Club de Educación y Crianza

María Luisa Ferrerós, neuropsicóloga infantil: "Una lata de sardinas es una cena estupenda para el cerebro de tu hijo"

Tras investigar la relación entre la mala alimentación infantil y el mal comportamiento, la especialista sugiere a las familias desayunos y meriendas más saludables, sin fórmulas mágicas ni alimentos milagrosos

Y tú, ¿qué le das de meredar a tu hijo?

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Maria Luisa Ferrerós, neuropsicóloga infantil y juvenil y autora de 'Dime qué come y te diré cómo se comporta'

Maria Luisa Ferrerós, neuropsicóloga infantil y juvenil y autora de 'Dime qué come y te diré cómo se comporta' / E. P.

Olga Pereda

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Pataletas, cambios bruscos de humor, enfados repentinos, conflictos diarios… Todo sin una explicación ni una causa concreta que lo justifique. La neuropsicóloga infantojuvenil María Luisa Ferrerós lleva años viendo en consulta muchas familias que acuden a ella desesperadas sin saber por qué sus hijas e hijos pequeños sufren problemas severos de comportamiento. Su investigación clínica, en colaboración con la doctora Victoria Revilla, concluyó que, en muchos casos, modificar la alimentación hacia una dieta más saludable cambia el comportamiento infantil. Un desayuno con bollería industrial provoca que, al poco tiempo, el niño sufra una bajada de glucosa, que deriva en un cambio brusco de humor. El ensayo ‘Dime qué come y te diré cómo se porta’ (editorial Planeta) es una guía en la que ambas especialistas ofrecen pistas a las familias para modificar hábitos alimentarios. Sin fórmulas mágicas ni alimentos milagrosos.

Pone el acento en desayunos y meriendas. ¿Por qué?

En comidas y cenas somos más conscientes de la importancia de una dieta saludable, pero en desayunos y meriendas, muchas veces, les damos lo primero que pillamos. En consulta he observado problemas debido a pataletas, berrinches inexplicables, y bucles emocionales por parte de niños y niñas que no tenían un detonante concreto.

¿Qué le pasa al cerebro de un niño que merienda cada día bollería industrial?

Es un producto procesado, con mucho azúcar añadido y química pura. Les da subidón de energía, pero la asimila en 20 minutos y les baja en picado. Eso les provoca ansiedad, una montaña rusa emocional que les pide comer más. La toxicidad de esos productos ejerce de disruptores endocrinos, algo muy importante porque las hormonas son responsables del bienestar emocional.

Entre un bizcocho hecho en casa con harina integral y manzana o uno envasado del súper, los niños van de cabeza a por el segundo. ¿Por qué?

Instinto de supervivencia, lo dulce es atractivo y adictivo. Pasa lo mismo que con las patatas fritas o los gusanitos, llevan tantos saborizantes que no te puedes comer solo uno, arrasas con todos.

¿Cómo lo podemos combatir?

Si el 80% de la alimentación de tu hijo es sana y saludable, le estás dando a tu hijo un seguro de vida. Le estás ayudando a formar sus conexiones neuronales. Es importante transmitirle a tu hijo por qué le ofreces una determinada la alimentación. No hay que obligar a comer, hay que seducir. La comida nunca puede ser un castigo. Tampoco es bueno prohibir nada porque entonces se convertirá en objeto de deseo. Se puede empezar por pequeños cambios. Cuando te acostumbras al yogur natural sin azúcar uno azucarado te sabe horrible. Lo bueno es acostumbrarse al sabor real de las cosas. Y lo importante es explicarle que eso es el sabor real de las cosas.

Un puñado de nueces, mucho mejor que un bollo industrial.

Con un plátano, perfecto. Las nueces llevan magnesio, zinc y omega 3. Es un alimento completísimo que les ayuda a nivel cerebral y emocional. Cuesta dar este tipo de desayunos o meriendas si no se entiende el por qué. Cuando tú, como madre, estás convencida de lo que haces y por qué lo haces, es más fácil que se lo trasmitas a tu hijo. Claro, si le das crema de avellana y cacao del súper, él estará encantado. Pero es porquería pura porque lleva kilos de aceite de palma y kilos de azúcar. De todo menos avellanas y cacao.

El cacao es el alimento con más magnesio. Pero cacao puro y sin azúcar.

Amargo, sí. Es cacao, no chocolate. Pero lo mezclas en el bizcocho casero con plátano y queda un dulce muy agradable. O, por ejemplo, también puedes hacer chuches saludables.

¿Cómo?

Trituras fruta fresca, kiwi o fresa, por ejemplo. Le añades gelatina y lo llevas a ebullición y después, lo dejas enfriar en los moldes de cubitos de hielo. Si el niño abusa de las chuches industriales por las mañana no tiene hambre y ya empezamos mal. Lo mismo con la cena, llegan sin hambre. Su cuerpo no ingiere grasas saludables ni proteínas. Eso no es alimentarse sino intoxicarse. Comer chuches cada día es una barbaridad. El impacto en los niños es tan grande porque, además, están construcción. Luego vemos adolescentes impulsivos porque les faltan nutrientes.

Explica en su libro que el alimento con más hierro son las semillas de sésamo. Más que las famosas espinacas.

Se asimila mejor, sí. Hay familias que pasan de todo esto y optan por pastillas multivitamina. El problema no es lo que llevan esas pastillas sino lo que absorbe nuestro cuerpo. Si tomas una pastilla de hierro lo eliminas casi todo, a no ser que lo combines con vitamina c.

Nos dice que entre una hamburguesa vegana del súper y un bistec a la plancha, la mejor opción es la segunda.

Claro porque no es comida procesada. Las hamburguesas veganas hay que hacerlas en casa, triturando legumbres. Entre una hamburguesa prefabricada de buey y una prefabricada vegana, las dos son igual de malas. Pero la gente asocia lo vegano a lo saludable. En realidad, el asunto es comida real versus comida procesada. Muchas veces las familias aducen falta de tiempo, pero una lata de sardinas es una cena estupenda para tu hijo, muy rica en vitamina B12, esencial para el desarrollo cerebral. 

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