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Desperfectos
Valentí Puig

Valentí Puig

Escritor y periodista.

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En una iglesia vacía

Catalunya fue una de las zonas con más vocaciones de toda España, así como órdenes religiosas. Todo eso parece muy remoto en el tiempo

Los obispos catalanes lamentan la falta de sacerdotes en el Día del Seminario

Esta es la comunidad que menos marca la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta

Las manos de un sacerdote sostienen un rosario

Las manos de un sacerdote sostienen un rosario

Sigue en incremento la secularización de la sociedad catalana, por encima de la media española. Parece no importar a nadie pero en Catalunya hay católicos, aunque no lo parezca. La continuidad cristiana ha desaparecido del hipermercado mediático pero sigue siendo elemento fijo en la vida de miles de ciudadanos. El laicismo y la relativización han logrado cancelar la presencia pública del catolicismo, lo han privatizado. No tiene presencia en la plaza pública.

La adhesión al independentismo por parte de sectores del clero es otro factor, en detrimento del sentido de comunidad unida por la fe que es el espíritu universal del cristianismo. La secularización es un factor que se da en casi toda Europa, pero la identificación de sectores de la Iglesia en Catalunya con el secesionismo es un factor específico, en algunos casos con lazos amarillos y fotografías de los llamados “presos políticos” en los templos. Incidentalmente, en Catalunya existen ahora más de trescientas mezquitas.

Basta ver las iglesias vacías si no cerradas, la falta de sacerdotes –con carencia de relevos- y que los seminarios tengan poco alumnado, salvo por los seminaristas procedentes de países latinoamericanos. Se suman las discrepancias profundas entre el frente ultranacionalista y los sectores que se consideran neutrales aunque a menudo, muy presionados, caigan en el mimetismo o una equidistancia apocada. El culto separatista en no pocas parroquias ha alejado a los fieles que no se sienten identificados porque piensan que los templos cristianos tienen una misión espiritual y no política o porque no asumen la contraposición entre Catalunya y España.

En el siglo XIX, con la Renaixença, se produce una impregnación de la idea cristiana con una cierta visión de Catalunya. Puede verse como una paradoja. En aquel momento, en no pocas partes Catalunya solo se conocía el catalán hablado y la Iglesia católica tuvo que adaptarse a estas circunstancias. Pero posteriormente, al incorporarse nuevos bloques demográficos castellanohablantes, la insistencia en una iglesia monolingüe en catalán, tanto como las campañas contra los obispos no catalanes y la identificación con los postulados soberanistas, ha seccionado la comunidad católica. Se diría que no son momentos para una recomposición, una concordia.

La politización en algo habrá influido en la pérdida de fieles: en Catalunya, la práctica religiosa es inferior a la del resto de España. En las diócesis catalanas se ordenan sacerdotes con cuenntagotas. Hay menos contribuyentes que marcan con la X para aportar a la iglesia católica.

Catalunya fue una de las zonas con más vocaciones de toda España, así como órdenes religiosas. Todo eso parece muy remoto en el tiempo. Corresponde a un grado galopante de descristianización a partir de los años sesenta, en términos de práctica religiosa y de raíces culturales. Catalunya es una sociedad bilingüe y reiterar el error de un empeño monolingüe en catalán no lleva a la cohesión social. Esa entelequia monolingüe no atrae a las iglesias a la población procedente de países latinoamericanos, lo que explica el aumento notable de los centros de culto evangelista. Las diócesis cierran templos. Simbólicamente, la sociedad catalana ha ido quedando desvinculada de la urbe cristiana.