Festival de música de Bilbao

Massive Attack ofrecen un espectáculo musical y político arrollador en el BBK Live

La banda británica de electrónica fue lo más destacado de una jornada en la que a Air le faltó un poco más de intimidad y Los Planetas volvieron a conmover y divertir interpretando su álbum de debut

Asistentes al Bilbao BBK Live en su primera jornada.

Asistentes al Bilbao BBK Live en su primera jornada. / LUIS TEJIDO

Jacobo de Arce

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Había mucha expectación por ver a Massive Attack en el BBK Live. La banda británica, un dúo siempre bien acompañado que nació con aquella explosión musical que convirtió a Bristol en la capital del sonido más puntero de los primeros noventa, el trip hop, había cancelado por diferentes razones varias de sus citas más recientes en España, convirtiéndose en un chiste recurrente. "A ver si al final tocan", era el comentario más escuchado también este jueves en las laderas de Kobetamendi que acogen al festival bilbaíno. Al final actuaron, y lo hicieron de una manera que no será fácil olvidar.

El grupo fundado por Robert del Naja y Grant Marshall siempre se ha caracterizado por su compromiso político, y su concierto bilbaíno, en un momento en el que el mundo se encuentra sacudido por guerras atroces y una feroz ola reaccionaria, les daba la oportunidad de volver a dejarlo claro. Lo hicieron desde su arranque: antes de que salieran al escenario y mientras sonaba una introducción medio festiva, un vídeo proyectaba la imagen de un mono dirigiendo algo desde una pantalla mientras se sobreimpresionaban un montón de mensajes políticos en euskera. Fue el idioma que utilizaron, además del inglés, durante todo el show: ni una sola vez saludaron o agradecieron en castellano.

Aspecto del Bilbao BBK Live en su primera jornada.

Aspecto del Bilbao BBK Live en su primera jornada. / LUIS TEJIDO

Tras desperezarse con Risingson, una de las canciones de su álbum Mezzanine, el setlist del concierto recorrió toda su carrera con una contundencia y una emoción de las que no se ven a menudo, apoyándose en el escenario en quienes han sido sus colaboradores históricos. Elisabeth Fraser, inolvidable vocalista de Cocteau Twins, salió a cantar Black MilkSong To The SirenSafe From Farm o Teardrop, que fue la que hacia el final del concierto hizo activar todas las cámaras de los móviles.

 Horace Andy, un profesional del reggae que les pone voces desde los 90, hizo lo mismo con Hymn of the Big Wheel o Angel. Y Deborah Miller prestó su espectacular voz a Safe From Harm Unfinished Sympathy, la que más hizo bailar. Del Naja y Marshall, altivos, distantes y ataviados con complementos propalestinos (un brazalete uno, una kufiya el otro) controlaban todo desde sus teclados, sin dejar asomar su voz más que en tres o cuatro canciones: a Marshall le faltó fuerza pero le sobró carisma cuando entonó ese himno fundacional del trip hop que es Karmacoma.

El músico y cantante Sen Senra durante su actuación en la primera jornada del Bilbao BBK Live que se celebra en la capital bilbaína.

El músico y cantante Sen Senra durante su actuación en la primera jornada del Bilbao BBK Live que se celebra en la capital bilbaína. / LUIS TEJIDO

Aunque la mayor parte del concierto discurrió por los vericuetos de ese estilo, el trip hop, en su versión marca de la casa, es decir, especialmente denso, rugoso y apocalíptico, hubo también breves descargas de rap, punk e incluso metal, con los Young Fathers, el grupo escocés de hip hop progresivo, llevando ahí la voz cantante. Por las pantallas no dejaban de pasar imágenes de dígitos y letras cambiando a velocidad vertiginosa, como en esos créditos de películas tipo Misión Imposible. Se trataba de denunciar al poder y el control social que ejerce, con los tiranos, las guerras y el capitalismo como principales objetivos: Putin y Netanyahu aparecieron varias veces en pantalla, y hubo recuerdos para Gaza y Ucrania, pero también risas a costa de los conspiranoicos, de Joe Biden, de Gwyneth Paltrow o de Taylor Swift. Pocos títeres quedan con cabeza en un concierto de Massive Attack.

Un escenario envidiable

Tiene algo de ascenso a los cielos, partiendo de una versión castiza del infierno, el pasar en una sola jornada del Mad Cool al BBK Live, como lo hizo quien esto escribe. No hablamos ahora de lo musical, sino de las condiciones físicas del recinto, siempre importantes. Un secarral pedregoso, apenas disimulado por unas moquetas verdes y a casi 40 grados en el sur de Madrid poco tiene que hacer al lado de un monte escultural, cubierto de hierba y con vistas a todo Bilbao donde el termómetro difícilmente alcanza los 25. Llegando con la deshidratación capitalina a cuestas, la tentación de sentirse Heidi o la familia Trapp y empezar a correr eufórico por esos pastos, entre barras y escenarios, es fuerte.

El BBK compite seriamente con el Primavera Sound como los mejores escenarios que tiene este país, uno más natural y el otro urbano, para celebrar un festival, al menos entre los de primera línea. En la jornada inaugural de la cita bilbaína apretaba un cierto bochorno y amenazaban las nubes, pero los ratos de txirimiri fueron pocos y breves, al menos hasta el cierre de estas líneas, así que esa pega habitual que es la lluvia tampoco se le pudo poner este jueves. Si hubiera que quejarse de algo, sería de un aforo que se ve un tanto desbordado. La organización no quiere facilitar cifras de asistencia hasta que el sábado las pueda dar globales, pero por momentos se hacía bastante complicado moverse por el recinto debido a la enorme masa de gente. Un dato interesante: aquí las cervezas cuestan 5 euros, frente a los 6,5 de Mad Cool. El vaso reciclable, eso sí, en más caro, 3 euros frente a 2, pero eso solo se paga una vez. Si hablamos de minis (o katxis) son 10 euros frente a 13.

En el BBK Live siempre han tenido más peso las propuestas veteranas que las nuevas tendencias y lo joven, una línea que la programación de este año refrenda. En lo más alto del cartel es difícil encontrar algún nombre que pueda atraer a un público veinteañero. Solo hay que echar un vistazo a esta primera jornada: los franceses Air llegaban para interpretar íntegramente un disco de 1998, Los Planetas para hacer lo propio con uno de 1994. Massive Attack llevaban cinco años sin tocar en directo y su último álbum es de 2010, aunque después hayan publicado algunas canciones sueltas. The Prodigy sí han ido editando trabajos más recientemente, pero las canciones que están en el imaginario popular tienen más de un cuarto de siglo.

A pesar de todo, el monte Kobeta era un gran encuentro intergeneracional en el que no faltaban precisamente jóvenes. Más allá de la música, a los festivales actuales se va a vivir momentos felices, así que para un sector importante del público da un poco igual quien actúe. A pesar de todo, tuvieron algunos destellos de su generación: Sen Senra llevó su trap sensible al mayor escenario del recinto en horario de tarde, y Diego de Carolina Durante se subió a un ring de boxeo enfrente de aquel para cantar con Barry B la canción que acaban de publicar juntos, Yo pensaba que me había tocado Dios.

Demasiado lío para ver a Air

Ese factor festivo y de encuentro de amigos para pasarlo bien tiene a veces, sin embargo, sus pegas. El concierto de Air, un espectáculo que tiene algo más de intimista que de festivo, era difícil de disfrutar más allá de las primeras filasMoon Safari, el disco que venían a mostrar en todo su esplendor 26 años después de su salida, es un álbum fundametalmente atmosférico y de construcción compleja, en el que en su día se juntaron el gusto por las bandas sonoras, las sonoridades negras y la música lounge de sus creadores, todo ello bajo el paraguas de esa electrónica elegante del french touch en su versión más tranquila, menos festiva. Todos los matices que tenía aquel disco con hechuras de viaje sideral quedaban un poco perdidos en un festival donde la gente no para de saludarse, charlar y volver a moverse con escasos milímetros de separación.

A pesar de todo, el dúo francés formado por Nicolas Godin Jean-Benoît Dunckel, aquí acompañados del baterista Mikael Israelsson, hicieron lo que tenían que hacer: desplegar un show que sonaba exactamente como sonó aquel disco emblemático, pero con un punto más orgánico. Aunque había algunos sonidos pregrabados (si alguien esperaba que saliera una vocalista femenina en Sexy Boy iba listo), la mayoría de la tramoya sonora brotaba de la batería, los teclados vintage y el bajo, con los músicos enmarcados en un rectángulo blanco que parecía un ventanal de una casa midcentury de Richard Neutra. Tocaron el disco de principio a fin: el arranque con las percusiones y el bajo suaves de La femme d'argent hacía de introducción a un atardecer sofisticado entre los montes vascos. Era una pena no poder disfrutar de Kelly Watch the Stars con algo más de silencio, o dejarse envolver por Talisman o por Ce matin là. Cuando llegó el final con Le voyage de Penelope todo había sido bonito, pero también había sabido a poco.

En ese mismo escenario San Miguel, ya pasada la medianoche, le llegó el turno a Los Planetas y su Super 8, un disco de debut que han sacado a pasear en una gira de la que ya hemos dado cuenta antes. Es inevitable: allá por donde pasan canciones como De viajeQué puedo hacerBrigitte o La caja del diablo, interpretadas por sus autores, disparan emociones encerradas durante décadas, y más cuando la película de Isaki Lacuesta sobre la banda ha vuelto a ponerlos en el centro de todas las miradas. El grupo de Jota y Florent son ya unos clásicos indiscutibles, y este disco una obra magna que abrió el camino a mil cosas que han venido después, como por ejemplo Los Punsetes, otros genios que horas antes habían tocado en un escenario más pequeño himnos como Estrella Distante o Tu puto grupo. Ojo porque en ese genealogía, la que une a los dos grupos, está lo mejor del pop español de las últimas tres décadas. Y parece que por fin se va reconociendo como tal.

Si la aparición o no de Massive Attack era la gran incógnita de la noche, la otra era qué habría sido de unos The Prodigy que hace unos años perdieron a Keith Flint, su vocalista, bailarín y cara visible del grupo, y que llevaban un lustro apartados de los escenarios. La duda se despejó pronto: cuando la banda salió al escenario Nagusia, el principal, todo parecía estar en el mismo lugar, con toda la contundencia de ese sonido entre la música de rave y el punk que siempre está sobredimensinado en volumen, en parones, en estallidos y en crescendos. Un ejercicio de puro efectismo ruidista que sigue funcionando. Tan confiado parecía el grupo que descargaron casi toda la artillería al empezar: BreathOmenVodoo People... Eso sí, cuando arrancaron los acordes de Firestarter, la canción que les catapultó a la fama, se dibujó en las pantallas la inconfundible silueta de Flint, con sus pelos de punta que parecían dos cuernos. El dibujo enseguida se puso a bailar al ritmo de la canción. Fue un gesto bonito, el de seguir buscando la compañía en el escenario del compañero de fatigas perdido.