Opinión |
Rivalidad tecnológica
Georgina Higueras
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La Luna, campo de batalla

Como en otras zonas de la Tierra, la estrategia china es adueñarse y ampliar los beneficios estratégicos y científicos que deja la hegemonía estadounidense, lo que dispara la rivalidad

La sonda china Chang'e 6 trae a la Tierra las primeras muestras de la cara oculta de la Luna

El programa lunar Artemis se retrasa: no se mandarán astronautas a la Luna hasta el 2026

La sonda Chang’e 6 regresa a la Tierra con muestras de la Luna

Europa Press

Los espectaculares avances tecnológicos de China y sus ambiciones espaciales suponen un desafío directo a la supremacía de larga data de Estados Unidos. La creciente rivalidad estratégica terrestre alimenta la carrera por la conquista de la Luna en el siglo XXI, que albergará la base para explorar Marte.

El éxito histórico de la Chang’e 6, que en junio regresó a la Tierra con un cargamento de dos kilos de rocas y material extraído de la cara oculta del satélite, hizo sonar todas las alarmas en Washington, ante la evidencia de que el programa lunar chino cumple sin retraso sus planes. Pekín prevé alunizar dos astronautas antes de 2030 en el polo sur lunar.

Tras la hazaña de las misiones Apolo de la NASA, que en 1969 permitieron a Neil Armstrong ser el primer terrícola que pisó la Luna, trajeron 12 kilos de rocas y dieron el triunfo en la carrera espacial a EEUU sobre la Unión Soviética, asistimos a una intensa competición entre la Estación Internacional de Investigación Lunar (EIIL) de China y el programa Artemis de EEUU. Esta vez no es solo entre dos superpotencias, sino que cada una lidera una coalición de países para la investigación y explotación lunar. Hungría fue, en julio, el último en sumarse a la EIIL, que cuenta con una veintena de socios, con Rusia como principal. Artemis aglutina a casi todos los aliados occidentales y otros tantos países.

“El sueño espacial es parte del sueño de hacer a China más fuerte”, dijo el presidente Xi Jinping tras el regreso de la Chang’e 6. Pekín, que puso en órbita en 2021 su propia estación permanente espacial, que va ampliando y en la que se rotan para vivir sus astronautas, aprovechó el casi medio siglo de abandono de la Luna por EEUU para emular su gesta. Como en otras zonas de la Tierra, la estrategia china es adueñarse y ampliar los beneficios estratégicos y científicos que deja la hegemonía estadounidense, lo que dispara la rivalidad.

Pekín prevé lanzar la Chang’e 7 en 2026. Su misión incluirá una sonda voladora para que busque hielo mientras explora pozos en el polo sur lunar. En esa misma zona, está previsto el alunizaje de la Chang’e 8 en 2028, cuyos componentes se incorporarán a la EIIL. Ambas misiones robóticas prepararán la llegada de los astronautas chinos.

La misión Artemis I orbitó la Luna con éxito en 2022, pero la cubierta térmica que protegía la cápsula 'Orión' del calor y la fricción con la atmósfera al descender a la Tierra “se desgastó más de lo previsto”, según la NASA. El megacohete SLS también está siendo revisado, por lo que la Artemis II, que en septiembre debía llevar a la órbita lunar a tres astronautas, se ha retrasado un año. A su vez, la Artemis III, que prevé llevar a cuatro astronautas al polo sur de la Luna, se ha pospuesto a septiembre de 2026. Estos retrasos afectan al traslado de materiales y el inicio de la construcción de Gateway, la base lunar desde la que partirán las futuras misiones a Marte.

China inició con discreción su programa lunar, pero los logros obtenidos y el anuncio de los problemas de EEUU han envalentonado a la Administración Nacional del Espacio de China (ANEC), cuyo subdirector Pei Zhaoyu, en un artículo publicado en abril, afirmó que EEUU “no tiene una ventaja clara” sobre China en términos de tecnología y eficiencia para la utilización de los recursos lunares, objeto de la mutua rivalidad. El director de la NASA, Bill Nelson, fue el primero en reconocer que Pekín y Washington se han enfrascado en una “carrera espacial”.

A partir de 2035, la ANEC prevé un ambicioso plan de infraestructuras para poner en marcha “aplicaciones de ingeniería como la producción de oxígeno y agua extraídos del suelo lunar”, la recolección de recursos minerales, entre otros de titanio y hierro, muy abundantes y necesarios para fabricar naves espaciales, y la construcción de una ciudad subterránea que facilite vivir en la Luna.

EEUU ha confiado a empresas privadas parte de las misiones Artemis, con SpaceX como empresa dominante en cohetes, y otras que trabajan en el desarrollo de módulos de aterrizaje lunar, pero no puede colaborar con Pekín. Una ley de 2011, conocida como Enmienda Wolf, prohíbe a la NASA la cooperación bilateral con China o sus agencias sin la autorización del Congreso o del FBI, lo que de facto lo impide.

La conquista de la Luna refleja la lamentable rivalidad que se vive en la Tierra.

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