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Debate político
Marçal Sintes

Marçal Sintes

Periodista. Profesor de Blanquerna-Comunicació (URL).

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Independentistas: toca recomenzar

El independentismo ha cosechado unos resultados desastrosos en el último ciclo electoral, lo que le obliga a hacer examen de conciencia y reorganizarse, para intentar recuperar la hegemonía perdida

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Europa Press

El 'procés', entendido como el periodo iniciado hace diez años -aunque hay quien, armado de buenas razones, sitúa su comienzo un tiempo antes- y con epicentro en octubre de 2017, ha terminado. La investidura del socialista Salvador Illa marca el cambio de etapa. El PSC, que atravesó un momento realmente delicado, ha conseguido levantarse de la lona con ímpetu, hasta el punto de acumular hoy más poder que nunca. El independentismo, representado por Junts per Catalunya, ERC y la CUP, ha cosechado unos resultados desastrosos en el último ciclo electoral, lo que le obliga a hacer examen de conciencia y reorganizarse, para intentar recuperar la hegemonía perdida.

Junts per Catalunya tiene convocado su congreso para finales de octubre, los días 25, 26 y 27. El de ERC, si Oriol Junqueras no consigue que se adelante, está marcado en el calendario para el 30 de noviembre. La CUP, por su parte, se encuentra inmersa hace un tiempo en un ejercicio de discusión interna que ha bautizado como procés de Garbí, y cuyos resultados han de conocerse antes de acabar el año.

El partido de Puigdemont liderará la oposición a Illa en el Parlament. En el Congreso de los Diputados, en cambio, forma parte de la heterogénea mayoría que propició la investidura de Pedro Sánchez, quien, además, necesita a los posconvergentes para sacar adelante sus iniciativas legislativas. En Catalunya, Junts deberá ser capaz de combinar una oposición dura con propuestas políticas de alcance, que puedan ser atractivas para el electorado de centro y centro-derecha. Tiene el reto, en este último apartado, de ejercer toda la presión para que la llamada financiación “singular” para Catalunya, pactada entre ERC y el PSOE, avance. Nadie, y menos aún sus votantes futuros -en los que debe focalizarse- entenderían que hiciera lo contrario, esto es, intentar hacerla descarrilar.

En su congreso, Junts se propone, por un lado, robustecerse ideológica y programáticamente, y, por otro, situar a Carles Puigdemont al frente del partido (hoy ejerce su hiperliderazgo como simple militante de base). El expresidente y los suyos, si realmente quieren abandonar el laberinto en que andan metidos, tienen que admitir que, efectivamente, estamos ante una nueva etapa y que, en ella, son las ideas y los proyectos concretos lo que realmente va a contar, y no seguir alimentando la ilusión de un imposible regreso al 1 de octubre de 2017. De si Puigdemont es capaz -¿lo será?- de rectificar y hacer aterrizar a Junts en el terreno de la política realista y útil dependerá el futuro del partido. Continuar suscritos al independentismo mágico o entregarse a la pulsión de acabar con ERC de una vez por todas, como a algunos les pide el cuerpo, supondrían dos graves equivocaciones.

Los republicanos, a su vez, son quienes tienen ante sí un panorama más desafiante. En estos instantes, el sector encabezado por Marta Rovira busca desesperadamente formar una candidatura capaz de derrotar a Oriol Junqueras, quien ha dejado claro que quiere estar al frente de ERC. Han de encontrar un candidato que sea atractivo pero que no haya tenido protagonismo en los últimos años, puesto que la idea fuerza de los roviristas es la necesidad de sustituir a la cúpula -este es justamente el motivo esgrimido por la propia Rovira para su renuncia- para afrontar la nueva etapa mejor pertrechados. El cásting no está resultando nada, pero que nada, fácil.

Estratégicamente, los republicanos deben conjurar el peligro, real, de convertirse con el tiempo en una muleta del PSC y del PSOE. Si hubiera estabilidad interna y no división, ERC podría haberse integrado en el Gobierno del president Illa, como probablemente haga en el Ayuntamiento de Barcelona con Jaume Collboni. Hubiera sido lo mejor para, desde dentro, exigir el cumplimiento de lo pactado, algo que va a ser muy complicado desde fuera. No va a resultar sencillo para los republicanos encontrar su nueva posición en el tablero político, dado que el liderazgo de la izquierda va a ser para el PSC y el del independentismo, para Junts. No resulta evidente, tampoco, que la CUP pueda recupere el protagonismo de antaño. Primero, deberá adaptar sus estructuras y funcionamiento para ser menos asamblearia y deliberativa, pero más fiable y previsible. Luego, o al mismo tiempo, tiene que evolucionar dejando atrás los catecismos ideológicos inflexibles que tanto daño les ha hecho a ellos interna -en la lucha entre corrientes- y externamente, así como, de rebote, al resto del independentismo.

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