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Salud pública
Joan Guix

Joan Guix

Medical Anthropology Research Center. URV. Ex secretario de Salut Pública de la Generalitat.

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¿Quién mandará en el sistema sanitario?

¿Hay que renunciar a las ventajas de la IA en el campo de la salud? En absoluto. Detrás de los algoritmos, en último término, siempre tendrá que haber un humano

La supercomputación y la Inteligencia Artificial se unen a favor de la ciencia. /

La supercomputación y la Inteligencia Artificial se unen a favor de la ciencia. / / BSC-CNS.

Todo sistema sanitario tiene cuatro funciones principales: planificación (¿quién decide qué habría que hacer?); financiación (¿quién pone el dinero?); compra (¿quién decide qué hay que hacer con este dinero?) y provisión (¿quién realiza los servicios?). Los que controlan todas o cada una de estas funciones son quienes, en realidad, ostentan el poder en el sistema sanitario.

A partir del siglo XVII, los médicos monopolizan prácticamente estas funciones: el médico tiene los conocimientos y las habilidades en exclusiva, frente al paciente que tan solo tiene el problema. Hay una asimetría de información, estableciéndose una relación de agencia, en la cual el médico es quien decide qué, cuándo, cómo y cuánto hay que hacer en el paciente.

Después de la II Guerra Mundial el Estado de bienestar se extiende en la mayoría de países desarrollados, con una notable intervención estatal. La especialización y la tecnología, cada vez más complejas y caras, obligan al trabajo en equipo, y hacen que los recursos sanitarios se concentren y tomen un aspecto empresarial. Los médicos pasan a ser, mayoritariamente, asalariados y surge, con potencia, la figura del gestor, con el cual los sanitarios tienen que compartir el poder. Han perdido poder, pero no lo han perdido del todo. Hasta ahora.

El primer cuarto del siglo XXI nos ha llevado una auténtica ruptura potencial en las relaciones de poder en el sistema sanitario. La aparición de la inteligencia artificial (IA) aplicada en el campo de salud puede, y de facto ya lo está haciendo, cambiar totalmente el paradigma existente hasta el momento.

Alan Turing, hacia 1950, afirmó que “estaríamos en el mundo de la IA cuando un ser humano no fuera capaz de diferenciar si, interlocutando a través de una computadora, hablaba con otra persona o con una máquina”. ¿Hemos llegado ya a este mundo de la IA? No estamos tan lejos, y también en el terreno sanitario.

El núcleo fundamental de la IA son los algoritmos, un conjunto de instrucciones que los ordenadores utilizan para hacer trabajos que requerirían el uso de la inteligencia humana, y lo hacen aprovechando grandes cantidades de datos ('big data') para resolver problemas y tomar decisiones. Esto nos permite, entre otras cosas, automatizar procesos repetitivos, agilizar la toma de decisiones, minimizar tiempo de análisis e incrementar la productividad.

En el terreno sanitario, la IA nos puede ayudar mejorando la capacidad y rapidez de los diagnósticos, aconsejando tratamientos más adecuados y más personalizados, reforzando la investigación, mejorando los procesos de gestión e, incluso, potenciando el conocimiento y la capacidad de decisión del ciudadano en lo que a la salud se refiere.

Ahora bien, los peligros son también importantes, especialmente en la sanidad. La OMS ha señalado la posibilidad de la utilización de datos erróneos o sesgados que generen informaciones inexactas o engañosas; utilizar informaciones el uso de las cuales no haya sido consentido previamente y falta de protección de la privacidad y la confidencialidad; y, finalmente, pero no menos importante, el posible uso o cesión de uso interesado de las grandes multinacionales de informaciones no consentidas que podrían implicar problemas o disfunciones a los usuarios del sistema, interfiriendo, por ejemplo, en la contratación de seguros o coberturas sanitarias, dependiendo del riesgo del paciente. La IA aplicada a la salud es considerada como de muy alto riesgo.

La mayor parte de las funciones de planificación, compra y parte de la de provisión son potencialmente asumibles por el algoritmo y, consecuentemente, este es capaz de establecer el listado de posibilidades y su priorización en las cuales se basen las funciones de autoridad y financiación, diluyendo el rol de gestores y profesionales sanitarios. La IA puede asumir buena parte del poder en el sistema sanitario.

¿Quiere decir esto que hay que renunciar a las ventajas de la IA en el campo de la salud? En absoluto. Detrás de los algoritmos, en último termino, siempre tendrá que haber un humano.

Lo que hace falta es, ya desde ahora, establecer formas de control experto activo y constante, protocolos que garanticen el uso adecuado de los datos, la transparencia, la equidad y la ética, y nuevas herramientas de gobernanza capaces de hacer que la IA sean la herramienta que realmente nos puede ayudar. Incluso, la IA podría ser el vehículo para que la comunidad incrementase su poder en el seno del sistema.

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