Opinión |
Parece una tontería
Juan Tallón

Juan Tallón

Escritor.

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¿En declive yo?

En tu cabeza cabe siempre la opción de que la decadencia sea solo una mala racha, y que cuando desaparezca volverán los días gloriosos

Biden admite que tuvo "una mala noche" en el debate y que "metió la pata"

Biden admite que tuvo "una mala noche" en el debate y que "metió la pata"

El declive representa una de las amenazas más fascinantes y turbadoras de la humanidad. Solo hay que fijarse en Biden. A veces te alcanza de manera incontestable, fatal, quizá inesperada, como cuando a la Pantera Rosa, feliz de la vida, de pronto le cae un piano de cola encima. Muchas otras, el declive remite a una presencia fantasmal, discutible. Para unos es declive, no hay duda, y para otros, por supuesto, una cuenta mal echada. Si el hundimiento en cuestión es el tuyo, se te hace difícil reconocerlo. Nadie quiere hacer frente al instante en que descubre la pérdida de sus cualidades, o su belleza, o su juventud, o su fuerza, o su instinto. 

Estar acabado exige un complejo diagnóstico. No basta una segunda opinión, ni una tercera, ni una quinta, ni una enésima para llegar a conclusiones. En tu cabeza cabe siempre la opción de que la decadencia sea solo una mala racha, y que cuando desaparezca volverán los días gloriosos. Pero cae también entre las posibilidades que eso que atribuimos a una mala y larga racha sea la ceguera que no quiere contemplar la ruina. 

Demanda mucho valor mirarse al espejo y enfrentar la idea espantosa de que sus mejores días quedaron atrás. En general, las personas que creen haber estado en contacto con el éxito tienden a desarrollar un carácter insaciable: quieren más. No se conforman con ser grandes en algún momento: desean seguir siéndolo todo el tiempo. Cuando adivinan el ocaso, si lo adivinan, siguen adelante como si tal cosa, miran a otro lado, silban. Me hacen pensar siempre a Norma Desmond, protagonista de 'Sunset Bulevard', y reliquia olvidada del cine mudo, una actriz que vivió días dorados en Hollywood y que ahora es incapaz de aceptar que esos días pasaron. Aferrada a su majestuosa mansión y a su coche de leyenda, un Isotta Fraschini, espera a que un buen guionista la devuelva al estrellato. Cuando un día alguien la reconoce, y le recuerda que fue una gran estrella, ella lo corrige y pone el verbo en tiempo presente: «Soy una gran estrella, es el cine el que ha empequeñecido», precisa.