Los entresijos del acuerdo

El pacto de las mujeres: cómo Lluïsa Moret y Marta Rovira hicieron posible lo que parecía imposible

Las dos jefas negociadoras no se conocían antes, pero tejieron el acuerdo entre el PSC y ERC con empatía personal y política:  "Eres una mujer al frente de una gran organización. Sabemos lo que eso significa"

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La número dos del PSC, Lluïsa Moret, y la secretaria general de ERC, Marta Rovira

La número dos del PSC, Lluïsa Moret, y la secretaria general de ERC, Marta Rovira / JORDI OTIX

Sara González

Sara González

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El avión tenía que despegar a las 6:40 horas de la mañana, pero por problemas técnicos los pasajeros estuvieron esperando una hora y media en cabina. Entre las pasajeras, la número dos del PSC, Lluïsa Moret, y la portavoz en el Parlament, Alícia Romero. A 623 kilómetros, en Ginebra, les esperaba la secretaria general de ERC, Marta Rovira, junto a su adjunta en el partido, Marta Vilalta, y el resto del equipo negociador. Aquel 6 de junio era la primera vez que las cuatro hablarían cara a cara. Las socialistas no conocían de antes a Rovira, y las primeras conversaciones de la negociación habían tenido que ser tras el parapeto de las pantallas. Nada comparable con el tocar piel y el mirar sin filtros a los ojos de la presencialidad.

Pero aun así, las complicidades habían empezado a tejerse. "Eres una mujer al frente de una gran organización. Sabemos lo que eso significa", le había dicho desde el principio Moret a Rovira, que tomó las riendas del partido en una situación de debilidad tras el varapalo electoral del 12 de mayo y la decisión de Oriol Junqueras de dejar la presidencia después de las europeas. El vuelo salió tarde, pero el destino, el pacto para una investidura de Salvador Illa, llegaría casi dos meses después, un acuerdo que lleva nombre de mujer porque fueron ellas las que hicieron posible lo que parecía imposible.

Empatía entre cafés y chocolatinas suizas

Dos horas más tarde de lo previsto, sobre las 11 horas, las dos delegaciones se reunían en el despacho de Rovira en la capital suiza con cafés, chocolatinas, frutos secos y arándanos sobre la mesa. Junto a Moret y Romero, Joaquín Fernández, secretario de política municipal del PSC. Y con la secretaria general de ERC, el presidente del grupo en el Parlament, Josep Maria Jové, el exconseller Juli Fernàndez y el vicesecretario de coordinación interna, Oriol López. "El ejercicio de empatía fue explícito por parte de Moret, de intentar cultivar unas relaciones personales que antes no habían existido", explican fuentes socialistas.

En aquel encuentro, que fue más para "romper el hielo" que para negociar -cuatro días después, ERC, Junts y la CUP pactaron la presidencia y la mayoría independentista en la Mesa del Parlament-, se habló de las situaciones políticas, pero también de las personales. De la "dureza del exilio" de Rovira, ajena entonces a que cinco semanas después, con el carpetazo judicial de la causa de Tsunami, podría regresar a Catalunya tras seis años y medio en Ginebra; pero también de "cómo se habían sentido" los socialistas en los años álgidos del 'procés'.

"Ha habido mucha empatía para intentar entender qué necesitaba la otra parte para alcanzar un acuerdo. Sin juzgar, sin cuestionar", sostienen las dos partes. Incluso desde ERC subrayan que "se nota" que Moret es psicóloga de formación, mientras que con Romero la confianza ya venía de los años de convivencia en el Parlament. A su vez, desde el PSC ponen en valor la "honestidad" y "valentía" de Rovira en un momento de alta complejidad que venía tanto de los tribunales como a la interna. Porque, en paralelo, estallaba la crisis por los carteles sobre la familia Maragall, en el que los principales implicados directos son todo hombres.

"Qué bien que puedas volver"

Tras el encuentro en Ginebra, que no se alargó más que un par de horas porque el avión de vuelta salía al mediodía, las relaciones fluyeron más y mejor, cosa que no excluye momentos de "vehemencia" ante las discrepancias, pero siempre bajo la filosofía de la "lealtad y la discreción" y en un ambiente en el que los entresijos políticos se entrelazaban con preguntar por hijos y familia. "Qué bien que puedas volver, sé que es muy importante para tí", le dijo Moret a Rovira el 11 de julio por teléfono, día en que Rovira iba en coche de regreso a Catalunya. Y la dirigente republicana le confesó que estaba especialmente feliz porque el primer acto de su agenda sería asistir a la asamblea de mujeres de ERC, que considera un puntal interno.

Tres días después, las dos, y también Romero y Vilalta y otros de los negociadores, estarían de nuevo sentadas cara a cara en una reunión en la Diputación en Barcelona, además de trabajar en paralelo por grupos en las cuatro carpetas sobre las que se ha construido la entente. Empezaba la recta final, el tramo más difícil. El hilo de comunicación fue constante. Llamadas, videoconferencias y comidas presenciales en el edificio del número 126 de la Rambla de Catalunya, institución que preside Moret con un pacto del que forman parte Comuns, ERC y díscolos de Junts.

El momento crítico

Y sí, también se tensó la cuerda y hubo un momento en que creyeron que todo se iría al traste. Fue el 22 de julio, a raíz de que la propia Rovira dijera públicamente que, o había concierto económico antes de agosto o se abriría paso la repetición electoral en Catalunya. La secretaria general sabía que sin un contenido ambicioso, su militancia tumbaría el preacuerdo en la consulta. "Fue un punto de inflexión, pensábamos que descarrilaríamos", admite la parte socialista, que defendía el desarrollo del consorcio tributario de gestión compartida.

Así que tocó tirar del baúl de los recuerdos, de los de antes del 'procés', de aquel Estatut pactado en 2005 antes de que fuera enmendado por el pacto entre el PSOE y CiU en el que tanto el PSC como ERC avalaban que fuera la Agencia Tributària de Catalunya el instrumento recaudatorio. Se dio con la tecla, aunque también tocó apretar muchas dentro del PSOE. E incluso logrado ese aval, a los republicanos no les bastaba. Aunque querían evitar el escenario de repetición electoral, faltaban garantías más allá de las palabras entre bambalinas para ponerle el lazo de "histórico" a lo logrado.

Durante la maratoniana reunión de la dirección de ERC, Moret y Rovira hablaron en los dos recesos. Había preocupación en la sede de la calle Pallars sobre por qué tardaba tanto la fumata blanca en la sede de Calàbria. Y finalmente todo se desencalla tras la llamada de Madrid accediendo a algunas de las peticiones. Es la portavoz de ERC, Raquel Sans, quien pone cara y voz a la defensa del preacuerdo con los socialistas. En un inicio, tras ella solo hay mujeres: Teresa Jordà, Marta Vilaret, Meritxell Serret, Sara Bailac, Noemí Llauradó. Se suman al primer plano, tras finalizar una primera asamblea con la militancia, Rovira, Vilalta, el president Pere Aragonès y Jové.

La foto y los intangibles

"Esa foto no es casual. Deja claro quién lidera y da la cara en los momentos complejos. Somos nosotras quien llenamos los espacios que quedaban junto a Raquel Sans, mientras muchos hombres, queridamente, se fueron a los rincones y se apartaron sabiendo las dudas que el pacto generaba", afirman fuentes republicanas. "No creímos que fuera premeditado, pero nos dimos cuenta", dicen las socialistas. Desde entonces, a la dirección de ERC le tocó arremangarse para peinar todas sus federaciones para defender la investidura. Y a la socialista, básicamente, callar y esperar. En ningún momento de las negociaciones han hablado Rovira y el líder del PSC, Salvador Illa, que tampoco se conocen.

El viernes llegó el veredicto de las bases. Durante toda la jornada estuvieron conectadas entre ellas compartiendo la incertidumbre. No había pasado ni un minuto de las siete que, con el 'sí' todavía humeante, se felicitaron ante ese "primer paso". En realidad, habían dado muchos más. El lunes, y con independencia ya de cómo se concrete lo acordado, una foto para oficializar la entente hará explícito que la cúspide de este pacto tiene nombre de mujer. De mujeres. "Hay mucho intangible cuando las negociaciones las lideramos nostras", concluyen.

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