Opinión |
El trasluz
Juan José Millás
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Basta con despertar

Mi amigo y el restaurador se pusieron a discutir sobre cuál era el animal con mayor número de espinas y más largas

Tortilla de patatas

Tortilla de patatas

Había quedado con un amigo en un restaurante donde hacían unas tortillas de patata que eran famosas, pese a que tenían muchas espinas. En el sueño, las espinas eran sustanciales a la tortilla, formaban parte de su identidad. Mi amigo probó la suya y dijo que, desde el punto de vista del sabor, era excelente, pero que resultaba fatigoso comerla. El dueño del restaurante, que era al mismo tiempo una sastrería (aprovechaban las espinas que quedaban en los platos para utilizarlas luego como agujas de coser), al escucharlo, se acercó para informarnos de que todas las tortillas de patata tenían ese problema.

-Las tomas o las dejas -remató.

Mi amigo y el restaurador se pusieron a discutir sobre cuál era el animal con mayor número de espinas y más largas. Según mi amigo, era el cordero.

-Pero el cordero no tiene espinas, tiene huesos -arguyó el restaurador.

-Huesos, espinas… -respondió mi amigo, como queriendo decir que la frontera entre los unos y las otras no era muy evidente.

En esto, me desperté dentro del sueño. Significa que continué dormido, aunque creyéndome despierto. Desde esa posición de privilegio, me sentí obligado a añadir un nuevo punto de vista:

-Hay un lugar -dije- en el que las tortillas de patata no tienen espinas ni vienen del mar.

Mi amigo me miró como si estuviera loco o tratara de gastarles una broma.

-¿Qué lugar? -preguntó.

-La vigilia.

-¿Y dónde está esa vigilia?

-Está aquí mismo, pero es otra instancia de la realidad.

Entonces, mi amigo se atragantó con una espina y tosió hasta despertarse. En ese instante desapareció de mi sueño y me quedé a solas con el restaurador.

-Otro que cae en la vigilia -dijo.

-Cada vez somos menos -concluí yo- y continué dando cuenta de la tortilla con espinas.

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