Ciencias de la Atmósfera

La contaminación del aire aumenta la frecuencia de rayos y relámpagos

Los contaminantes actúan como núcleos de nubes, dividiendo las cargas eléctricas y conduciendo a una mayor producción de rayos

Las concentraciones de contaminantes en el aire incrementarían la intesidad de las tormentas eléctricas, de acuerdo a una nueva investigación.

Las concentraciones de contaminantes en el aire incrementarían la intesidad de las tormentas eléctricas, de acuerdo a una nueva investigación. / Crédito: Unsplash/CC0 Dominio Público.

Pablo Javier Piacente

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Un grupo de científicos analizó datos de más de 500.000 tormentas eléctricas en el transcurso de 12 años: descubrieron que tener partículas más finas en el aire, como aerosoles y otros contaminantes ligados a la actividad humana, está directamente relacionado con un mayor número de rayos y relámpagos. Además, incrementa en general la intensidad de las tormentas eléctricas de verano, según el estudio.

Investigadores de la Universidad James Madison, en Estados Unidos, concluyen en un nuevo estudio publicado en la revista Atmospheric Research que las concentraciones de sustancias contamiantes en el aire, como los aerosoles y otros productos de la actividad industrial y económica, inciden directamente en la fuerza de las tormentas eléctricas, aumentando claramente la frencuencia de rayos y relámpagos.

Los científicos analizaron un total de 500.000 tormentas a lo largo de 12 años de datos aportados por la Red Nacional de Detección de Rayos (NLDN) de Estados Unidos, examinano casi 200.000 tormentas eléctricas en el área de la ciudad de Washington y más de 300.000 en el sector de Kansas City. La NLDN dispone de más de 100 estaciones de detección terrestres remotas ubicadas en todo el país norteamericano, que identifican instantáneamente las señales electromagnéticas emitidas cuando un rayo cae sobre la superficie terrestre.

La contaminación y la inestabilidad actúan en conjunto

Los especialistas pudieron determinar que, en entornos con alta inestabilidad, agregar dosis importantes de contaminación atmosférica aumenta la incidencia de rayos y relámpagos. "La contaminación actúa como núcleos de nubes ascendentes y descendentes. En un momento, la corriente ascendente recibe la influencia directa de las partículas de contaminación, que dividen las cargas eléctricas en las nubes y conducen a una mayor producción de rayos”, explicó en una nota de prensa la geógrafa Mace Bentley, autora principal del estudio.

Al mismo tiempo, el estudio también reveló otros datos interesantes: las tormentas eléctricas fueron más comunes en ambas ciudades analizadas los días jueves. El lunes fue el día más tranquilo para las tormentas eléctricas en Washington, mientras que el viernes fue la jornada más pacífica en cuanto a rayos y relámpagos para Kansas City. Es importante destacar que los científicos observaron que cuando había más energía en la atmósfera, influenciada por factores como la temperatura y la humedad, los niveles de contaminación del aire tuvieron el mayor impacto en el número de rayos.

Patrones climáticos globales en cambio

Bentley destacó además que actualmente está realizando una investigación similar en Bangkok, la capital de Tailandia, una megaurbe con más contaminación que Washington y Kansas City, ubicada en una zona con clima tropical: hasta el momento, los resultados son semejantes, aunque con tasas de rayos aún más altas en las tormentas asiáticas.

De acuerdo a un artículo publicado en Science Alert, la investigación aporta una mayor comprensión sobre cómo las fluctuaciones en la contaminación del aire podrían continuar remodelando los patrones meteorológicos globales. Para obtener mayores precisiones, los científicos buscarán analizar esta relación en otras partes del mundo, además de agregar más mediciones y elementos que puedan entrar en juego.

Referencia

Toward untangling thunderstorm-aerosol relationships: An observational study of regions centered on Washington, DC and Kansas City, MO. Mace Bentley et al. Atmospheric Research (2024). DOI:https://doi.org/10.1016/j.atmosres.2024.107402