrá que desbordar su estricto programa electoral. Es decir, encontrar puntos de intercesión también con el operador republicano para explorar la “singularidad” de la financiación, no desvirtuar el traspaso pactado de Rodalies, ponderar macroproyectos disonantes y garantizar la continuidad de los avances del Govern Aragonès. Una empresa que tendrá que garantizar la continuidad de la mesa de negociación entre gobiernos y el sudoku parlamentario del Congreso.

La sociedad catalana de 2024 está experimentando cambios vertiginosos en su configuración. Nuevas realidades que evidencian una rampante descohesión social, que reclaman políticas sociales más equitativas y que dificultan la asunción de la catalanidad por parte de amplios sectores de la población. Desde el retroceso en el uso social de la lengua a una creciente españolización del pensamiento político, al amparo del auge del nacionalismo español y de la ultraderecha xenófoba, pasando por cierta 'ciudadanización' del mismo PSC. En definitiva, una progresiva ruptura del relato histórico transmitido generacionalmente desde el antifranquismo, que asociaba conquistas sociales y democráticas a aspiraciones catalanistas. Fueran de matriz autonomista/federalista o de ADN soberanista/independentista.

En este contexto, destaca una afirmación troncal: construir una solución requiere que socialistas y republicanos asuman que están condenados a competir y, a la vez, a colaborar. Porque sin la participación activa de mayorías populares, 'indepes' o federalistas, no será posible el compromiso histórico de encontrar juntos el desatascador.

Por eso, el republicanismo tampoco lo tiene fácil. Corre el riesgo, asimismo, de que ante el batacazo electoral se deje llevar por las inevitables contradicciones, las desavenencias de criterio entre dirigentes y las dificultades que presenta la conquista democrática de una solución refrendista construida con la participación del conjunto de las izquierdas catalanas. Una estrategia de vía amplia, orgullosamente destilada por la militancia, que no por dificultosa tendría que ser denostada.

Una vía amplia que obliga al republicanismo a no caer en la tentación del falso confort de los cuarteles de invierno, desde donde lamerse las heridas a la espera de coyunturas favorables caídas del cielo. Al contrario, el éxito consiste en actuar a campo abierto con un doble objetivo. Por un lado, recuperar el vigor en los movimientos sociales, en el mundo del trabajo y especialmente en las franjas más jóvenes de la ciudadanía, intensificando, a la vez, la función política de sus cargos electos en el ámbito municipal. De otro, hacer compatible inconformismo, innovación y contestación con la voluntad de ser determinantes en la gobernanza del mayor número de instituciones del país. Y, principalmente, en la Generalitat.

Hacer oposición a un hipotético Govern Illa abre un nuevo escenario, tanto para la propia organización política como para el país. Con todo, se trata de una decisión que seguro que habrá que debatir con el conjunto de los afiliados. En este sentido, hay que recordar que en los documentos congresuales se integró la idea de que en el camino hacia la resolución del "conflicto", el republicanismo se tendría que comprometer a participar activamente en las propuestas procedentes de los adversarios, de igual manera que, a estos, se les exigiría un comportamiento recíproco hacia las soluciones aportadas por Esquerra.

Estaría bien, pues, que el debate se centrara en valorar si la construcción de una solución democrática que pudiera ser refrendada en un futuro por las clases populares catalanas, buena parte de las cuales representadas por los electores del PSC y de ERC y otras formaciones izquierdistas, exige compartir una relación de colaboración en el marco de una oposición constructiva u otras fórmulas que puedan valorarse como más útiles para los objetivos marcados. Es decir, rehuyendo cabriolas funambulistas, impidiendo situaciones más propias de las tripas que del cerebro, y descartando una oposición estéril, por aislacionista.

Corresponde al republicanismo la tarea histórica de recoser a las clases populares, sin abandonar el rol de la liebre en las carreras de galgos. He aquí su grandeza: buscar siempre el escenario más favorable para poder avanzar. Un patriotismo a menudo poco reconocido y lleno de sacrificios, como ilustra su historia. De Macià a Junqueras, pasando por la voluntad de miles de personas de anhelos republicanos. Las de ayer y quienes, hoy, a pesar de la derrota del domingo, saben qué se espera de ellas.

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