Escritor.
Juan José Millás
Escritor.
Otro día vuelvo
No puede haber tanta gente a favor de la igualdad (de ahí el enfado general con el trato singular dado a Catalunya) y que la desigualdad campe a sus anchas
Fui a caer en un gran centro comercial (muy famoso) dedicado a la venta de artículos deportivos (necesitaba un chándal, ya ves tú). Nunca antes lo había pisado y me asombró, claro, la cantidad de su oferta. En la zona del calzado, por ejemplo, había miles de deportivas, tantas que aquello parecía una alucinación. “O no son verdad las zapatillas o no soy verdad yo”, me dije, porque resultaba incompatible aquella plétora con mi insignificancia consumidora. Si aquel calzado hubiera salido volando de la tienda, el cielo se habría oscurecido, aunque el Sol se hallara en su cénit. Lo mismo pasaba en el resto de las secciones, también en la de los chándales, a cuya compra renuncié porque no sabía cuál elegir.
Pero lo que más me llamó la atención fue el descubrimiento de unos gusanos vivos destinados a la pesca. Resulta que eran coreanos. Los había rojos y negros y todos eran francamente hermosos. En las cajas en las que los vendían venía un poco de sustrato (coreano, supongo), el suficiente para que vivieran diez o doce días, quizá veinte, no sé. Imaginé al gusano clavado en el anzuelo, aún vivo, moviéndose con desesperación coreana y vi también al pez español que se acercaba a él para tragárselo, para tragarse el anzuelo.
¡Un pez español cayendo en la trampa de un pez coreano! Desde un punto de vista meramente patriótico, ¿no resultaba un poco humillante? Quizá sí, vaya usted a preguntárselo a Abascal.
En cualquier caso, también aquello resultaba excesivo para mis entendederas. O era mentira el gusano coreano o era mentira yo, porque las dos verdades resultaban un poco incompatibles. Lo que me llevó a pensar en aquellas mentiras que devienen verdades de tan institucionalizadas que se encuentran: el deseo de igualdad y justicia, por ejemplo, que todos los políticos, sin excepción, pregonan en sus mítines. No puede haber tanta gente a favor de la igualdad (de ahí el enfado general con el trato singular dado a Catalunya) y que la desigualdad campe a sus anchas. O son mentira sus discursos o soy mentira yo.
Me llevé a mi casa española una caja de gusanos coreanos y todavía viven, aunque ya deberían haberse muerto. Quizá me he muerto yo. Otro día vuelvo por el chándal.
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