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Albert Sáez

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Concierto y solidario, ejercicio de ambigüedad

La dirección de ERC tras la reunión de la ejecutiva que ha forjado un preacuerdo de investidura de Illa.

La dirección de ERC tras la reunión de la ejecutiva que ha forjado un preacuerdo de investidura de Illa. / ACN

Dijo Tony Blair al cerrar las negociaciones de paz con el IRA que un buen acuerdo se consigue cuando las partes pactan una palabra que interpretan de manera diferenteEsquerra anunció este lunes los términos del pacto que podría permitir que Salvador Illa sea el próximo presidente de la Generalitat. Tal y como han establecido los equipos de ambos partidos, la primera presentación ha ido a cargo de los republicanos para que se permitan utilizar una semántica que facilite la aprobación de las bases en la votación del viernes. La expresión clave es "concierto solidario" porque Esquerra siempre podrá decir que ha obligado a los socialistas a aceptar un "concierto" y el PSC siempre podrá decir que ha obligado a Esquerra a que sea "solidario". Una palabra, dos interpretaciones. Correrá mucha tinta en las próximas horas para traducir las consecuencias prácticas de la fórmula acordada. Solo un apunte. Los expertos consideran que el nudo gordiano del sistema de financiación vasco no es el concierto sino el cupo. Veremos. 

La importancia de este acuerdo se mide porque la ambigüedad no acaba ahí. Se habla también de la creación de una consejería de "lengua" donde los republicanos querrían tener una de "normalización lingüística"; se habla también de una "convención nacional" para la resolución del conflicto político que incluirá, como ha pedido el PSC a lo largo de esta legislatura, a todos los partidos parlamentarios; y, finalmente, se integra en el acuerdo todo el paquete de regeneración de las políticas públicas que fue el eje del programa socialista y que conecta con lo que intentaron hacer los republicanos estando en minoría.

Este acuerdo podría ser la base de una nueva etapa en Catalunya y es el resultado del trabajo silencioso y fuera de las cámaras que socialistas y republicanos llevan haciendo desde el año 2019. Pero tiene tres enemigos no menores que se van a desplegar con toda su fuerza entre hoy y el viernes. El primero es el placaje al que lo va a someter Carles Puigdemont que lo va a considerar poco menos que calderilla y va a intentar chantajear emocionalmente a las bases republicanas a pesar de haberlas dejado tiradas en el gobierno hace un par de años. El segundo es la verborrea habitual madrileña siempre que la diversidad española trata de encontrar acomodo legal a través de las negociaciones de una investidura en las que se confunden el interés general con el particular. Y el tercero es la debilidad de Sánchez, no solo dialéctica, sino principalmente parlamentaria que hace muy difícil garantizar el cumplimiento de lo pactado.

Dejando de lado las euforias partidistas en un sentido o en otro, el sentir catalán en este momento es ambivalenteEl posible acuerdo se ve positivamente en tanto que es transversal, garantiza la elección de un presidente no independentista como Illa, acomete una demanda de mejor financiación que defienden sindicatos y patronales y pasa página del 'procés'. Pero también despierta recelos en la medida que implica asimilar parte de la semántica procesista, es poco digerible por parte de la opinión pública española y mantiene abiertos ciertos debates como el de la lengua. Cada uno hará sus sumas y restas. Pero las primeras que serán decisivas serán las de los militantes republicanos. Todo puede empezar y acabar ahí. 

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