Opinión | Apunte

Agustí Sala

Agustí Sala

Redactor jefe de Economía

Añoranza del oasis catalán

Aragonès saluda Illa i Moret, el 18 de març a Barcelona.  | FERRAN NADEU

Aragonès saluda Illa i Moret, el 18 de març a Barcelona. | FERRAN NADEU

No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que para muchos empresarios el Govern ideal en Catalunya sería la suma del PSC y de Junts. Unos lo confiesan y otros, seguramente lo piensan. Sería la combinación perfecta, entienden, como recuperar los viejos tiempos de la 'sociovergencia' en pleno imperio de Jordi Pujol al frente de la Generalitat y, luego, de su 'hereu' político, Artur Mas, que acabó triturado por el 'procés'. Pero eso supone esperar que la amalgama en la que está sumida la antigua Convergència puede volver al redil ¿Es posible con Carles Puigdemont como líder? Muchos lo dudan a no ser que el 'expresident' se aparte.

Lo prioritario, en todo caso, es que haya un Ejecutivo al mando en la Generalitat y se eviten nuevas elecciones. Y eso, por ahora, pasa por la unión de los socialistas y una ERC dividida que requeriría el apoyo de los Comuns. Eso inquieta a algunos patronos, que propugnan menos impuestos y un enfoque más liberal o, por ser claro, más 'business friendly' (en el buen sentido de la expresión se entiende, no me malinterpreten).

Muchos representantes de las élites verían con buenos ojos la suma de PSC con un Junts más convergente, que otorgaría una mayoría amplia y que rememoraría los viejos tiempos del oasis catalán (balneario, para algunos) en los que el poder estaba repartido entre las dos fuerzas mayoritarias. Y que se empezó a tambalearse aunque ligeramente cuando Pasqual Maragall dijo dirigiéndose as Artur Mas: "Ustedes tienen un problema y este se llama 3%".

Tras más de una década de veleidades independentistas que quizás no han hundido Catalunya pero sí que la han lastrado, muchos creen que ha llegado el momento de ponerse manos a la obra: Hay que aparcar el 'procés', si es que eso es posible; y aprovechar para arreglar males crónicos como el desfase entre lo previsto y lo ejecutado en las inversiones públicas, los retrasos en la transición energética o la mala financiación autonómica. De lograrlo, seguro que muchos aplaudirían aunque fuera sin el oasis añorado pero con un Govern decidido a solventar problemas.

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