Opinión |
Financiación singular
Ernest Folch

Ernest Folch

Editor y periodista

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El último tabú

Descontada la amnistía, Sánchez y Esquerra se disponen a asaltar el último monte prohibido de la política española: un nuevo pacto fiscal para Catalunya

Financiación singular y gobernabilidad

Financiación singular y gobernabilidad

Después de lograr coronar el Everest de la amnistía, la política española y catalana se prepara para asaltar el último monte prohibido. Cuando ya creíamos que nada podría superar el espectáculo de la ultraderecha histérica en Ferraz, la persecución judicial de unos cuantos jueces con las caretas fuera y la ira desaforada de la derecha mediática acusando de terrorista a todo lo que se mueve, Sánchez se dispone a abordar el último tabú: cerrar un nuevo acuerdo de financiación para Catalunya. La amnistía, efectivamente, despertaba las bajas pasiones de la moral, y con ellas se publicitaba la idea demagógica de la claudicación ante los malvados separatistas, pero no dejaba de ser un combate en el etéreo terreno de las ideas, una polémica hinchada artificialmente en la que no había relación entre la indignación desaforada de los ofendidos y sus nulos efectos reales sobre la vida cotidiana. Sin embargo, cambiar el sistema de impuestos en Catalunya toca algo tan tangible como el bolsillo, permite presentar al satán Pedro Sánchez como el que quita el dinero de los españoles para dárselo a los pérfidos independentistas, y alimenta el mito ancestral de que los catalanes solo se mueven por la pela. Imagínense todo lo que pueden llegar a decir los barones del PP, pero también del PSOE, con sus correspondientes altavoces patrios, ante el que según ellos será el 'Catalunya ens roba' de las arcas estatales. En cambio, en Catalunya, un acuerdo para una nueva recaudación de impuestos tiene el efecto inverso, algo así como el bálsamo definitivo.

En el recuerdo colectivo permanece que el desencadenante del 'procés' fue la negativa de Rajoy a un nuevo pacto fiscal y la posterior y sobreactuada reacción de Artur Mas, que llevó a la tradicional derecha catalana de la moderación a los confines del radicalismo, en los que todavía anda extraviada. El acuerdo que ultiman Sánchez y ERC devolvería el conflicto al punto original de aquel lejanísimo 2012, y daría a Esquerra, en plena descomposición interna, la tabla de salvación de poder erigirse como el partido que ha logrado lo que nunca consiguió Convergència, ni siquiera en tiempos de Pujol. Si se sella un acuerdo por el cual llegan a Catalunya de golpe más de 10.000 millones de euros, en España se convocarán a los cuatros jinetes del apocalipsis, y el PP volverá a proclamar la guerra, el hambre, la peste y la muerte, pero en Catalunya el que se oponga a ello será visto como un friki y pueden operar cambios muy profundos, que decanten definitivamente la balanza a favor de la vía pragmática. Eso lo sabe muy bien Puigdemont, encallado en el unilateralismo retórico y consciente de que el gran pacto fiscal es el 'reset' final del 'procés' y en realidad también de la Convergència que todavía se hace llamar Junts. De ahí que en Madrid podrá haber todo el ruido que quieran, pero en el lado catalán se sabe que es un acuerdo ganador y por eso ya hay quien empieza a pensar en la inmolación como única vía para dinamitarlo. Es muy extraño que se diriman asuntos tan trascendentes en plena canícula, pero puede que, una vez más, el siempre sorprendente Pedro Sánchez aproveche la confusión y el calor de los idus de agosto para colar otro gol por la escuadra a los salvadores de la patria. Definitivamente, en nuestra política ya no hay minutos de la basura.

Suscríbete para seguir leyendo