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Joan Tapia

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Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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¿Puede Puigdemont?

El expresident ha perdido porque, aunque genera entusiasmo entre los suyos, tiene mucha menos confianza que Salvador Illa, o Xavier Trias, en capas más amplias del electorado

Carles Puigdemont durante su intervención en Argelers

Carles Puigdemont durante su intervención en Argelers / Gemma Tubert / ACN

No sé qué dirá la historia, pero los periodistas no somos historiadores. Y Puigdemont -guste o no- es un personaje. Nunca ha ganado las elecciones catalanas. Era solo alcalde de Girona en 2015, cuando fue ungido por Mas tras su “pas al costat” por el veto de la CUP. En las elecciones de 2017 -las del 155- perdió ante Inés Arrimadas, pero ganó a Junqueras. En las de 2021 perdió ante Illa y Aragonès. Y ahora ha ganado a Aragonès, pero ha sido batido -holgadamente- por Illa.

Pero tiene un gran activo. Hay una Catalunya que le quiere. ¿Por sus contradicciones? En 2017 atizó la independencia, pero dos días antes se lo repensó y quiso convocar elecciones. Sabía que sería un gran error y papel mojado. Pero no pudo. Los que habían sobreexcitado ardían, temía que ERC ganara (las 135 monedas de plata de Rufián), y en su propio partido hubo rebelión. La excusa 'ex-post' de que Rajoy habría aplicado igual el 155 no se sostiene. Con elecciones, nadie podía intervenir una autonomía.

Luego se fue a Waterloo. ¿Por no querer, como sí hizo Junqueras, afrontar las consecuencias? ¿Para preservar un futuro impredecible? Y ha resistido con aplomo la presión del Tribunal Supremo. Europa no está con Puigdemont, pero se resiste a avalar duras penas de prisión para quienes -pese a la Fiscalía, el Supremo lo sentenció-no se rebelaron. Y menos con violencia. Y ha gobernado con mano de hierro una laxa coalición de la que abandonó el mando formal. Empeño no le ha faltado.

No es un loco, quizás un visionario que sabe oler a los suyos. Y en 2023 decidió que Xavier Trias, con un mensaje posconvergente, ganaría Barcelona. Y luego Junts a ERC en las generales, para negociar con Sánchez. Trias ganó en votos, pero topó con la resiliencia de Collboni. Y tras las generales ha negociado con Sánchez la amnistía, otorgándose la voz de la Catalunya oprimida. Como cuando Felipe V.

Pero Puigdemont no es Trias. Genera más entusiasmo entre los del “morro fort”, pero mucha menos confianza entre los que -vengan de donde vengan- no priorizan la independencia y apuestan por superar la querella interna y por una gobernabilidad que gestione el futuro inmediato.

Después de todo ha subido solo 3 escaños, de 32 a 35, pese a que ERC ha perdido 13 (de 33 a 20) y la CUP 5 (de 9 a 4.) Mientras el PSC ha subido 9 (de 33 a 42). Consecuencia: el independentismo ha perdido por primera vez desde 2012 la mayoría absoluta que le permitía gobernar. El total independentista ha bajado al 43,2% del voto (con la extrema derecha de Orriols), mientras que los no separatistas están en el 52,7%. Una diferencia de nada menos que 9,5 puntos. Y así el independentismo se ha quedado con 61 escaños (con Orriols) frente a los 74 de la pasada legislatura y los 68 de la mayoría absoluta.

Puigdemont ha subido solo tres escaños, mientras que ERC y la CUP han perdido 18. La consecuencia es que el independentismo solo tiene 61 diputados (contando los dos de Orriols), cuando la mayoría absoluta es de 68

¿Puede con estos números gobernar Catalunya quien se proclama el más radical independentista? Parece que no. Y está claro que muchos rupturistas de 2017 han dejado de votar. O de serlo, porque el voto no tiene propietarios.

Pero Puigdemont -el premio a la combatividad no se le puede discutir- no se da por vencido. Aunque, hábil, el domingo felicitó al PSC por los resultados, quiere convencer a ERC de volver a hacer un frente -que rompió cuando Junts abandonó el Govern en 2022- y presentarse ante Sánchez diciéndole que los 55 diputados de Junts y ERC son más que los 42 de Illa. O los 48 de Illa y los Comuns. Y que, por tanto, el PSC debe abstenerse en pago al apoyo que Junts y ERC dan al PSOE en Madrid.

Parece un cálculo imposible. Yendo al límite -Puigdemont (y Sánchez) pueden hacerlo-, ¿se puede arriesgar Puigdemont a salir derrotado de su investidura en el Parlament de Catalunya? Mas no pudo cuando, en 2006 -antes del 'procés'-, el PSC hizo president a Montilla pese a Zapatero. ERC fue entonces decisiva.

Un independentismo dividido y minoritario en votos y escaños no puede ni material ni éticamente imponerse. Como tampoco puede hacerlo un no independentismo aún más fraccionado. El camino (no la solución) es construir puentes y pactos transversales, antes que pelearse sobre el futuro, quienes quieran gobernar la Catalunya de los 2020 en una Europa que necesita más unión y coherencia para poder sobrevivir.

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