Opinión |
La quinta economía mundial
Georgina Higueras
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Modi triunfa sin destruir la democracia india

Más que raciones gratuitas de comida, los desposeídos también quieren beneficiarse del espectacular crecimiento económico experimentado por India en los últimos años

Narendra Modi a la seu del BJP, ahir. | MONEY SHARMA / AFP

Narendra Modi a la seu del BJP, ahir. | MONEY SHARMA / AFP

Las mayores elecciones del planeta, en las que votaron 642 millones de personas, el 66% del electorado indio, dieron el triunfo al primer ministro Narendra Modi, pero su partido, el hinduista BJP se quedó lejos de la mayoría absoluta que tenía. Millones de votantes indios fueron un ejemplo para el mundo al desoír los cantos de sirena de un populismo religioso y nacionalista que en los 10 años de gobernanza de Modi había deslizado el país hacia un autoritarismo antiliberal que, aupado en el hinduismo más reaccionario, pretendía instalarse como partido único.

El resultado sorprendió a propios y extraños. El líder del BJP se jactaba de que la oposición estaba muerta y, sin embargo, esta logró pasar su mensaje contra la inflación, el desempleo y las dificultades de la vida cotidiana que enfrenta la gran mayoría de los indios. El norte del país, populoso y pobre, que era la base del BJP, es el que rechazó el mensaje divisorio y de odio a los musulmanes (el 14% de los 1.400 millones de indios) que promovían las huestes de Modi. 

El Bharatiya Janata Party (Partido Popular Indio) obtuvo 240 escaños de los 543 de la Lok Sabha (Parlamento), por lo que se vio forzado a formar un gobierno de coalición. No fue difícil porque está integrado, junto a otros regionales, en la Alianza Democrática Nacional, pero los dos más importantes –Telegu Desam y Janata Dal United—son muy críticos con la agenda religioso-nacionalista del BJP y doblegarán al mesianismo de la pasada década.

En abril, al inicio del largo proceso electoral de seis semanas de duración, Modi pedía el voto para hacerse con 400 escaños (en 2019 logró 303 y en 2014, 276), lo que le habría permitido cambiar la Constitución laica. Después del duro revés, se espera que el carismático líder comprenda que las prioridades son otras y que más que raciones gratuitas de comida, los desposeídos también quieren beneficiarse del espectacular crecimiento económico experimentado por India en los últimos años, que la ha situado como la quinta economía mundial. Algunos analistas, sin embargo, temen que se enroque aún más en su autoritarismo.

El artífice de la revitalización de la oposición fue Rahul Gandhi, líder del Partido del Congreso, que ha recorrido el país al frente de las marchas por Bharat Jodo (India unida). Encarcelado, al igual que otros dirigentes opositores, por corrupción calificada de políticamente motivada, el biznieto de Jawaharlal Nehru, fue retratado como un “principito inepto” para enfrentarse a Modi, pero unió a 28 formaciones nacionales y regionales opositoras en la Alianza Inclusiva para el Desarrollo Nacional de India, cuyas siglas en inglés son INDIA. 

Hasta ahora, solo Nehru había dirigido India durante tres mandatos seguidos, desde la independencia en 1947 hasta su muerte en 1964. Modi podrá compararse con el padre de la patria, pero parten de concepciones opuestas. Nehru apoyaba una democracia laica que abrazara por igual a todos sus pueblos de cultura, lengua y religión distintas. Modi defendía que, después de ocho siglos de esclavitud hindú bajo los sultanatos y la musulmana dinastía mogol y bajo el cristiano imperio británico, había llegado la hora del ‘Raj hindú’. 

Cortejado por autócratas -Rusia y China- y por demócratas -Estados Unidos y la Unión Europea-, que han mirado hacia otro lado ante los flagrantes abusos del poder de Modi, el primer ministro ha dado un enorme impulso a la digitalización de India, colocándola en una magnífica posición para capitalizar el relativo declive económico de China, y se ha aprovechado del petróleo y el gas baratos de Rusia. Pero las acusaciones de la oposición de que ejerce un capitalismo amiguista calaron entre los votantes y volvieron vulnerable al político que se sentía invencible y que incluso llegó a considerarse descendiente del dios Ram, cuyo templo consagró en Ayodhya, sobre las ruinas una mezquita del siglo XVI que fue destruida por activistas hindúes en 1992. 

India seguirá siendo un importante actor mundial, pero las elecciones han dado un baño de realidad a Modi, cuyo gobierno tendrá que concentrarse más en cuestiones internas para recuperar las bases del BJP. Las coaliciones gubernamentales han sido habituales en el país y, aunque ahora no tendrá fácil su programa infraestructuras, la vuelta a la negociación puede ser muy beneficiosa. Estas elecciones han robustecido la democracia india y puesto fin a la autocracia electoral pergeñada por Modi.

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