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Limón & vinagre
Emma Riverola

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Escritora

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J.D. Vance: el intérprete de los hombres afligidos

Tiene 39 años, la mitad justa de Trump y ya hay quién le ve como su heredero político. Supo radiografiar a buena parte de sus votantes. Otra cosa es si tiene recetas válidas para mejorar sus vidas. 

J. D. Vance, candidato de Donald Trump a vicepresidente de EEUU

J. D. Vance, candidato de Donald Trump a vicepresidente de EEUU / REUTERS / Gaelen Morse

Para el viaje de hoy es mejor dejarse los prejuicios en casa y estar dispuesto a internarse por lugares incómodos. Parajes que huelen a pérdida, a hombres que abandonan a mujeres e hijos, a iglesias, a drogas y a trabajo duro, también a la indolencia de la desesperanza. El blanco y negro no es un buen prisma para vivir este trayecto. Solo se precisa cierto interés para tratar de comprender lo que, tantas veces, nos resulta injustificable.

Esta historia empieza en el Cinturón del Óxido, en un pueblo acerero de Ohio. “Yo era uno de esos chicos con un futuro lúgubre. Casi dejé el instituto. Casi me dejé llevar por la ira profunda, por el resentimiento que sentía todo el mundo a mi alrededor”, explica J.D. Vance en las páginas de ‘Hillbilly, una elegía rural’ (Deusto, 2017). En él relata algo más que su biografía, ofrece un retrato coral de personajes empobrecidos, muchos sin estudios ni sensación de futuro, presa fácil de adicciones y protagonistas tristes de familias desestructuradas. Un reflejo de su propia vida. Una sombra que recorre territorios, incluso más allá de los EEUU, y que ayuda a explicar el fenómeno de Trump.

Vance nació en Middletown, Ohio, en 1984. Su padre abandonó la familia cuando él era pequeño. Su madre, perdida en la nebulosa de las drogas, encadenó parejas a cada cual peor. El resto de los hombres de la familia aportó sobredosis de violencia, impotencia y vicios “dejando tras de sí un rastro de hijos desatendidos, mujeres engañadas o ambas cosas”. Fue su abuela materna, una mujer áspera “que siempre iba armada”, quien supo transmitir al joven la necesidad de estudiar. Y el nieto obedeció. Consiguió una beca completa para estudiar en la Universidad de Yale. Y de su paso por la facultad de derecho obtuvo un título universitario, trabajo, contactos determinantes y conocer a su mujer, Usha Chilukuri, hija de inmigrantes indios y de brillante currículo. 

Un repaso a los artículos escritos por Vance durante los últimos años permite ver la evolución del personaje y, quizá, la de tantos votantes norteamericanos. En 2017 explicaba como, de algún modo, había admirado a Bill Clinton -“era un chico pobre criado por una madre soltera con una gran dosis de abuelos cariñosos”- y cuál fue su decepción ante el escándalo sexual: “Si un hombre con sus habilidades había hecho esto, ¿qué esperanza había para mí?”. Por el contrario, cuando Obama abandonó la presidencia, a pesar de que políticamente se alegró, también reconoció que “en un momento crucial de mi vida, Barack Obama me dio la esperanza de que un niño que creciera como yo todavía podría alcanzar el más importante de mis sueños. Por eso, lo extrañaré a él y al ejemplo que dio”.

Pero ese conservador que se esforzaba por ver todas las caras del poliedro político de EEUU, incluso el que llegó a confesar en 2016 a un antiguo compañero universitario que dudaba “entre pensar que Trump es un idiota cínico como Nixon” o “el Hitler de Estados Unidos", ha acabado ungido por el mismo hombre que denostó. Si Trump gana las elecciones, él será su vicepresidente. Y sabe qué se espera de él.  

Vance defiende el catálogo completo de valores tradicionales, también sobre el papel de la mujer. Es contrario al aborto en todos los casos, excepto cuando la vida de la madre está en peligro. Propone acabar de levantar el muro fronterizo, ya que sostiene que los migrantes que entran de forma ilegal en el país son una fuente de mano de obra barata que reduce los salarios de los trabajadores nacidos en estados como Ohio. Sobre Ucrania es claro: el país eslavo necesita más soldados de los que puede desplegar y más material del que EEUU puede proporcionales. Debe concentrarse en una estrategia defensiva, detener la hemorragia y permitir que comiencen las negociaciones. “Para ello, tanto los dirigentes estadounidenses como los ucranianos tendrían que aceptar que el objetivo declarado de Zelenski para la guerra (el regreso a las fronteras de 1991) es una fantasía”.

En su libro, Vance supo radiografiar a los desesperanzados y sobre ellos lanzó una mirada sin condescendencia, señalando también su responsabilidad. Ahora prefiere culpar a Biden de su desolación y a Obama por no “decir nada fuera del consenso de la élite”. Tiene 39 años, la mitad justa de Trump y ya hay quién le ve como su heredero político. Supo radiografiar a buena parte de sus votantes. Sintoniza con ellos. Otra cosa es si tiene recetas válidas para mejorar sus vidas. 

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