Opinión |
Civismo
Alejandro Giménez Imirizaldu

Alejandro Giménez Imirizaldu

Arquitecto por la ETSAB, profesor de urbanismo de la Universitat Politècnica e investigador del Laboratori d’Urbanisme de Barcelona.

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Barcelona al desnudo

La ordenanza no especifica si el litoral es marítimo, lacustre o fluvial y la inmediatez de la contigüidad no va a definírmela usted, amable agente

Aficionados del PSG con discreción por la Barceloneta

Aficionados del PSG con discreción por la Barceloneta

La Barceloneta, julio de 2016. Una mujer entra con tiento en el agua a tres metros de un señor mayor, completamente desnudo, que vigila el horizonte al atardecer. Lleva una burka turquesa cuyos reflejos se disuelven entre las olas. Media docena de niños de colores y ojos grandes, asilvestrados, sucios y felices, corren de una al otro. Los adultos se ignoran educadamente. El sol se esconde tras la torre de Sant Sebastià. Entrega la última caricia de este día dorado, indolente, guiñando 'adeus' entre pestañas de acero. A veces, cuando me enfado con mi ciudad, recuerdo esa imagen y me baja el suflé.

Buenos días. Venía aquí a defender el valor de lo ordinario. Es más interesante una ciudad extraordinaria formada por suma de pequeñas arquitecturas vulgares, como Barcelona, que una ciudad vulgar formada por un manojo de esperpentos pretenciosos como… otras que ustedes conocen. Los herederos del 68 somos los culpables de este movimiento pendular contra la belleza de lo ordinario que se traduce, a la que te descuidas, en un neopuritanismo condenatorio. Todo lo ve hipersexualizado. Como si el sexo fuera malo. Y encima malo por exceso. 27 grados y un montón de guiris. En los parterres públicos risueños turistas desnudan sus cuerpos al sol. Hace falta valor. Menos mal que nuestras autoridades eclesiásticas han tomado cartas en el asunto. Carteles plastificados sobre piedra gótica. Prohibidas bermudas y tirantes en la catedral. Ni foto, ni video, ni caso.

La 'Ordenança de mesures per fomentar i garantir la convivència ciutadana a l'espai públic' de Barcelona, también conocida como ordenanza del civismo, decreta el 25 de enero de 2006: “Queda prohibido transitar en bañador, excepto piscinas, playas u otros lugares donde sea normal o habitual estar con tal vestimenta. La prohibición a que se refiere este apartado no es de aplicación en paseos marítimos ni vias inmediatamente contiguas a las playas o el resto del litoral.” Una interpretación estricta de la norma permitiría desfilar en tanga por la mayoría de calles y avenidas principales de Barcelona. La ordenanza no especifica si el litoral es marítimo, lacustre o fluvial y la inmediatez de la contigüidad no va a definírmela usted, amable agente. Que vengo por la calle de Marina desde el Port Olímpic y tengo intención de continuar ininterrumpida, inmediata y contiguamente en trikini hasta el Pantano de Vallvidrera, con su permiso, gracias y buenas tardes.

Si es un problema de valores, la solución puede ser tan sencilla como revisarlos. Si es un problema de higiene no faltarán razones. Nos apoyamos en los inodoros, bebemos de las fuentes, comemos en los restaurantes con vasos y cubiertos que han pasado por miles de bocas, estrechamos manos sin pensar en qué habrán rascado antes, nos besamos a la primera… pero qué asco sentarse en un banco si un nudista anda cerca. Oiga, llevan su toallita. Y si no, como hacen los mayores en la plaza: el periódico. Yo encantado de ofrecer esta página a tal fin, vaya usted con ropa o sin.  

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