Desperfectos
Valentí Puig

Valentí Puig

Escritor y periodista.

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La culpa es de la Mona Lisa

La segunda generación del activismo ecologista ha acabado actuando como una religión política más, con su tótem, diosas y armería

Activistas medioambientales rocían sopa sobre el cristal blindado que protege “La Mona Lisa”

Activistas medioambientales rocían sopa sobre el cristal blindado que protege “La Mona Lisa” / AFP

Cualquier día será noticia que los activistas del fundamentalismo ecologista han emborronado con crema de chocolate los bisontes de la Cueva de Altamira. Para eliminar el consumo de petróleo siguen con sus ataques al mejor arte de todos los tiempos, de Degas a Velázquez, de Goya a Constable. Han aprovechado el solsticio de verano para embadurnar el recinto megalítico de Stonehenge, una de las maravillas del mundo, desde hace cuatro mil años. 

Desde 2022, la organización radical Just Stop Oil bloquea carreteras, altera competiciones deportivas e interrumpe representaciones teatrales y conciertos. También considera que para protegerse del calentamiento global hay que profanar la Mona Lisa. Si es que el mundo se calienta y la causa es el petróleo irse al complejo megalítico de Stonehenge y rociarlo con pintura no parece ser la solución.

En los últimos tiempos, los museos han visto aparecer a jóvenes imbuidos de un ecologismo extremo y dispuestos a manchar con puré de patatas las obras maestras del arte, aunque las proteja un cristal. Quizás estén convencidos de que el arte es un enemigo de la naturaleza pero cuadros como 'Los girasoles' de Van Gogh o 'El carro del heno' de Constable son, muy al contrario, una exaltación magistral de la naturaleza. 

La segunda generación del activismo ecologista ha acabado actuando como una religión política más, con su tótem, diosas y armería. Es una amplia red mundial, partidaria de la desobediencia civil y la transgresión –vandalismo-, financiada por el Climate Emergency Fund, con donaciones por parte de millonarios 'caviar', especialmente de la heredera de la dinastía petrolífera de los Getty, grandes mecenas del arte. Es grotesco el contraste entre una generación Getty que llena de obras maestras sus museos de Los Angeles y otra que da subvenciones para pintarrajear con salsa de tomate las grandes piezas en la National Gallery de Londres. 

Carece de sentido interrumpir una representación del musical 'Los miserables' si por un momento se tiene en cuenta que, hoy en día, Victor Hugo sería uno de los patriarcas de la civilización verde. Nada justifica destrozar la vitrina en la que está expuesta la Carta Magna británica si no es que los cauces abruptos de Just Stop Oil se desentienden del sistema de libertades, equilibrios y contrapesos del Estado de derecho. Mecenas y activistas pudieran mejor alentar la búsqueda de energías limpias y baratas, dejando tranquila 'La piedad' de Miguel Ángel. 

Las piedras del recinto ritual de Stonehenge fueron rociadas con pintura naranja en polvo. Era el día en que, por efecto del solsticio, el sol se aparece en medio del centro de titánicas piedras neolíticas. Si se tiene en cuenta que fue Churchill quien decidió que la marina de guerra británica pasase del carbón al petróleo, ¿a qué viene culpar a los indígenas megalíticos?

La gracilidad de la escultura en bronce de Degas, 'La pequeña bailarina', es la belleza perfecta en nuestro mundo imperfecto. Nada tiene que ver con el petróleo, la confusión entre causas y efectos o el desquicio político de una generación tan predispuesta a creer que el mundo desaparecerá pasado mañana. 

Suscríbete para seguir leyendo