Apunte

El Supremo digiere con "preocupación" el ajuste de cuentas de la escapada de Puigdemont

La "riña" entre el expresidente y el jefe de los Mossos, Eduard Sallent, afianza a los magistrados en investigar el incumplimiento de la orden de arresto vía deducción de testimonio de la querella de Vox y Hazte Oír ante el TSJC.

La custodia de Puigdemont al acto en el Arco del Triunfo

La custodia de Puigdemont al acto en el Arco del Triunfo / JORDI COTRINA

Ernesto Ekaizer

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“Pido saber qué crimen he cometido; pido presentarme ante los jueces; pido que se me instruya un proceso; pido, en fin, que se me fusile, si soy culpable, pero también que se me ponga en libertad, si soy inocente”.

“Esto no es un hombre que se va, ¡es un dios que nos abandona, que regresa al cielo, tras haberse aparecido en la tierra para hacer el bien!” 

El Conde de Montecristo, Alexandre Dumas, París 1844/1845

La versión de la cita inicial -que corresponde a la primera parte de la novela de Dumas, ambientada en la prisión del Castillo de If, frente a la costa de Marsella- es la que, por así decir, se creyeron la cúpula de los Mossos d’Esquadra, responsables de detener a Puigdemont; el juez Llarena, que reactivó la orden de arresto el 1 de julio; y los magistrados de la Sala Segunda del Tribunal Supremo encargados de la causa del procés. Es la idea de la resignación del expresident a su propia entrega después de sus peripecias de los últimos seis años y medio. Y la cita final corresponde al final de la novela, a la despedida del conde de Montecristo, y expresa como se le ve en la familia Morrell. Es decir: un dios.

La Sala Segunda del Tribunal Supremo, que daba por hecho el arresto y sobre cuyo dispositivo no tenía control alguno -como es habitual- valoró que Puigdemont tenía el objetivo de “escenificar su detención” el día de la investidura, incluso cuando ya se conocía la evaporación del correcaminos. La conclusión fue que el expresident intentaría entrar al Parlament -incluso colarse-, por lo que antes o después sería arrestado.

Y, que, además, la presencia de Puigdemont en Catalunya no justificaría por sí misma la extinción del riesgo de fuga. Vamos, que el juez Llarena -por estos seis años y medio de toreo a la justicia española y su residencia declarada en Waterloo, Bruselas- tras tomarle declaración dictaría su ingreso en prisión provisional sin fianza.

"Es difícil asimilar como normal todo lo que está pasando, tenemos preocupación por el escenario", dijo una fuente del Supremo consultada. El juez Llarena espera, ahora, los dos informes que ha solicitado, a los Mossos y al Ministerio del Interior, a partir de los cuales saldrá un curso de acción. En materia de medidas cautelares, el juez, según fuentes judiciales, se prepara para reactivar, tal como la ha solicitado la acusación popular de Vox, la euroorden. Puigdemont carece de inmunidad europea desde el 12 de junio, al asumir el acta de diputado del Parlament.

En el Supremo se ha seguido la "anormalidad" del "debate" entre el jefe de los Mossos, Eduard Sallent, y Puigdemont. Aunque el expresident tenía previsto difundir un mensaje tras su escapada del jueves -cosa que ha hecho este sábado, día 10 de agosto- anticipó su comparecencia exclusivamente para denostar a Sallent.

"Las referencias de Sallent al expresident", dijo una fuente de los Mossos a EL PERIÓDICO, "no tienen precedentes en las relaciones entre el cuerpo y la presidencia de la Generalitat". Las referencias de Sallent al evocar al clan Jodorovich, familia asentada en la Zona Franca de Barcelona, o a Jimmy Jump, chirriaron.

Eduard Sallent fue ascendido a comisario el 3 de junio de 2019 por decisión de Miguel Buch, consejero de Interior del gobierno de Quim Torra. Sallent había sido número dos de la Comisaría General de Información y sustituyó al comisario principal Manuel Castellví. Pero en junio de 2019, Buch dio el aldabonazo: sustituía a Miquel Esquius, cuya gestión finalizaba al cabo de diez meses, por Sallent al frente de los Mossos. Era "uno de los nuestros", se decía en el gobierno de Junts que presidía Torra. Un hombre de perfil independentista desde su juventud estudiantil.  

Con todo, Sallent fue cesado en 2020 por Miguel Samper, conseller de Interior del gobierno de Torra. Su distanciamiento de Puigdemont resultó pendular: se acercó a Esquerra Republicana de Catalunya. Milagrosamente, el 17 de octubre de 2022, José Ignasi Elena, el conseller de Interior del gobierno de Pere Aragonés, le restituyó como jefe de los Mossos.

En su rueda de prensa del pasado jueves, día 9, Sallent no pudo explicar lo inexplicable: ¿por qué no se detuvo a Puigdemont? Atacó Sallent a su antigua familia y consiguió la insólita respuesta de Puigdemont. Surrealista: el expresident elogió la profesionalidad de uno que "no era de nuestra cuerda" -el mayor José Luis Trapero por su actuación durante los atentados yihadistas de agosto de 2017- y atacó a Sallent -se supone que quiso decir que era aparentemente de su cuerda- por no ser capaz de detenerle el pasado jueves en Arc de Triomf, en Barcelona. Dijo que era "incompetente" en el sentido de que carecía de competencia judicial, pero el juego de palabras también quería significar que había demostrado una incompetencia como el oficial de más alto rango operativo de los Mossos.

No es fácil saber cómo explicará Sallent lo inexplicable al juez Llarena por mucho que mezcle la operación policial alrededor del Parlament y el plan (o ausencia de él) para detener a Puigdemont. Porque lo que ya sabemos es que "esperaba" a Puigdemont en alguna puerta de entrada. Porque eso es lo que se suponía haría una personalidad como la del expresident. ¡¿Cómo vaticinar que Puigdemont iba a tener una conducta "inapropiada"?!, conseller Elena dixit.

Por tanto, se abre una nueva fase en la que unos hechos, que ya están obviamente fuera del ámbito de la ley de amnistía, podrían convertirse en una nueva causa, un procés dos, en el umbral del primer gobierno no independentista de 2010, el de Salvador Illa.

Los vasos comunicantes -el mecanismo de acción-reacción- de Puigdemont y la derecha política y judicial funciona con la precisión del mecanismo de un reloj suizo. 

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