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La vocación azul de Barcelona

La transformación radical del Port Olímpic vincula definitivamente a la ciudad con la economía del mar

El Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat acuerdan trabajar juntos para impulsar la economía azul

Archivo - Vista del Port Olímpic de Barcelona

Archivo - Vista del Port Olímpic de Barcelona / AYUNTAMIENTO DE BARCELONA - Archivo

El Port Olímpic de Barcelona está en la recta final de una transformación radical, acompasada e impulsada por la celebración de la Copa América. El modelo definido en 1992 (un polo de ocio nocturno destinado a concentrarlo y alejarlo de zonas residenciales) resultó fallido, más allá de su estricta faceta de puerto deportivo, por motivos de seguridad y de calidad de la oferta. Su transformación ha intentado combinar dos facetas diversas y complementarias, vinculadas al mar y con potencialidad de atraer a 3,6 millones de visitantes al año. El llamado Balcón Gastronómico circunscrito al Moll de Gregal, con un proceso de adjudicación exigente y difícil pero que está a punto de culminar, y la reserva del resto de los muelles a actividades náuticas, en el marco del desarrollo de la denominada economía azul. La mitad de los espacios disponibles ya están ocupados y algunos en marcha: otros esperarán al mes de julio, hasta que las obras estén culminadas y su puesta en marcha pueda coincidir con la Copa América, mientras que otros esperarán a que haya pasado la cita deportiva.

La competición internacional de vela ha sido impulsada por las diversas administraciones pero con un papel de liderazgo asumido por Barcelona Global, una asociación que tiene como objetivo impulsar la economía de la ciudad. Y en este marco se ha planteado no como un evento efímero, sino como la oportunidad de situar a Barcelona en la vanguardia de un sector en el que la transición energética abre una ventana de oportunidad a nuevos operadores e iniciativas. 

La condición portuaria de Barcelona ha sido clave en su construcción como capital económica y lo sigue siendo: su puerto facilita tanto la actividad de industrias exportadoras, como el grupo Volkswagen, como la llegada de la instalación de la primera planta de ensamblamiento, y en el futuro de producción, de coches chinos en la UE. Pero el concepto de la economía azul va más allá de las tradicionales actividades portuarias, desde el difícil sostenimiento de la construcción naval pesada y la pesca tradicional, hasta el puro tránsito de mercancías u otras actividades propias de una economía de servicios, como el turismo de cruceros, las 'autopistas marítimas' vía ferry o las actividades de restauración y ocio. La Barcelona abierta al Mediterráneo está en plena transformación de distintos espacios de su frente marítimo, con la movilización de empresas, administraciones y centros académicos, para abrir horizontes en los campos de la investigación, la bioeconomía marina y el desarrollo de soluciones relacionadas con el mar desde un punto de vista sostenible. Una apuesta que ya genera para la ciudad ingresos por valor de 4.000 millones de euros y ocupa a más de 16.200 personas, y cuyo volumen se aspira a duplicar en 2030.

Pero, más allá de la iniciativa local, el I Foro Económico y Social del Mediterráneo, celebrado la semana pasada en València por Prensa Ibérica, con apoyo de la Fundación La Caixa, ha servido para recordar que cualquier iniciativa que tenga en mente la potencialidad de las cinco comunidades mediterráneas que suman el 40% del PIB tiene en la cooperación una palanca para ir más allá. La combinación de colaboración y competencia puede hacer del Corredor Mediterráneo algo más que un eje ferroviario: una macrorregión de innovación y progreso, en la que Catalunya y Barcelona deberían encajar con el papel que les corresponde.