Opinión |
Salud mental
Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño

Profesora de la UOC y periodista.

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Claves sobre el caso Sofía Suescun

Puedes ser víctima y verdugo. Las víctimas de violencia de género no tienen que ser santas ni buenas para siempre

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Sofía Suescun en la entrevista en 'De viernes'

Sofía Suescun en la entrevista en 'De viernes' / Redacción Yotele / TELECINCO

El clasismo nos puede evitar extraer aprendizajes. Lo digo por el caso de Sofía Suescun y su madre, Maite Galdeano. La pena es que las televisiones, para variar, no han enfocado el asunto con expertas. Dada la proyección mediática espero que al menos sirva para reflexionar sobre tabús de las relaciones familiares, casi siempre romantizadas o consideradas sagradas. 

Con Galdeano, hay más de fondo. Reconoce que fue madre de adolescente. Vivió más de una década de malos tratos, hasta el punto de querer matarla y poner en peligro a sus hijos. No quiere hablar de su infancia. Dice que su padre hacía cosas malísimas (y de aquí, quizás, procedan muchas cosas). Luego, diagnóstico de enfermedades, depresión e intentos de suicidio. Para agarrarse a la vida, se ató a Sofía. En ella proyecta miedos, inseguridades, dependencias, chantajes y condicionantes asfixiantes. Y un evidente sesgo de género, porque el patrón de 'salvadora' lo hizo sobre su hija y no sobre su hijo.

Yo no soy psicóloga. No haré un análisis de un evidente caso de salud mental. Pero sí diré solo tres cosas. Uno. Puedes ser víctima y verdugo. Las víctimas de violencia de género no tienen que ser santas ni buenas para siempre. Cada una viene y avanza con su mochila. 

Dos. Muchas mujeres que han sufrido violencia machista se niegan a recibir terapia. Dicen que pueden solas. Quizás porque durante siglos, si sufríamos violencia, la norma era callar y 'tirar pa’lante'. Cuando aparece el estrés postraumático comprueban que la terapia, y revisar cómo construimos las relaciones con nuestros hijos en contextos de violencia de género, es vital. He visto familias destrozadas durante décadas por las consecuencias de una violencia no tratada, generando desde hijos o hijas maltratadoras a madres sobreprotectoras. La violencia de género y en la infancia deja un daño profundo a trabajar. Haber tenido una vida de sufrimiento no obliga a arrastrar a quienes te rodean a padecerlo también.

Tres. Igual que nunca he justificado que infancias traumatizadoras o ausencias paternas puedan estar tras hombres maltratadores, no justifico a madres 'salvadoras' por la violencia de género. Muchas han sufrido, con terapia o no, y no por ello todas han desarrollado el mismo patrón. Casos como este evidencian cuánto hay que hablar, en las familias, de la crianza de vínculos sanos antes de que todo salte por los aires.

Para terminar. A quienes juegan al despiste. Nada tiene que ver este caso con el de Rocío Carrasco. Ni Rocío Carrasco es Maite Galdeano, ni Sofía Suescun es Rocío Flores, ni Kiko Jiménez es Antonio David Flores. A ver si vamos a tener que recordar una sentencia y qué decía el informe psicológico de Rocío Carrasco, porque de mala madre o tóxica no había ni una línea. Sofía Suescun no ha insultado ni agredido a su madre. Al revés, la ha ayudado hasta donde ha podido. Y es legítimo tanto la madre que corta lazos con una hija que quiere dañarla, como la hija que se aparta de una madre que no le deja hacer su vida. No mezclemos churras con merinas, más que nada por respeto a las verdaderas víctimas.

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