Opinión |
Machismo patrio
Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño

Profesora de la UOC y periodista.

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Las deportistas castigadas por ser feministas

 La misoginia se disfraza y ataca sin piedad a las mujeres que no obedecen o hacen o dicen lo contrario de lo que se espera de ellas

La afgana Talash fue descalificada por un mensaje político en su vestimenta

La afgana Talash fue descalificada por un mensaje político en su vestimenta

Los tiempos de polarización política se han trasladado a las redes sociales con motivo de los Juegos Olímpicos. Pero el asunto ha tenido una diana especial en las mujeres. La misoginia se disfraza y ataca sin piedad a las mujeres que no obedecen o hacen o dicen lo contrario de lo que se espera de ellas. Aquellas que no alcanzaron sus objetivos pero a las que tenían fichadas por hablar más de la cuenta han ido directas al 'trending topic'. En el podium de las más atacadas en España, las jugadoras de la selección española de fútbol y la atleta Ana Peleteiro.

La misoginia ultra de la red desplegó sin ruborizarse sus críticas. Encima, cuando muchos de ellos no hacen más deporte que ver los juegos desde el sofá. Habría que verlos correr tras una pelota partido tras partido a ese nivel o ver cuántos metros saltarían en atletismo. Carentes de cualquier juicio basado en argumentos deportivos, los señalamientos se debían a que son mujeres que han hablado tiempo atrás, y sin rodeos, sobre su realidad u obstáculos. En un deporte que como disciplina ha ignorado, relegado o mermado a las mujeres siempre en sus posibilidades. Mujeres que han rebasado normas desiguales, que han desafiado lo más rancio y tosco dentro del deporte. Mujeres que han tenido que reivindicar sus derechos para trabajar con dignidad. Mujeres que no encajan en el molde de lo que el machismo patrio espera de ellas. 

Solo había que leer los mensajes para darse cuenta. De Ana Peleteiro, “engreída”, “bocachancla” o “para de dar morcilla con el racismo”. Sobre las jugadoras de la selección, “caprichosas”, “quejicas”, “vagas” o “dejad las tonterías y haced deporte”. Incluso hubo un artículo en un medio que titulaba “antes feministas que futboleras, antes feministas que españolas”. Es decir, el problema es que las deportistas sean feministas. Porque encima, si te haces feminista, pierdes hasta la nacionalidad. En resumen, que hagan deporte si es lo que quieren, pero sin jaleo. A obedecer, no pensar y guardar silencio. ¿La lección que nos dan? Que solo callada, te dejarán en paz. Que si hablas o denuncias, el precio a pagar será el del acoso, el vapuleo y la humillación en tu primera caída.

Que Nadal perdiera en segunda ronda, Nadal y Alcaraz en cuartos, o que no superaran fases iniciales baloncesto o waterpolo masculino no importaba para ellos, porque son hombres. Algunos incluso han manifestado dudas sobre el feminismo públicamente, pero eso da adeptos. Todos estos deportistas no fueron juzgados como ellas. Y ojo, no pedimos pagar con la misma moneda a ellos. Lo justo es actuar con los dos igual: animar, reconocer el esfuerzo, alabar sus carreras y quitar hierro a la pérdida. Que hablamos de los Juegos Olímpicos, no de cuarta regional. En cambio, con ellas, han esperado el fallo o error para dar rienda al odio ya no como deportistas, sino como mujeres. 

Estos comentarios son parte de una realidad más amplia durante este acontecimiento. Y es que los Juegos Olímpicos también son política en decisiones y sus normas. Y, a veces, política de la grande. Si no, a cuento de qué, se ha permitido que participe Israel, si no es por estrategia geopolítica. En cambio, en los mismos juegos, Manizha Talash, la atleta refugiada que mostró un pañuelo con una frase cuando terminó su ejercicio de 'breakdance', fue descalificada. El mensaje que mostró a sus espaldas, en ese pañuelo, era: “Free afghan women”. Es decir, “libertad para las mujeres afganas”. Esta joven reconoce que en su país ya estaría muerta. El mismo país que no deja estudiar a sus mujeres y mucho menos lo que ella hacía: bailar. Dice el COI que no permite “ningún tipo de manifestación ni propaganda política, religiosa o racial durante la competición”. Y sí. Consideran que llamar la atención unos segundos para unas mujeres y niñas, abandonadas internacionalmente, es un acto de propaganda política. 

Y así es todo siempre. Señalar a una por denunciar el racismo, a otras por denunciar el acoso o la desigualdad en el fútbol, a otra por recordar a mujeres olvidadas... Todas castigadas o penalizadas de una u otra forma. Para que luego nos digan que el feminismo en 2024 lo tiene todo conseguido, cuando ni siquiera les dejan ser deportistas con voz propia.

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