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Juli Capella

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Arquitecto

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Muere Miguel Milá, diseñador industrial sin saberlo

Afable y divertido, decía que no había que incorporar tecnología a los productos sino la estrictamente necesaria

Muere el diseñador industrial Miguel Milá, premio Nacional de Diseño y Medalla de Oro de Barcelona

Miguel Milá.

Miguel Milá. / ALBERT BERTRAN

El día 2 de septiembre Miguel Milá iba a recibir la medalla de oro de su ciudad. Pero no ha llegado a tiempo. Su delicada salud ha dicho basta a los 93 años, mientras veraneaba con su familia en el norte de España. Nos deja uno de los grandes del diseño español, pionero pero también genial, virtudes que no siempre coinciden. Comenzó a estudiar arquitectura siguiendo los pasos de su hermano Alfonso, pareja creativa de Federico Correa. Y con ellos se inició en el oficio del diseño, muy influenciado también por José Antonio Coderch. Pero las matemáticas se le atragantaron y fue feliz el día que dejó la carrera, justo mientras descubría que lo que le interesaba a él era crear cosas cercanas, muebles y objetos, esa nueva disciplina que justo acababa de arrancar en España. En su casa ya había demostrado sus dotes de manitas para resolver cualquier tipo de trabajo doméstico. Cobraba a su familia pequeñas cantidades para resolver aquellos trabajos molestos, reparaciones, limpieza, que nadie quería o sabía hacer. De ahí nació TRAMO, trabajos molestos, que se convertiría más tarde en una empresa que pondría en producción sus primeras lámparas.

Cuando lo conocí para entrevistarlo, en 1984, se consideraba alguien con la carrera ya acabada, casi a punto de jubilarse, ajeno al auge del movimiento posmoderno que irrumpía con fuerza en esa época. De hecho, en 1987 recibió el Premio Nacional de diseño en su primera edición, junto a su amigo André Ricard otro de los grandes pioneros, un premio de carácter finalista, de reconocimiento de toda una carrera. Pero, curiosamente, sus diseños a partir de ese momento fueron cobrando poco a poco nueva vida y revalorizándose a través de la crítica y la difusión. También empresas como BD primero, y después con mayor empeño Santa &Cole fueron rescatando sus creaciones la TMC, TMM la Cesta y otras ingeniosas lámparas y productos que hoy en día son iconos del diseño español. Hoy sus piezas alcanzan el raro privilegio de ser históricas y, a la vez, 'long sellers', continúan en el mercado incluso internacional tras más de 60 años en producción. Aparte de la iluminación y otros productos cotidianos, sus trabajos en elementos urbanos son notables. La revisión del banco tradicional romántico y otros asientos son impecables. También diseñó el interior de vagones de metro con diversas mejoras, que aumentaron el grado de confort de sus usuarios. Desde hace años trabajaba también, a veces, con su hijo Gonzalo, a su vez notable diseñador.

De carácter afable y divertido, Miguel se reivindicaba como un diseñador preindustrial. Decía que no había que incorporar tecnología a los productos sino la estrictamente necesaria. Presumía de cierta pereza creativa que le ayudaba a resolver el máximo de requisitos con los mínimos recursos. Le gustaba acompañar sin molestar y se consideraba evolucionario pero no revolucionario. Le gustaba cantar rancheras y reivindicaba no solo el sentido del humor sino también el del amor, un personaje realmente entrañable.

Miguel pertenece a una extensa y notoria saga familiar. Su tío fue quien encargó a Gaudí la construcción de la casa Milá, la Pedrera. Y es hijo del primer conde de Montseny, presidente de la Diputación de Barcelona y de la Junta que se encargó de liquidar la Mancomunitat catalana. Hermano de Leopoldo Milá, diseñador de la Montesa Impala, y tío de Mercedes Milá, Lorenzo Milá y José María Milá, actual conde de Montseny.

En 2003, el año del diseño, el FAD (donde él había colaborado y donde fue fundador de ADI-FAD, la asociación de diseñadores del FAD) le dedicó una amplia exposición en el Palau Robert de Barcelona. Y justo este año 2024 se presentó una completa antológica en el Madrid Design Festival, como homenaje a su brillante y espectacular carrera. Echaremos mucho de menos a este personaje entrañable, gran conversador, que dejó de tartamudear en edad adulta. Reinventó constantemente su carrera, pero sin moverse un ápice de sus principios, que siempre fueron los mismos: un funcionalismo humanista y una vocación por lo manual de las cosas por encima de las modas y los experimentos. Su ilusión, cantarle a Cuqui, su mujer, y volver a montar en la moto que tanto le gustaba. Adiós y gracias maestro.