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La internacional del bulo y del odio

La respuesta más interesante es la de aquellos que se movilizan porque no quieren renunciar a la diversidad

Manifestación antinmigración en Manchester tras el asesinato de tres niñas en Southport, Reino Unido.

Manifestación antinmigración en Manchester tras el asesinato de tres niñas en Southport, Reino Unido. / EFE

La violencia que agita el Reino Unido desde que tres niñas fueron asesinadas la semana pasada constituye un laboratorio de extraordinario interés para la gestión de la diversidad en nuestras ciudades. Bebe, Elle y Allie tenían 6, 7 y 9 años cuando fueron asesinadas por un adolescente, mientras ensayaban una pieza de Taylor Swift. El tiempo que tardó la policía en ofrecer toda la información sobre el asesino fue suficiente para inventar una historia falsa e insidiosa. El asesino era un joven musulmán que había llegado al Reino Unido cruzando el Canal de la Mancha. En pocas horas, páginas de fake news generadas por Inteligencia Artificial esparcieron el bulo y cuando la policía lo desmintió, ya era tarde. El asesino era un joven nacido en el país en una familia de origen ruandés y de religión cristiana. Resultado: varias mezquitas atacadas, un centro de inmigrantes vandalizado, y una violencia inusual contra la policía.

Cargar lo sucedido a la extrema derecha tradicional es lo fácil, pero no resulta suficiente. Grupos ultraderechistas juegan efectivamente un papel en lo ocurrido, pero la geografía y la naturaleza de los incidentes es compleja. Existe una correlación con zonas afectadas por el disparate del Brexit, entre los violentos hay ultras de equipos de fútbol de larga tradición en el país, y se han movilizado ciudadanos que se consideran apolíticos y cuyo único lema es Britain First. Hombres en su inmensa mayoría, que se sienten abandonados por el gobierno y que han encontrado en el drama de las tres chicas la manera de hacer oír su voz a las pocas semanas de una victoria electoral histórica de los laboristas. Es decir, con las bases sociales de ampliar las filas de la extrema derecha organizada.

La asimilación de los inmigrantes ilegales que alcanzan las costas del Reino Unido también constituye un problema, aunque las cifras sean infinitamente menores que las que experimenta España. Sin embargo, la utilización que hacen de este reto real los ultras ingleses no se sostiene. Las estadísticas británicas revelan la falsedad del bulo. De 2019 a 2022, el 68% de los sospechosos de homicidio en el Reino Unido eran blancos, mientras el 14% eran negros y el 15% pertenecían a otros grupos étnicos. Poco importa la verdad para quienes pretenden criminalizar la inmigración musulmana. Sobre todo, en Twitter, conocida hoy por X, y gobernada por Elon Musk, el gran donante de Donald Trump. Entre X i la IA está encontrando sus herramientas una nueva internacional del bulo y el odio, que sobrepasa al sistema de partidos nacido de la segunda guerra mundial.

No estamos ante un conflicto tradicional donde unos partidos aprovechan los fracasos del Gobierno. Este estallido de violencia es de otra naturaleza. Así lo ha percibido el primer ministro, Keir Starmer, que ha llamado a crear un auténtico «ejército de policías» para restablecer el orden. Al mismo tiempo, en las ciudades y los barrios ha comenzado a surgir una alianza interesante de los que no quieren renunciar a la diversidad, integrada por consejos municipales, asociaciones musulmanas y de otras religiones y la propia policía. Un fenómeno nuevo como este requiere respuestas nuevas, que combinen la contundencia en el monopolio de la violencia que tiene el Estado y una iniciativa que permita reforzar la cohesión de la sociedad.