Opinión |
Parece una tontería
Juan Tallón

Juan Tallón

Escritor.

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ríete tú

Reírse de uno mismo es, no pocas veces, la única salida a una situación delicada, en la que uno ha podido meterse por su propia torpeza

Risas en grupo

Risas en grupo / 123RF

Reírse de uno mismo es una idea atractiva, y fácil de plantear. Pero después hay que ponerse. Hasta que te sale bien, requiere bastante entrenamiento. En esas estoy con mi hija. Hace una semana, al final del campamento al que la apuntamos, los organizadores entregaron a los niños algunos diplomas, y a ella le otorgaron uno 'A la mejor caída'. No le hizo gracia a la primera, ni a la segunda, a lo mejor una poca a la tercera, pero sin duda fue un buen ejercicio para iniciarse en el arte de no tomarse en serio a uno mismo. Le expliqué que merece la pena hacerlo, y que habla siempre bien de la persona que lo consigue. No pocas veces es también la única salida a una situación delicada, en la que uno ha podido meterse por su propia torpeza. Casi nunca es mala idea restarse importancia ejerciendo cierta autocrítica humorística. 

Me quedé con las ganas de contarle una anécdota de Bennett Cerf, fundador de Random House, que en cierta ocasión acertó a recurrir al humor para superar una crisis que amenazó con destruir la reputación de la editorial. Sucedió en los años cuarenta. Estados Unidos había entrado en la II Guerra Mundial y no tardó en producirse una avalancha de libros sobre la contienda. Cuando acabó, una de las obras que vieron la luz fue la de Quentin Reynolds. La revista 'Reader’s Digest' había desenterrado la historia de un canadiense llamado DuPré, que había trabajado para el Servicio Secreto británico-canadiense acometiendo grandes hazañas en París para la Resistencia. Capturado por los nazis, no cantó pese a las torturas. Logró escapar y regresó a Canadá como un héroe, recaudando fondos para construir escuelas y edificios del gobierno. 

'Reader’s Digest' envió a Reynolds a escribir la historia, y el periodista le dijo un día a Bennett Cerf: «Estoy haciendo un artículo, pero creo que podría llegar a ser un libro». El editor le compró la idea y buscaron título: 'El hombre que no quería hablar'. Entonces, una noche, Cerf recibió una llamada del editor del 'Calgary Herald'. «Me temo que tengo malas noticias para usted. Su señor DuPré acaba de derrumbarse y confesar que su historia es falsa […]. Sus aventuras las sacó de cosas que había leído en las noticias y revistas de espionaje. Pasó toda la guerra en Inglaterra y en Canadá, y nunca llegó a Francia. Y eso de que fue capturado y torturado por los nazis sucedió solo en su imaginación. […] Es un hombre agradable y no se dio cuenta de que su engaño iba a adquirir estas dimensiones. Mañana se imprime toda la historia, y pensé que le vendría bien avanzarle la noticia». 

Cerf no perdió los nervios y llamó a Reynolds y al editor de Reader’s Digest para ponerlos al corriente. Les dio su opinión: «La única manera de salir de esto es reírse de todo. Voy a dar una conferencia de prensa. Voy a decir exactamente lo que pasó: Imagínense a este hombre engañándonos a todos. ¿No es gracioso? Vamos a anunciar que este libro no es un no-ficción, sino ficción pura y dura, y vamos a cambiar el título de inmediato a 'El hombre que hablaba demasiado'». Funcionó de maravilla.