Normativa más dura
Atento si eres propietario de una vivienda y quieres alquilar o vender: el nuevo requisito que te puede obligar a reformarla
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El certificado energético de una vivienda es obligatorio. Si no lo sabías y eres propietario, es necesario para poder vender o alquilar un inmueble. Lo que es indiferente es el resultado del mismo. Es decir, no importa qué letra (de la A a la G) tenga asignada en función de cuál es su nivel de eficiencia. Sin embargo, la nueva normativa europea establece un criterio más duro en cuanto a este aspecto: no será suficiente con disponer del certificado de eficiencia energética (CEE) en regla para poder vender o alquilar. Te explicamos en qué consiste la nueva medida, la cual puede comportar que tengas que reformar la vivienda antes de sacarle rédito.
Los propietarios tienen la obligación de tener en vigor un CEE desde el 1 de junio de 2013. Además de poseerlo, el deber de mostrarlo está regulado por un decreto ley. El documento, que se renueva cada 10 años, tiene en cuenta factores como el nivel de emisiones de dióxido de carbono y el propio gasto de energía al mes y por superficie de la vivienda. En caso de no tenerlo, los dueños de un inmueble en venta o en alquiler se exponen a multas de hasta 600 euros.
Aparte de todo eso, a partir del 2030 no bastará con tener el certificado energético en vigor, sino que tendrá que cumplir unos requisitos más férreos. En concreto, será necesario que la vivienda cuente con una calificación energética de al menos E. Además, la medida se endurecerá con el paso de los años: los inmuebles que quieran ser alquilados o vendidos deberán obtener una etiqueta D en 2033.
Un país de edificios envejecidos
A la práctica, eso se traducirá en un problema, ya que España posee un parque inmobiliario muy antiguo: más de la mitad de sus edificios son anteriores a 1980, aunque la media de edad de las construcciones ronda los 45 años, según datos del Ministerio de Vivienda. Con el fin de mejorar el gasto energético de las viviendas, la nueva normativa europea implica tener los inmuebles en buen estado.
Aquellas viviendas que tienen una etiqueta A, B o C, son las que, al ser más eficientes, hacen un gasto de energía inferior en comparación con la media. Consecuentemente, no requieren de cambios a corto plazo. El resto (de la D a la G) hace un consumo que alto y, por tanto, las facturas suben a un pico, lo que requieren de la toma de medidas que ayuden a rebajarlo.
La dura tesitura que se viene
Algunas de ellas pueden consistir en aislar correctamente los inmuebles, comenzando por las ventanas, instalar unos sistemas de calefacción y refrigeración eficientes o substituir los electrodomésticos por unos modelos más 'eco'.
Sea como fuere, muchos propietarios se verán en una dura tesitura para cumplir la nueva normativa europea y tener una calificación energética E en 2030: tendrán que hacer un desembolso importante en su propiedad o incluso reformarla íntegramente. Por el contrario, no podrán alquilarla o venderla.
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