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Xavier Arbós

Xavier Arbós

Catedrático de Derecho Constitucional (UB). Comité Editorial de EL PERIÓDICO

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De la Diada en adelante

Catalunya debe poder desarrollar sus estrategias combinando las relaciones verticales, con el Estado, con las relaciones horizontales que la conectan con otras comunidades autónomas

Todos los actos de la Diada de Catalunya 2024

Imagen de los actos institucionales de la Diada 2024.

Imagen de los actos institucionales de la Diada 2024. / ACN

Los hechos del 11 de septiembre de 1714 están sometidos al examen de la historia. La Diada que los recuerda nace con el catalanismo político, a principios del siglo XX. Surge fuera de las instituciones oficiales, evocando la capacidad de reconstrucción colectiva del pueblo de Catalunya y su aspiración de autogobierno. Según cómo se interprete, tenemos un mito fundacional que puede poner el énfasis en el dramatismo de una derrota y en el ensañamiento de los vencedores. Si se hace así, puede olvidar que también la guerra de Sucesión fue una guerra civil. Otro mito fundacional, para mí preferible, subraya la capacidad de sobreponerse de la sociedad catalana, y sus intentos de recuperar instituciones propias. La celebración actual, preparada por el anterior Gobierno de la Generalitat, tiene, desde mi punto de vista, un mensaje positivo e integrador, en la medida en que reconoce la pluralidad de Catalunya y busca la cohesión.

La Diada ofrece la oportunidad de plantearnos visiones colectivas, a largo plazo. Una visión estratégica que requiere una reflexión técnica y una propuesta política. Pienso que este Gobierno, y cualquier otro que le suceda, debería definir lo que desde su perspectiva son los intereses estratégicos de Catalunya, para una generación. A diferencia de un programa de gobierno, que se debe a las mayorías de investidura, ese planteamiento tendría que orientar el rumbo del país en las grandes áreas de la política. Para ello, debería en primer lugar definir los problemas estructurales de Catalunya, haciéndolo de modo que el diagnóstico repose en análisis técnicos que, por su solvencia, puedan ser aceptados por la mayoría de las formaciones políticas. Las grandes carpetas las podemos imaginar: medio ambiente, cohesión social, economía, instituciones… Luego, el Gobierno de la Generalitat puede fijar sus propias preferencias en cada uno de esos ámbitos, marcando su propia estrategia. Y el siguiente Gobierno podrá elegir otra distinta, pero señalando sus prioridades en los mismos ámbitos o parecidos. Nos separaríamos de esa tendencia de empezar siempre de cero, y la política sería más inteligible.

Para desplegar esa estrategia, los gobiernos de la Generalitat deben partir de sus propias competencias: aquellas de las que dispongan en cada momento. Pero, en un sistema autonómico como el nuestro, muchas competencias son compartidas entre el Estado y las comunidades autónomas. Durante mucho tiempo, Catalunya ha puesto el acento en las relaciones bilaterales con el Gobierno de España, y esa bilateralidad es necesaria. Pero tiene un problema, que trataré de describir con una figura que conocen los que se han acercado un poco a la ciencia de la administración. Imaginemos una rueda de carro: los radios convergen en un eje, y eso es lo que ocurre con la suma de relaciones bilaterales. Todas confluyen en la administración general del Estado, que lo sabe todo de todas las comunidades autónomas, mientras que los gobiernos autonómicos no se conectan entre ellos, como ocurre con los radios de una rueda.

Catalunya debe poder desarrollar sus estrategias combinando las relaciones verticales, con el Estado, con las relaciones horizontales que la conectan con otras comunidades autónomas. Catalunya, como cualquier entidad territorial, tiene intereses propios. En algunas materias puede encontrar alianzas en ciertas comunidades autónomas, mientras que otras serán las socias potenciales en otros campos. Hace falta lo que en Canadá llaman la diplomacia interprovincial, y que aquí podríamos llamar “diplomacia interautonómica”. No puede ser sectorial, yendo cada consejería por su cuenta. Debe ser organizada y coordinada desde la presidencia, y desplegada de modo constante en todas las comunidades autónomas. Es importante que todas puedan conocer de primera mano las posiciones catalanas, sin pasar por el filtro de los grandes medios con sede en Madrid. Y, a la vez, de modo proactivo, deben buscar los acuerdos necesarios y las simpatías imprescindibles para que puedan salir adelante los proyectos catalanes. Creo que esa diplomacia interna es al menos tan importante como la acción exterior. La Diada es una jornada de introspección y de autoestima, que debe servirnos para alzar los ojos y mirar al futuro. No a las nubes.

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