Fútbol (M) | FRANCIA 3 - ESPAÑA 5

España vive cuatro vidas en 120 minutos para conquistar el oro olímpico

Sergio Camello, con dos goles en la prórroga, pone el sello de la tercera medalla de oro de la delegación española en estos Juegos

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No hubo nunca una final olímpica semejante, con tantos goles, con tantos episodios de narrativas contrapuestas, con tantas historias concentradas en un solo desenlace que fue de oro para España, de penumbra para la local Francia. El fútbol masculino alcanzó la cima olímpica solo antes hollada en Barcelona 92 tras sentir la puñalada de un gol en contra en 12 minutos, el empacho de remontar con tres de golpe en un abrir y cerrar de ojos, el vértigo de padecer una remontada en el descuento, para coronar toda esa macedonia de emociones con el decisivo doblete de Sergio Camello, héroe por sorpresa, en la prórroga.

Vivió España cuatro vidas diferentes en 120 minutos, diferentes representaciones sobre el césped de ella misma. Tan valiente y tan insegura a la vez, tan decidida a ratos como achicada a otros. Tan inconsistente, tan volátil y a la vez tan rebelde frente a un estadio volcado, claro está, con Francia. Todas nuestras contradicciones volcadas en las botas de unos jugadores que, decimos, nos representan y cuyo oro nos arrogamos, el segundo de la historia del fútbol español y el tercero de estos Juegos para España, tras los de Diego Botín y Florian Trittel en vela y la de María Pérez y Álvaro Martín en marcha.

Fermín, Baena, Tenas... y Camello

El fútbol colocó en el medallero la 14ª anotación española, a falta de definir dónde se ubica la firma de Ayoub Ghadfa. Un enérgico impulso para la delegación nacional, que arrastraba hasta entonces un día de severos varapalos. Y lo hizo con todo en contra: el ambiente parisino, el resultado inicial, tempranero el tanto francés, y su ulterior remontada cuando los españoles ya acariciaban el oro. Primero Fermín y Baena, campeones de Eurocopa y de los Juegos en un mes, casi siempre (grave error inicial más que perdonado) Arnau Tenas, y ya en la histérica prórroga Sergio Camello, pusieron en el Parque de los Príncipes de París el sello de un oro para el recuerdo.

Clara minoría en la grada

Era España minoría absoluta en las gradas, como corresponde a una final frente al equipo local, aunque el ambiente no parecía durante muchísimos minutos el propio de una final por el oro olímpico, falto de decibelios e intensidad para el premio que había en juego. Ocurrió que pronto los españoles se sintieron más pequeños de lo que eran, cuando observaron la cantada de Arnau Tenas a los 12 minutos, que propició el tanto inaugural del francés Millot. Y viendo, un rato antes y a distancia, la pifia de Cata Coll en la infeliz pugna por el bronce femenino, las malas vibraciones parecía recorrer sin remedio el sistema nervioso español.

Pero entonces levantaron la mano Fermín y Baena y dijeron que de eso nada. Que España había recibido un revés, pero que no estaba muerta. Entre ambos, en 10 minutos de delirio nacional, silenciaron la casa del PSG con tres goles. Empezó el del Barça, rematando solísimo en el área un centro raso del jugador del Villarreal. Siguió Fermín, recogiendo el mal rechace del portero Restes un remate de Abel Ruiz para marcar su sexto gol en estos Juegos. Y remató el arrebato Baena, con un disparo de falta directa desde la esquina del área.

Arnau se redime

Era el minuto 28 y España ganaba por 1-3 en París ante la aturdida Francia de Henry, que no entendía qué había pasado, no sabía cómo podía haber recibido tres aguijonazos en 10 minutos cuando en todo el torneo olímpico solo había tenido que lamentar un tanto en contra, en la semifinal ante Egipto. No se reconstituyeron los locales hasta el larguísimo descuento de la primera mitad, en la que Arnau Tenas tuvo la oportunidad de redimirse. Su puño apretado y sus gritos evidenciaron cuánto necesitaba esos dos paradones finales tras su error inaugural.

Francia se sintió obligada en la segunda mitad, viendo que el oro se le escurría. Subió líneas el combinado galo, movió piezas desde el banquillo Thierry Henry. Alentada por una grada que, ahora sí, correspondía a los que suyos se estaban jugando, los franceses ahogaron por momentos a una España que solo hallaba oxígeno cuando Baena recibía el balón y tenía un par de segundos para pensar. No ocurría muy a menudo.

El acoso de Francia

Tenas, enardecido tras su borrón, frenó con brillantez los toques a rebato franceses, mientras el seleccionador Santi Denia, olímpico como futbolista en Atlanta 96, busco soluciones al agobio con la entrada de Juanlu y Bernabé. Pero la resistencia se agrietó cuando, en el minuto 79, Olise botó una falta a media altura y Akliouche la convirtió en gol, en lo que fue más un rebote que un remate. Valía igual para acercar a Francia a un gol de la prórroga.

Se intentó estirar España tras el tanto, pero los franceses se habían apoderado del ritmo emocional del encuentro, achicada la selección de Denia y empeorada con los cambios. El castigo a su incapacidad para mantener el gobierno del duelo llegó ya en el descuento, cuando el árbitro revisó en el VAR un agarrón de Turrientes. El agarrón existió, el árbitro se desdijo de su decisión inicial y Mateta marcó el penalti que mandó el duelo a la prórroga. El propio Turrientes estuvo por después a un larguero de evitarlo.

El primer gol de Camello en la final olímpica.

El primer gol de Camello en la final olímpica. / Aurelien Morissard / AP

La prórroga, no nos engañemos, olía a muerto para España. Era Francia quien arrastraba la inercia positiva y el corazón en llamas. Pero resultó que a los locales se les había acabado la batería. Los jugadores de Denia supieron leer la flaqueza rival. Y Camello, que había entrado por sorpresa en la convocatoria por el tótem Omorodion, lo aprovechó para marcar dos goles históricos, uno en el 100 y otro en el 121, que colocaron el definitivo 3-5 en el marcador. Que subieron el tercer oro en el medallero español. Que silenciaron París e hicieron estallar a España, cuatro vidas en 120 minutos, un éxtasis para siempre.