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Meryem El Mehdati
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Todo el mundo quiere a Lamine Yamal

Pareciera en ocasiones que todo lo que hacen las mujeres, el colectivo LGTBIQ+ o los inmigrantes ha de concebirse como una reivindicación porque no se los percibe como personas sino como debates

Lamine Yamal

Lamine Yamal / El Periódico

El otro día apagué el ordenador del trabajo sobre las tres de la tarde -en verano tengo jornada intensiva- y me fui por ahí, muy agradecida con la vida por no ser yo empleada de CrowdStrike, la empresa de ciberseguridad especializada en servicios de detección y prevención de amenazas en tiempo real más googleada de las últimas semanas. De lo contrario no creo que me hubiese podido desconectar antes de las nueve de la noche. De hecho, estoy segura de que habría tenido que trabajar el sábado, y probablemente el domingo también. No se sabe muy bien cómo una actualización defectuosa del sistema Falcon de CrowdStrike -lo normal es hacer varias pruebas antes de lanzar este tipo de actualizaciones- provocó un error crítico en Microsoft Azure, una plataforma de computación en la nube de Windows que sirve para construir, probar, desplegar y administrar aplicaciones y servicios usando su infraestructura global, y este fallo se extendió por aeropuertos y aerolíneas, bancos, medios de comunicación, operadores de transporte y hasta sistemas de salud.

Poco después de las ocho de la mañana del viernes mi ordenador del trabajo se desconectó de la red, todas las aplicaciones de Microsoft 365 se negaron a arrancar y mi circulito de Teams pasó a ser de color gris oscuro. Si al iniciar su máquina usted también se encontró con estos problemas o, mejor, si la pantalla de su portátil era de color azul clarito y tenía un mensaje de error de Windows y un emoticono triste, enhorabuena, usted también pasó la mayor parte de la jornada o bien mirando a los celajes sin saber muy bien qué hacer o bien al teléfono con sus compañeros de trabajo desde la versión web de Teams. Como en la actualidad me dedico a la comunicación corporativa no me costó tener una idea muy clara del tipo de día que estarían teniendo todos los equipos de comunicación de CrowdStrike, tanto los de comunicación externa como interna y del tipo de notas de prensa, correos internos y notificaciones en los que estarían trabajando a contrarreloj. Me imaginé a algún que otro trabajador conectándose muy a su pesar aun estando de vacaciones y me alegré mucho, muchísimo, de no ser una de ellos.

También me alegró esta semana no ser Lamine Yamal o Nico Williams y despertarme una mañana erigida en persona pública antirracista y token de la izquierda sin haberlo pretendido ni buscado, solo por el hecho simple de tener la piel oscura y ser hijos de inmigrantes. Pareciera en ocasiones que todo lo que hacen las mujeres, el colectivo LGTBIQ+ o los inmigrantes ha de concebirse como una reivindicación porque no se los percibe como personas sino como debates. Volvemos a la narrativa maniquea del inmigrante bueno y el inmigrante malo, rescatemos a esas personas del mar no porque son seres humanos sino porque ¿y si en esa patera está el próximo Steve Jobs? Tanto el uno como el otro se han visto casi forzados en cuestión de horas a convertirse en portavoces de no se sabe muy bien quiénes. No es suficiente verse atacados por una ultraderecha que los odia por ser quienes son y que canta «Lamine Yamal come jamón» en las celebraciones de la Eurocopa, también han de tratar de llevar de la mejor forma posible que la izquierda de este país los instrumentalice para ponerse a sí misma el pin antirracista y parasitar su éxito, una izquierda racista que no les reconoce su derecho a la individualidad, a no representar a nadie más que a sí mismos, sino que se empeña en leerlos como colectivo. Todo lo que hagan favorecerá o perjudicará al conjunto. Qué tristeza tan grande, existir para siempre en la dualidad ángel o demonio. Leí un tuit de la antigua Ministra de Igualdad que decía: «Lamine Yamal: orgullo antifascista, orgullo antiracista» y me pregunté si la consecuencia de obtener algún tipo de reconocimiento cuando eres más oscuro de lo permitido es que se te reduzca siempre al color de tu piel. Cualquier palabra que emitan será interpretada siguiendo criterios fabricados 'ad hoc' según el día y la hora. Se descolgó una pancarta en una ciudad que rezaba «El equipo gana una copa. La sociedad gana valores». Si esta sociedad todavía necesita que un niño de diecisiete años le enseñe según qué cosas apaga y vámonos.

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