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Espacio público
Juli Capella

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Arquitecto

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La ciudad como gran terraza

En los últimos cinco años los veladores de Barcelona han ganado un 32% de superficie, y el Ayuntamiento debería poner un límite, como ha hecho con los alquileres turísticos

Terrazas en la calle Blai, en Barcelona.

Terrazas en la calle Blai, en Barcelona. / JORDI OTIX

En sus orígenes, una terraza era una zona de tierra aplanada para usar alegremente delante de casa. Luego se pavimentó con tierra cocida. Pero hoy en día lo más común es llamar terraza –lo de velador no cuaja– al lugar donde tomar algo en la calle. En Barcelona tenemos 6.545. Son una alegría, tanto en verano para estar a la fresca, como en invierno para dejarse acariciar por el sol. Nuestro clima reclama terrazas y en España somos los reyes mundiales del terraceo. No en vano la famosa silla Barcino de aluminio ligera y apilable, diseñada y fabricada aquí, se conoce como Spanish Chair. Las terrazas son además una sana extensión de nuestras casas, a menudo diminutas. ¡Que vivan las terrazas! La cuestión, sin embargo, es que suelen estar en la calle. Y hasta hace poco, todas encima de las aceras. Y las aceras son para desplazarse, trajinar mercancías, empujar el carrito... El espacio público es oro. Las calzadas para vehículos ocupan el doble que las aceras, y aquí es donde se apelotona todo: gente, bancos, vegetación, farolas… y terrazas.

Bares y restaurantes fueron castigados duramente durante la pandemia. Las terrazas fueron un bote salvavidas. El Ayuntamiento reaccionó con generosidad autorizando unas 3.700 terrazas provisionales, con la novedad de poder situarlas en la calzada y les rebajó un 75% las tasas que sigue vigente. Homologó modelos y los subvencionó. Afortunadamente hoy la hostelería está que se sale y batiendo récords. Llegada la normalidad –es decir la anormalidad de siempre–, en vez de retirarlas, el Ayuntamiento, presionado por el Gremio de Restauración, decidió ofrecer una regularización, admitiendo que hasta 1.138 terrazas temporales fuesen definitivas. En resumen, ahora tenemos un 21% más de terrazas que en 2019, ocupando un 32% más de espacio, mitad en acera y mitad en calzada. 13.422 sillas más, en total ya 120.500. Si juntásemos todas las terrazas de la ciudad llenaríamos seis manzanas del Ensanche, 76.150 m2 de espacio público, podría sentarse toda la población de Cádiz o León. 

Ahora bien, las terrazas además de placer, producen conflicto, como toda actividad callejera. Al parecer hay más de 3.000 terrazas –casi la mitad– expedientadas, y muchas reiteradamente. Decenas de terrazas de Ciutat Vella que incumplen reiteradamente las normas siguen funcionando. Es fácil comprobar que casi ninguna cumple su espacio delimitado, que debería estar marcado en el suelo. En muchos lugares no queda suficiente espacio para pasar. En Madrid pueden ocupar un tercio de la acera, aquí el 50% o más. Es curioso anotar que la capital tiene aproximadamente el mismo número de terrazas, pero diseminadas en seis veces más de territorio. Aquí la densidad nos agobia. Las terrazas generan ruido, en el montaje y durante su uso. Hay terrazas en patios de manzana que amargan la vida diaria de vecinos. Pero quien no lo sufre día a día le parece una queja exagerada. Una minoría de terrazas, pero significativa, no admiten que te sientes solo en una mesa, marcan un tiempo máximo de estancia, cobran exageradamente y su preferencia por acoger turistas es antipáticamente patente. Y si te ven llegar con un carrito de bebé, olvídate, la mesa estaba reservada. Hoy en día, una mesa en Via Júlia apenas paga 56€ al año en tasas, en Enrique Granados 315, y en Paseo de Gracia 604, menos del dinero que posiblemente facture en un día.

Hemos llegado al límite y el Ayuntamiento debe poner ídem, como ha hecho con los alquileres turísticos. Ante el panorama la Federación de Asociaciones de Vecinos (FAVB) está promoviendo una Iniciativa Ciudadana (ILP) que modifique las reglas. Deben recoger 15.000 firmas en Decidim.Barcelona, pero de momento apenas rozan las 400. Desde el Gremi de Restauració apuestan a que no lo van a conseguir y les acusan de manía persecutoria con las terrazas. Se muestran exultantes por sus avances, logrados con un apoyo mediático apabullante. Pienso que hemos de defender las terrazas, pero también poder pasear, descansar y que se cumpla la ley. Ni la FAVB representa a todos los vecinos ni el Gremi a todos los locales, pero el Ayuntamiento sí que nos representa a todos, la calle no es solo para hacer negocio. Que ponga orden para que todos disfrutemos.