Opinión |
Elecciones en EEUU
Pilar Rahola

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Periodista y escritora

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Kamala a la hoguera

Son tantos los motivos para defenderla, como motivos tienen los que la rechazan y amenazan con convertir la próxima convención demócrata en una guerra civil. 

Kamala Harris, en la COP28

Kamala Harris, en la COP28 / Amr Alfify / Reuters

¿Será Kamala Harris la candidata demócrata a la presidencia? Sobre el papel, esta es la hipótesis probable, pero la realidad es más sinuosa. De hecho, por utilizar un peculiar oxímoron, la actual vicepresidenta es la peor-mejor sustituta de Biden para el combate del próximo 5 de noviembre. Son tantos los motivos para defenderla, como motivos tienen los que la rechazan y amenazan con convertir la próxima convención de Chicago en una guerra civil. 

El 22 de agosto es el último día para el nombre definitivo del candidato, y está tan abierta la posibilidad de presentar candidatos alternativos, que el riesgo de convertir la convención en un espectáculo de barro es, en estos momentos, el tema estrella de los debates televisivos. De momento bailan varios nombres alternativos: desde Josh Shapiro, el actual gobernador del poderoso estado de Pensilvania, hasta la gobernadora de Michigan Gretchen Whitmer, con el nombre de Michelle Obama en el cajón de los deseos fallidos. Por mucho que Michelle sea más popular que Kamala, y que es el sueño electoral de los demócratas, ella misma ha dejado clara su negativa en múltiples ocasiones. Y en el supuesto de que algún día llegue a postularse, no lo hará de esta manera apresurada, y a las puertas de las elecciones.

Mientras tanto, ¿qué pasa con Kamala Harris? ¿Por qué motivo no es recibida con la alegría previsible? Al final parecería razonable que la vicepresidenta fuera la candidata presidencial a estas alturas de la carrera, y ella misma ya ha aceptado la candidatura. Con la misma premura se han mostrado a favor muchos nombres propios, desde famosos como Robert de Niro o Barbra Streisand, hasta líderes políticos y donantes. Pero no todos están contentos, Obama entre ellos, que ha celebrado la retirada de Biden a la vez que ha evitado apoyar a Harris. 

En contra de la vicepresidenta se acumulan muchos argumentos, el primero de los cuales tiene que ver con el índice de popularidad más bajo de la historia de una vicepresidencia: del 23 al 28%. Harris no gusta a los propios, en parte por la imagen arrogante y las denuncias veladas de autoritarismo: “Not a healthy environament”, denunciaba el medio ‘Politico’ al explicar las deserciones de múltiples altos cargos, desde su jefe de personal, hasta secretarios de prensa, o el director de comunicación. Más allá de su carácter, son muchos los demócratas que dicen que Harris “es peor que un Biden agónico” porque pone en peligro estados claves como Pensilvania, Wisconsin o Michigan, donde el voto de los “hombres blancos de clase media-baja”, que fue decisivo en el éxito de Biden, se perdería con la actual vicepresidenta. También consideran que se podría perder la precaria mayoría que ahora tienen los demócratas en la Cámara Alta, las elecciones a la cual son el mismo día de las presidenciales. Es decir, Trump no solo podría ganar la presidencia, sino controlar las dos cámaras de representantes. Con estos argumentos sumados a su impopularidad y al rechazo interno visceral que provoca Harris, la hipótesis de una convención ruidosa en Chicago, que dé una imagen de olla de grillos, es muy alta.

Pero si los motivos de su rechazo son considerables, también son potentes los motivos para defenderla. De entrada, hay consenso en que Kamala puede atraer el voto afro y el voto femenino, y es mejor opción para evitar la deserción de los votantes jóvenes. Además, ya formaba parte de la carrera electoral, de forma que toda la estructura y los recursos económicos pasarían con normalidad a su candidatura. Al revés, cambiar de candidato crearía un serio problema con los fondos de financiación aprobados para la candidatura de Biden-Harris, y que, con un nuevo ‘target’, tendría que pasar por el comité Nacional Demócrata. Tiempo valioso perdido, pues, y el riesgo altísimo que el equipo de Trump haga un pesado ruido judicial. A la vez Kamala Harris ostenta todo el poder comunicativo de la Casa Blanca y la lógica visibilidad que le otorga su cargo. Por inercia, pues, por complicaciones financieras y logísticas, y por la fuerza de su cargo, su candidatura parece la más adecuada. En su caso, sería la primera mujer afroamericana y asiática en entrar a la carrera presidencial. La cuestión es si llegará a la Casa Blanca o se quemará en la hoguera del poder Trump. De momento tiene que ser candidata, y ni siquiera esta opción es, a estas alturas, segura.